Después de las tres tardes consecutivas de lleno absoluto, después de la locura desatada en la que nadie quería sin ir a los toros, parecía que hoy, un domingo de San Isidro, la entrada se iba a resentir. Pero no ha sido así, y una tarde más Las Ventas han registrado un aforo espectacular, más de tres cuartos de largo, casi lleno me atrevería a decir. Menos mal que el toreo no interesa, debe ser en Groenlandia.
Un encierro de Fuente Ymbro de una presentación excelente - para mi gusto magníficas hechuras los seis, proporciones en el canon de la belleza - y una seriedad apabullante, astifinos a más no poder, abiertos de cara, imponente presencia, para el linarense Curro Díaz, el valenciano Román y el mexicano de Querétaro Diego San Román que confirmaba alternativa.
Avanzaba la corrida y mientras esas preciosas estampas de toros iban haciendo acto de presencia en el ruedo levantaban exclamaciones de admiración y ovaciones, no se podía decir lo mismo del juego. Uno tras otro, primero, segundo, tercero y cuarto, llevaban la corrida a un tono de monotonía y cierto letargo del que parecía difícil poder escapar. En el toro de su confirmación San Román lo recibió con decisión, el fuenteymbro apretaba hacia dentro y lo llevó a los medios con buenas verónicas ganando pasos con calidad, que también tuvo el quite por saltillera y gaoneras rematado con una revolera y una larga variado y vistoso. En la muleta poco tuvo, no pasaba, se revolvía, sin clase ni entrega. Valor y firmeza del mexicano que aguantó las tarascadas, siempre trató de echarle la muleta abajo para someterle y en cuanto se vio podido se rajó. Al segundo se le intuía clase, colocó bien la cara en las verónicas de recibo de Curro Díaz con la firma de ese toreo de pellizco que le define, dos de ellas fueron una maravilla, por mecidas y acompasadas. Pero igual que apuntaba clase también dejaba más que evidentes muestras de falta de fuelle, llegando a la muleta con lo justo. En el inicio de faena por bajo, lleno de gusto, dejó un trincherazo para no olvidar, pero a pesar de los intentos por llevar bien conducida la embestida faltó emoción por la falta de empuje y entrega del fuenteymbro, que quería con clase y nobleza pero no podía. Tan solo algunos muletazos sueltos tuvieron profundidad y levantaron olés secos y sentidos rompiendo la línea plana de la media altura por la que discurría la faena. El cuarto no mejoró lo anterior, la cara alta, reservón, rebrincado, derrotes a diestro y siniestro, sin entrega alguna, muy descompuesto, bronco y con genio, siempre defendiéndose. Nulas opciones para Curro Díaz que trató de someterlo pero era imposible. El tercero tuvo mucha movilidad de salida, buen galope pero sin fijeza, iba a su aire, sin parar. Bien fijado por Román en los medios, verónicas con reposo para frenar el ímpetu del animal que en su galopar suelto se encontró con el caballo para empujar con cierta codicia en dos puyazos medidos. En la muleta, mientras mantuvo la movilidad, permitió al valenciano citar de lejos, mucha distancia, y aprovechar la inercia y la embestida recta para embarcar la embestida con la muleta adelantada, correr bien la mano y tirar del toro en largos derechazos y naturales que tuvieron emoción. Pero cuando perdió esa inercia del galope se quedó debajo de la muleta, sin salir, revolviéndose y soltando la cara, obligando al valenciano a perder pasos, lo que hizo que el ritmo cayera y la ligazón fuera casi una misión imposible, además del riesgo que llevaba el fuentymbro en cada sacudida. En mi opinión muy firme y valiente aguantando lo que aguantó y sin renunciar a plantarle cara y someterle por abajo.
