jueves, 15 de mayo de 2025

Bravura bajo el agua

Cuando a la siete de la tarde giraban los goznes para abrir la puerta del patio de cuadrillas y dar comienzo al paseíllo el cielo tampoco tenía tan mal aspecto, amenazaba, sí, pero como tantas veces, pasa y salvamos la tarde. Lo malo es que esta vez la amenaza se ha cumplido y, ¡madre mía!, que manera de caer agua sobre Madrid, que desapacible y que triste para el espectáculo unos tendidos medio vacíos y los que quedábamos en ellos refugiados bajo paragüas o, como era mi caso, gabardina, poncho y gorra para capear el temporal. Una tormenta descomunal la que sacudió Madrid ayer por tarde y bajo la que se vieron las caras los espadas Román, Jesús Enrique Colombo e Isaac Fonseca ante toros de Pedraza de Yeltes  reuniendo,  a más de tres cuartos de plaza en una tarde que no animaba a ir a los toros, y con los pronósticos que había. Vean si no la foto de portada y me dicen. Es la norma este San Isidro, o lleno  o muy buena entrada, como también ocurrió en la novillada de ayer, tres cuartos largos, y cada día más jóvenes, el futuro de la Fiesta, da gusto verles con la alegría que van a la plaza y como lo viven y sienten. Para que luego nos vengan con que los toros no interesan. 
Una corrida muy, pero que muy seria y bien presentadas, buenas hechuras y muchos kilos perfectamente soportados por el enorme volumen de los toros. Valga de muestra que el peso del más "pequeño" era 595. Desde ahí hasta los 667 Kg del que cerraba plaza, imagínense los ejemplares. Pero repito, iban acordes a sus cajas. En cuanto al juego ha sido variado y, para mi, algo por debajo de lo que esperaba. Uno ha destacado por encima de todos, Brigadier, el sexto, impresionante por el tamaño y por su bravura, de los que hay que apuntar para toro de la feria. Los demás, pues de todo un poco, un manso con mucha emoción  el primero, noblote y con fondo de clase el segundo, con mucho peligro el tercero, soso y deslucido el cuarto y el quinto imposible definir porque en ningún momento de la lidia se ha definido como nada, ni bueno ni malo, ni fu ni fa.
Bello se llamaba el que abrió plaza, e hizo honor a su nombre, un toro impresionante de 630 Kg grande, alto, largo y con mucho volumen, una seriedad que asustaba, dos puñales desafiantes apuntando al cielo por delante, y con una armonía y unas proporciones perfectas, todo iba acorde, no le sobraba nada, un animal imponente. Desde los primeros capotazos mostró su carácter encastado, movilidad y mucha energía, con buen embroque aunque peor remate, iba y venía, repetidor, con genio y fuerza. Le costó arrancarse al caballo cuando Román le colocó en largo pero cuando lo hizo fue con buen tranco aunque en la pelea empezó a dejar apuntes de su  otro carácter, manso, empujando con un solo pitón, hizo sonar el estribo y en la segunda vara se dolió y salió rebrincado. No fue cómodo en banderillas, cortó, sobre todo en el primer par, pero resolvieron con oficio César Fernández y Julio López. Lo tenía claro Román con la muleta, sabía lo que necesitaba ese toro, mando y poder. Por bajo, la muleta arrastrada para domarlo, al tercer muletazo la enorme fuerza del toro le desarmó con violencia, pero no se arrugó el valenciano. Por el pitón izquierdo, sin más probaturas, compuso dos tandas de naturales plenas de mando, en el sitio, llevándolo en largo, tratando de taparle una salida que buscaba, mucha emoción, encastados los dos, una lucha a ver quien mandaba más. Cambió a la derecha y los sensacionales derechazos en redondo de enorme profundidad, llevándolo con la cara muy tapada, ligazón y emoción, que acabaron por someter al de Pedraza que, definitivamente, se vio sometido y se rajó. Faena, para mi modo de ver, perfectamente concebida, estructurada y medida,  algo más de veinte muletazos, no hace falta más, con máxima emoción  de principio a fin, hasta los remates por bajo, genuflexo, cargados de sabor con los que cerró. Lástima que la espada truncara lo que iba para oreja segura. al final gran ovación y una vuelta al ruedo, con alguna polémica, que le tuvo que saber a gloria.
El segundo era el pequeñín de la corrida, tan solo 595 Kg de belleza y trapío, ¡que lámina la de este colorado!, para enmarcar, fino, bajo de agujas, pura armonía, preciosa cara, abrochadito de pitones pero con una seriedad tremenda. Con gusto las verónicas, casi delantales, y la media de remate en el saludo, toro con clase, mete la cara aunque algo justo de recorrido, repite y muestra nobleza.  Muy largo lo deja Jesús Enrique Colombo en varas, la segunda prácticamente en la boca de riego, se arranca pronto y con galope alegre, empuja con celo, la cara abajo y empujando con los riñones en un sensacional puyazo de Israel de Pedro. Rivalidad en quites, chicuelinas ceñidas del venezolano con mucho riesgo por el viento que enredaba el capote y le dejaba descubierto, verónicas muy templadas de Isaac Fonseca en su turno y réplica de Colombo por delantales repletos de gusto. En la muleta mucha clase y nobleza aunque le faltara poder para elevar la emoción. A eso hay que añadir que en este toro comenzó la tormenta, cielo negro, relámpagos y truenos y un diluvio que dejó los tendidos medio vacíos. En esas condiciones cuasi infernales tuvo que lidiar Colombo. Mucho temple y mano baja, muy sereno ya lo suyo, ajeno a todas las inclemencias, condujo la embestida con calidad, tandas ligadas por ambos pitones, despacio, y el de Pedraza respondía. Insisto, aunque faltara algo de empuje me hubiera gustado ver esa misma faena sin viento y con sol. Mató de una sensacional estocada y afloraron pañuelos. Muy difícil valorar la cuantía de la petición con tanto paragüas y la gente resguardándose del diluvio, pero si atiendo a las gradas y andanadas y lo extrapolo al resto, sí creo que era mayoritaria. Una vuelta al ruedo también protestada me parece justo premio. 
