Son muy cansinos los del club de los reventadores, demasiado repetitivos, los mismos gritos todos los días, la misma cantinela, las mismas fobias año tras año, creyéndose graciosos e ingeniosos con el único fin de reventar las faenas de ciertos matadores y masacrar a ciertas ganaderías. Un día tras otro teniendo que aguantar sus improperios, sus insultos, su mala educación, su comportamiento absolutamente censurable, sus salidas de tono siempre a destiempo, su falta de respeto por el que está jugándose la vida delante de un toro bravo, su mofa del toro bravo con ese ridículo "miau" que sueltan por la boca solo con determinados hierros. Hoy era uno de esos días señalados en el programa para montar su show. Toros de Jandilla para Sebastián Castella, héroe a en los primeros años de alternativa, villano cuando alcanzó el rango de figura. José Mari Manzanares, odiado solo por llamarse y apellidarse así, tremendo delito al parecer, y Pablo Aguado, al que no sé por qué no tragan, pero es así. Desde que se rompió el paseíllo se orquestó la protesta que fue continua y constante durante toda la tarde. Si ayer y otros días las pancartas se desplegaron en el 7 dirigidas principalmente contra el palco, hoy me ha llamado la atención que fuera en los altos del 3 donde se desplegó otra que rezaba algo así como que el toreo es del pueblo y no a los precios abusivos. O la moda parcantera se está extendiendo o eso estaba más organizado que el protocolo británico. Y lo mismo con los gritos. Hoy se tenían que emplear a fondo y han sacado todo su repertorio perfectamente orquestado. Uno se metía con los toros y el ganadero, cuando decaía otro tomaba el relevo y soltaba, sin venir a cuento, entre los silbidos y reproches habituales de "no te cruzas", "ponte bien", "hay que torear", "se va sin torear", algo tan fuera de lugar como "¡que guapo eres!" refiriéndose a Manzanares. A ver, no sé las apetencias sexuales del vociferador en cuestión, allá él, pero no parece, a priori, una expresión propia de un aficionado en una plaza de toros. Pues sí, guapo y elegante lo es, no se puede negar, por lo que mi teoría es que el vociferador era un adefesio al que la envidia le corroe. Bromas aparte, el ambiente ha sido insufrible toda la tarde, no han parado con los clásicos "toros, toros, toros" y "fuera del palco" a los que han incorporado subiendo el tono, gritos como corruptos, ladrones, payaso - este dedicado a Aguado, ¿ese es aficionado? - de auténtico bochorno. El club de los reventadores orgulloso de su hazaña, seguro.
Venían de intentar hacer la vida imposible a Manzanares en el segundo, un toro con clase y calidad en la embestida pero muy justo de fuerzas al que hubo que cuidar en los primeros tercios para que no perdiera las manos. Echaba las manos por delante y se vencía en le capote, pero metía la cara abajo. Un toro que quería pero no podía al que Manzanares le cogió la altura y el ritmo para torear con empaque y poder especialmente por el pitón derecho. Tandas en redondo echando la muleta alante y la mano abajo, todo cuanto aguantaba el de Jandilla, ligazón y profundidad en el tramo final de los muletazos, muy templado, alargando el viaje rematando con pases de pecho marca de la casa que en algunos casos obligaban tanto que el toro se venía abajo. Al natural le costaba más, no le podía bajar la mano, no aguantaba, solo un par de naturales tuvieron su enjundia. Y todo esto en medio de silbidos, gritos, reproches a la colocación, que si estaba fuera, que si hay que torear, en fin, repetir lo mismo, el repertorio de siempre contra el alicantino, al que no le perdonan ser hijo de quien es. Pero digamos que a Manzanares le tocó el pie, siguió toreando y la faena fue a más, cada tanda era más poderosa, más profunda, más templada y más en el sitio. Y el nerviosismo del club de los reventadores fue a más viendo que iba camino de cortar una oreja. Les salvó la colocación de la espada, desprendida, y respiraron aliviados al esfumarse la posibilidad de trofeo. Después prosiguieron su actuación orquestada en el tercero, al que Pablo Aguado recibió a la verónica con temple y gusto, acompasado para rematar el saludo con una media. Clase en la embestida pero muy pocas fuerzas, subiendo el nivel de decibelios cuando el toro perdió las manos al salir del caballo. "Fuera del palco" y "toros, toros, toros" coreados sin parar preparaban el ambiente infernal con el que el sevillano se encontró en la faena. No podía bajarle la mano porque se venía abajo estrepitosamente, quería tomar la muleta por abajo, enclasado, pero no le daban las fuerzas. A media altura lo intentó en vano por ambos pitones, voluntarioso, quizás demasiado, más teniendo en cuenta todo lo que tenía en contra, que iba subiendo el nivel hasta llegar al insulto, algo inaceptable. Creo que en lo que se equivocó fue en alargar el metraje de la afena cuando era evidente que no iba a buen puerto. Tres o cuatro tandas podían haberse evitado, nada hubiera cambiado y nos habrían evitado minutos de tedio y de aguantar la ausencia de educación del club de los reventadores.
