viernes, 24 de mayo de 2024

Juan Ortega, triunfo rotundo, mucho más que orejas


 Por fin la primera tarde de San Isidro de verdad. Hoy sí, hoy la temperatura era la de estas fechas, veintiséis grados, un sol espléndido, la luz maravillosa y única de Madrid, el viento en calma y los tendidos a reventar en otra tarde de "no hay billetes", la primera de las que se nos vienen, porque desde hoy hasta el domingo está todo el papel vendido. Llevábamos once días de feria con una climatología propia del final de temporada, tardes frías y con fuerte viento, cielo gris y encapotado, algunos días sol y nubes, amenaza de lluvia, abrigos y gabardinas en los tendidos. Pero todo llega, por fin esa primavera madrileña inigualable, ese cielo, por fin nos sentimos de verdad en San Isidro. 
No es, por tanto, de extrañar que Las Ventas lucieran en todo su esplendor como pueden comprobar en la imagen de portada, había muchas ganas de ir a los toros. Si a eso le sumamos  el cartel programado, las ganas se multiplican. Ganadería de primera, Puerto de San Lorenzo, y tres matadores reconocidos, con diferentes estilos y registros, pero de enorme atractivo para el aficionado, Alejandro Talavante, Juan Ortega y Tomás Rufo. Todo preparado para disfrutar de una gran tarde de toros, con la esperanza que los toros embistieran y los toreros triunfaran, todo parecía muy bonito. Con lo que nadie contaba era con la vergonzosa actitud de unos pocos, 30 ó 40 serían, si llegan, que como cada año cuando empiezan a desfilar las figuras y se acercan los carteles de postín, los de claveles que tantas veces me habrán oido llamar, afilan sus armas y despliegan todo su repertorio para intentar reventarlo todo e irse contebtos a casa por su "hazaña". Pero hoy les ha salido el tiro por la culata, han hecho un ridículo espantoso, como tantas y tantas veces, han tenido un comportamiento miserable, impropio de alguien que se pueda llamar aficionado. El toreo representa unos valores entre los que se encuentran el sacrificio, el compromiso, la verdad, el sufrimiento y seguramente muchos más. Pero si hay un valor que siempre ha definido al toreo ha sido el respeto, por encima de todo a la Fiesta y al toro. Eso lo saben los toreros, sólo hay que ver como se respetan unos a otros, como valoran la antigüedad, como aman y respetan al toro y también lo sabemos, o debemos saberlo, los aficionados de verdad, respeto al toro y a los hombres que se juegan la vida ante un toro. Sí, sin ningún problema los digo, yo me incluyo entre los aficionados de verdad y también digo que los que hoy se han comportado como lo han hecho no se pueden llamar aficionados, y sería maravilloso verles fuera de la plaza. Se les puede calificar como quieran, seres pobladores de ciertos tendidos, seres vociferantes de sonidos guturales difícilmente descifrables, groseros, pero nunca aficionados. Tarde tras tarde sacan a paseo sus fobias y, como el tiempo pone a cada uno en su sitio, llegan a caer en el ridículo absoluto, como hoy. Y creo que todo nace en un mal endémico de nuestros días, la falta de educación que lleva a la falta de respeto. Son el triste reflejo de la sociedad actual donde los valores supremos brillan por su ausencia y entre esos valores están, repito, la educación y el respeto, que van de la mano, uno lleva al otro y sin uno desaparece el otro.
El culmen de la desvergüenza llegó en el quinto, un toro protestado de salida por su presencia, algo que comparo porque sus hechuras personalmente no me han gustado, desproporcionado, nada que ver sus 553 Kg, su altura y volumen, con su cara, justita, y su falta de remate por delante. Si a eso le sumamos su comportamiento, muy frío de salida, como toda la corrida, sin lucir nada en el capote, solo un par de verónicas sueltas a compás de Juan Ortega tuvieron eco, pero nada más,  que de fuerzas iba con menos de lo justo, que se le pegó en el caballo y al salir perdió las manos, que empezaron a flamear las sábanas verdes, ya no son pañuelos, que llevan en el 7, que el palco sacó el pañuelo blanco en vez de hacerles caso  y que en el ruedo estaba el sevillano Ortega, al que tiene enfilado, una de sus fobias, directamente le odian, se pueden imaginar la magnitud de la bronca. Y se puede protestar todo esto, por supuesto, hasta ahí hasta les puedo dar la razón para montar la bronca que montaron, es más, diría que la tienen. Pero la pierden totalmente cuando atacan de la manera cobarde y canalla que han hecho hoy al torero y, especialmente, al toro. Nunca lo he admitido, me perece una vergüenza y algo indigno lo de los "miaus" a las embestidas de los toros que ellos consideran "pequeños" o poco armados, para mi es inaceptable porque, como hoy se ha demostrado, ese "gatito", según ellos, por poco le hace un destrozo cuando en los primeros compases de la faena, tras unos muletazos de tanteo por bajo, firme, con gusto, andándole hacia los medios para empezar a torera en redondo, se lo ha llevado por delante. Iba el toro con embestida descompuesta, por un lado se iba por fuera, por el otro se venía por dentro,  con peligro oculto y en una de esas, cuando trataba de recoger las desconcertantes embestidas,  se venció y lanzó por los aires a Ortega con una brusquedad tremenda, un auténtico latigazo de su cuello y la sensación que había hecho presa y la cornada era un hecho. Gracias a Dios y ese Angel de la Guarda perpetuo que está en todas las plazas todo quedó aparentemente en un tremendo palizón y un susto de órdago. ¡Ahí lo tienen!, ¡ven lo que puede hacer ese "gatito"!, ¿ya ahora