Ahí entró la corrida en una cuesta abajo que parecía insalvable. No solo tenían que enfrentarse al toros, sino a la naturaleza, tremendamente hostil y desagradable. El tercero, tan serio como sus hermanos, fue un toro con peligro sordo, que desde el capote medía, con movilidad pero sin entrega, cara alta, pidiendo mucho y concediendo nada, con no buenas intenciones, reponiendo y buscando.Digno Fonseca, trató de bajar la mano pero la muleta parecía una toalla de playa un día de viento....y de diluvio. El cuarto, muy largo y tremendamente ofensivo por delante, no tuvo nada, soso y deslucido a más no poder, a la defensiva en todo momento, la cara alta, pasaba sin más, como el que va a comprar pan. Nulas opciones para Román bajo una lluvia que parecía empezar a remitir. Tremendo fue el atasco con los aceros, al  filo del segundo aviso por fin consiguió quitárselo de en medio, menos mal, porque había entrado en una fase de nervios peligrosa. El quinto salió con muchos pies y poco fijeza, bien Colombo encelándole en el capote, buena lidia. Muy mal picado, fatal realmente, un despropósito, antes de pasar al tercio de banderillas que el venezolano interpretó al igual que hizo en el primero de su lote. Es un portento físico, todo potencia y espectacularidad, pero con ventajas, a toro pasado, y se le recriminó. Solo creo que se pueden salvar el tercer par de cada uno de su lote, ahí sí que cuadró mejor, más en la cara, con más pureza. Nula entrega en la muleta y sin definirse el toro. Lo mismo arrancaba que se quedaba, unas veces pasaba y otras se quedaba a media, sin salir. Trasteo sin ritmo ni emoción en el que Colombo sólo pudo poner voluntad.
Bajo tanta agua todo parecía conducir al naufragio ya pasadas las nueve de la noche. Parecía que la tormenta daba una tregua, fue un espejismo, cuando se abría la puerta de toriles para dar salida al que cerraba plaza, Brigadier de nombre, me gusta, ¡667 Kg de bravura y trapío!. De veras, no le sobraba ni un gramo, una estampa espectacular, un colorado alto, voluminoso, pero todas las piezas encajaban a la perfección, proporciones exactas, y bravo de principio a fin. Movilidad y entrega en el capote, repitiendo con codicia, humillando mucho, enorme clase, lo para Fonseca, capote abajo, andándole hacia atrás, llevándolo hacia fuera, magistral lidia, y el toro colocando la cara con una calidad suprema. ¡Vaya tercio de varas!, muy bien el mexicano colocándolo en largo, Brigadier se arranca,  galope de bravo y pelea de bravo, la cara hundida en el peto, codicia, metiendo los riñones, tres puyazos, extraordinario el último, a cargo de Borja Lorente, agarrado arriba y delantero que puso a la plaza en pie. ¡Cuanta belleza encierra este tercio cuando se ejecuta como debe ser!. Una pena que en los últimos tiempos se esté perdiendo y convirtiendo en un molesto trámite que hay que pasar, con lo importante que es para que el toro llegue en las mejores condiciones a la muleta. Y si espectacular fue este tercio,¡que decir del de banderillas!. La imagen de la cuadrilla saludando montera en mano a su final es el mejor resumen. Raúl Ruiz bregó con una maestría superlativa, Juan Carlos Rey y Jesús Robledo "Tito", colocaron los palos con una verdad, una pureza y una exposición máxima, y la plaza en pie sin importar ya que lloviera. En la muleta llegó la locura, bravo el toro y bravo el matador. De rodillas en los medios, derechazos profundos y largo, vibrante y arrebatado arranque abrochado con uno de pecho eterno aún de rodillas, la caldera de Las Ventas subiendo grados. Ya vertical tandas por el derecho majestuosas del mexicano, el compás abierto, embraguetado, enganchando la embestida alante, temple y mando, la muleta arrastrada, ligando en el sitio, emoción desbordada, toreo muy caro, y el toro con el hocico hundido en la arena, máxima expresión. Menos claro por el izquierdo, menos entrega, algún enganchón en los naturales que al final surgieron con más hondura. En las postrimerías acortó distancias Fonseca para apurar las última embestidas de este gran toro, muletazos entregado, con la misma profundidad y ritmo para abrochar la faena con remates por bajo repletos de gusto torería, trincherillas y pases de desdén para soñar con una plaza entregada a toro y torero. Faltaba tan solo la rúbrica, la que da y quita, la suerte suprema, la espada. Nada importó un pinchazo al primer intento, se volcó al segundo por derecho, como si toda su vida dependiera de ese instante, sin miedo, desafiando la envergadura de Brigadier, para hundir el estoque en todo lo alto y honrar con esa muerte fulminante a este bravo toro de Pedraza de Yeltes. Oreja de ley, oreja de peso, oreja sin discusión para Isaac Fonseca y merecida vuelta al ruedo para Brigadier, otro toro más para inscribir con letras de oro en la historia de esta plaza, un canto a la bravura bajo el agua que ayer regó Madrid.

Antonio Vallejo

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