Pero mira por donde que tenía que saltar al ruedo el cuarto, un toro para mi gusto de unas hechuras magníficas, con 515 kg, armónico y proporcionado, muy serio y con trapío, un toro guapo que se dice, una lámina para enmarcar. Salió con las manos por delante, sin demasiada fijeza y perdiendo las manos aparentando escasez de fuerza. Se le mide en el caballo entre protestas airadas del 7 agitando sus pañuelos verdes al fuerte viento contra el que una tarde más tuvieron que pelear los matadores, por si era poco todo contra lo que han tenido que pelear. Otra vez faltas de respeto al ganadero, gritos contra el palco, etc, etc, lo mismo de todos los días, cansinos. Pero ahí estaba un torero que es figura y que conoce a los toros y los terrenos a la perfección. Sabía las condiciones que tenía el animal y lo brindó al público. Bastaron los estatuarios de inicio para empezar a desmontar toda la farsa del club de los reventadores. Plantó las zapatillas en terrenos del 7, ¡ahí va eso!, y esos estatuarios ajustadísimos llenos de emoción con el toro repitiendo con codicia y bravura taparon muchas bocas. Ni que decir que la trincherilla y los naturales que hilvanó a ese vibrante arranque pusieron a la plaza en pie y, si aún quedaba alguna boca por tapar, lo hicieron. Más aún la lección de toreo de Castella al abrigo de los terrenos del 5 y el 6, los más favorables ante el viento. Embistió con codicia y bravura, siempre por abajo, con enorme clase y calidad, y por ahí lo llevó el francés, toreo profundo, largo, ligando en el sitio, un par de cambios de mano apoetósicos, y los de pecho para rematar las tandas duraron una eternidad, de pitón a rabo y rematados a la hombrera contraria. Tuvo además la capacidad que da su inteligencia y su madurez para saber administrar las pausas a la perfección, dándole aire, dejándole recuperar entre tandas, algo fundamental para mantener el ritmo y la continuidad de una faena tan exigente. Al natural rompió a embestir aún más y mejor, ¡cómo se entregaba!, humillando, naturales que crujieron la plaza, hondura descomunal, ceñidos, una locura, tandas rotundas de una calidad suprema, una sinfonía de toreo. El tramo final de la faena siguió por la misma senda de la emoción máxima. Apoteosis en las cercanías, clavado, sin rectificar, se pasó al Jandilla por ambos pitones, muy ajustado, una y otra vez, y el toro repetía y se entregaba aún más, la muleta arrastrada, para alcanzar el cielo con unas manoletinas finales de infarto, un cambio de mano excelso a más no poder y una trincherilla de entrega absoluta de toro y torero. Se tiró a matar por derecho para enterrar la espada hasta la empuñadura, en lo más alto, de efecto fulminante sin puntilla. Dos orejas sin discusión alguna y una vuelta al ruedo de antología. ¿Dónde estaban en ese momento los que pitaban y decían lo que decían del toro?, ¿dónde los que dieron la matraca con el "toros, toros, toros"?, ¿dónde el pesado de cada día con el "hay que torear" o "se va sin torear"?, ¿donde?, me pregunto. Si tienen un mínimo de dignidad debían estar a esa hora con la cabeza y las orejas gachas, abochornados por el ridículo espantoso que han hecho, marchándose a escondidas de la plaza después que Sebastián Castella les dejara en evidencia desnudando al 7 que hoy ha quedado retratado, con las vergüenzas al aire y sin credibilidad alguna. Porque no creo que hayan tenido la cara de quedarse a aplaudir la atronadora ovación con la que fue despedido en el arrastre este precioso y bravo toro de nombre Rociero del que pidieron su devolución de manera obscena, sería el colmo de la contradicción. Desde hoy son el club de los reventadores muertos.
Antonio Vallejo
P.D: Del resto de la corrida poco o nada merece la pena hablar, deslucidos, alguno noble como el primero, pero ni es, el quinto y sexto tuvieron más historia, sin fuerzas y sin opciones en la muleta. Así que mejor abreviar que aburrir.
Querido Antonio que lujo leerte cada día y que bien describes lo que para mi es una vergüenza que no se debería tolerar en Madrid… el bochornoso 7, desde hoy “el club de los reventa dores muertos”! Susa.
ResponderEliminarNo se puede relatar mejor lo que allí pasó y tuvimos la suerte de vivir.Dos orejas y el rabo para el maestro de la pluma el Dr.Vallejo,para mi el maestro "Antoñete ".Guardaré su crónica taurina en mi memoria junto a esa faena histórica
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