Fue el quinto, Comisario de nombre, el que vino a romper esa línea plana y en cuesta abajo por la que discurría la tarde y a hacer bueno el dicho. Un toro alegre de salida que Román paró y fijó primero doblándose con mando y gusto y luego andándole hacia atrás enseñándole el buen camino. Muy medido en el caballo y en medio de una lidia un tanto desordenada con el toro yendo y viniendo sin centrarse en los capotes tan solo el ceñido quite por chicuelinas de Diego San Román alumbró ciertas esperanzas, porque tampoco parecía que el animal tuviera lo que luego sacó en la muleta y rompiera como rompió. Primeros muletazos de tanteo en doblones por bajo, trazo limpio, con recorrido, mucho temple y una suavidad escandalosa en el de pecho que remató el prólogo. Igual que a su primer toro le dio mucha distancia, muleta adelantada, reduciendo la embestida para componer tandas por el derecho de mucha profundidad, ligadas en el sitio, de mucha intensidad emocional, rematadas con buenos de pecho. Tandas poderosas y rotundas por bajo de enorme belleza con Comisario encelado en la muleta, persiguiéndola con codicia, sin cansarse, bravo toro. Al natural no bajó la emoción, hondura, temple y ligazón, la receta del toreo eterno, dos tandas entre olés desenfrenados que dieron paso sin solución de continuidad a otras dos más por el derecho, en redondo, toreando muy despacio, compás abierto, muleta arrastrada, muy relajado Román, entregado, abandonándose, puro sentimiento y mucha verdad en todo lo que ha hecho. Pero en uno de esos muletazos el toro se queda debajo y le lanza por los aires, segundos de angustia afortunadamente resueltos sin cornada, se repone y vuelve a la cara con valor espeluznante para rematar la faena con unas bernadinas que nos dejaron sin aliento, los afilados pitones rozando la chaquetilla, rubricadas con dos consecutivos de pecho por ambos pitones. Mayor compromiso y verdad imposible que obtiene reconocimiento con la plaza en pie. Un pinchazo creo que motivado por un resbalón o la pérdida de las manos del toro y una casi entera al segundo encuentro algo defectuosa por ligeramente delantera y atravesada no impiden que un mar de pañuelos blancos inunden los tendidos y el presidente no tuviera más remedio que conceder la oreja. Oreja de ley, oreja de peso más que justa y merecida, aunque unos 20 ó 30 a lo sumo protestaran, y fuerte ovación . Por tardes como esta es por lo que Román es querido y respetado en esta plaza, porque se ha ganado ese respeto con su compromiso, honradez, firmeza, valor y verdad.
El sexto saltó con brío, tranco alegre en el variado y vistoso recibo de Diego San Román, buenas verónicas ganando terreno, chicuelinas en los medios y una revolera para cerrarlo. Toro a mi modo de ver exigente y encastado en la muleta, nada fácil, que pedía mucho mando, con genio y fuerza, midiendo y sabiendo lo que se dejaba atrás, quedándose debajo de las telas, reponiendo y buscando con peligro, de esos que piden el carnet. Muy firme y comprometido el mexicano, plantándole cara, sin arrugarse, por ambos pitones le puso la muleta planchado y le echó la mano abajo, aguantó las un tanto descompuestas acometidas y tragó miradas, parones y arreones, mantuvo el pulso sin dudar un momento, perdiendo pasos para volver a colocarse, valor a raudales, mucha emoción, para poco a poco ir imponiendo su ley y pudiéndole, dibujando muletazos de enorme mérito y calidad. Ya con el fuenteymbro más atemperado, un par de tandas al natural de gran hondura y un final doblándose por bajo, derechazos de largo recorrido interpretados con enorme gusto, ponen a la plaza en pie camino de otra oraja truncada por la espada, una lástima. Quizás ese final por bajo hubiera sido el ideal para someter al encastado fuenteymbro, nunca lo sabremos, pero lo que sí sabemos es la emoción que ha transmitido y la verdad, el compromiso, la firmeza y el valor de Diego San Román recompensado con fuerte y cariñosa ovación.
Antonio Vallejo
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