qué, que dicen?, ¿no se les cae la cara de vergüenza?. Pues no, es más, esos pocos desalmados  han seguido con lo que estoy seguro traían preparado de casa. Pero Ortega ha sacado la raza que le faltaba al toro y a esos 30 ó 40, si llegaban, y les ha desnudado en sus fobias, les ha dejado con las vergüenzas al aire, espantoso ridículo que les retrata y define como cualquier cosa menos aficionados. Vamos, les ha dejado a la altura del betún con gallardía y pundonor, seguro que enrabietado y una vergüenza torera suprema, erguido, valiente, firme y poderoso, echándole la muleta a la cara, la mano baja, llevándolo cosido a la tela para componer, enroscado a su figura, muy despacio, una terna de series en redondo de una profundidad, temple  y  empaque de gran dimensión. Los sonoros olés de la mayoría afortunadamente han silenciado las barbaridades que soltaban algunos y los "miaus" ridículos. Repito, Inmenso Ortega, poderoso y artista, abrochando la importante faena con remates por bajo de una belleza difícil de igualar. Mata de media arriba, donde tiene mucha muerte, que acaba con este "gatito" de 553 Kg de Puerto de San Lorenzo. Terminada la corrida me he enterado que Ortega llevaba un "puntazo con hematoma en gemelo interno de la pierna izquierda y puntazo corrido en región pretibial izquierda" según el parte médico. En mi opinión Juan Ortega ha tenido un triunfo mucho mayor que las orejas que se puedan cortar, ha sido el triunfo de la dignidad ante la canallería, del respeto frente a la mala educación, el triunfo de quien respeta al toro frente a los que parece no saben que representa este poderoso animal. Antes, con el segundo, nada pudo hacer Ortega, un toro de una s hechuras magníficas pero deslucido de principio a fin, sin fuerzas ni empuje, completamente parado, que no pasaba ni más allá de medio muletazo, imposible, para abreviar, como hizo el sevillano con criterio.
Ya venían avisando los fóbicos en el tercero, un toro precioso de hechuras, muy serio, con impresionante trapío al que Tomás Rufo recibió a pies juntos por delantales con sabor, y poco más duró el de El Puerto. Para colmo se le pegó fuerte en el caballo y ahí se puede decir que murió. Tan solo la sensacional actuación, una tarde más, de Fernando Sánchez en banderillas, en este toro y en el sexto. No hace falta explicar más, está todo dicho. Nada tuvo en la muleta, lo intentó Rufo ante el soso y deslucido animal que no pasaba, se quedaba a medio camino, la cara a media altura, pases sin argumento ni sentido que no llevaban a nada y que pedían acabar pronto. No debió alargar tanto el trasteo pero eso no justifica que se intente ridiculizar a un hombre que está frente a un toro y que, aunque a algunos les cueste entenderlo, puede herirle e incluso matarle, que se lo digan a Ortega y a muchos más. Me ha parecido bochornoso los olés de cachondeo con los que han coreado quienes ya se imaginan los últimos intentos de  Rufo por robar aunque fuera un muletazo, una falta de respeto a mi modo de ver inadmisible y que demuestra una vez más la nula educación de estos pésimos espectadores, que no aficionados. Con el que cerraba la tarde tuvo Rufo un inicio de faena arrebatado, vibrante y lleno de emoción. De rodillas, derechazos largos y profundos, alargando el viaje, mucha calidad y mando, el toro  metiendo la cara con clase y repitiendo, sensacional, para rematar con un pase de desdén mirando al tendido que pone al público en pie. Pero se rajó al siguiente muletazo, dijo basta, no quería más pelea. La única opción era cerrarlo cerca de las, ponerle muleta en el hocico y no quitársela para taparle la salida y así tratar de ligar y componer la faena. Recorrió todo el anillo tras el toro, del 10 al 3, tragaba dos muletazos y, aunque le tapara mucho, el animal tomaba las de Villadiego. Le mató en la puerta de toriles, estaba claro que tenía que ser así, tirándose con todo para enterrar la Tizona hasta los gavilanes algo desprendida que pasaportó al último de la tarde.Petición de oreja que no debió ser suficiente a criterio del palco, yo no lo tenía tan claro, creo que hubo mayoría. 
Así terminaba una corrida muy seria y bien presentada de El Puerto de San Lorenzo, salvo el quinto, que tuvo como nota dominante la falta de raza y resultó deslucida en general que si tuvo un toro bueno de verdad fue el primero, haciendo cierto aquel dicho de los gitanos, que no quieren los inicios buenos. Alto, con mucho volumen y una seriedad imponente, un auténtico tío era el primero, que no se empleó en el capote de Alejandro Talavante, incierto, se frenaba, las manos por delante. Fue Juan Ortega el que empezó a mostrar el camino con un magistral quite por verónicas de una calidad suprema, acompasadas, muy despacio, parando el tiempo,meciendo la embestida con  una media de cartel para abrochar y dejar que Javier Ambel rematara lo apuntado con unos pares de banderillas extraordinarios, de un pureza y una limpieza fuera de serie, mostrando el tranco y la clase de la embestida de Cubanoso. Tomó la muleta con la zurda, decidido, con claridad, y empezó a torear al natural sin probaturas, maravilloso, acoplado y relajado, con una naturalidad pasmosa, mano de seda, temple infinito, hondura en dos tandas de locura, entregado, por momentos abandonado, ligazón con ritmo, algunos muy despacio, a la mexicana, eternos. Bajó un punto el pitón derecho, menos cadencia y clase, pero buscó la mano baja y la profundidad, enroscándose al toro en un par de derechazos de mucho peso para epilogar la faena con toreo por bajo  con trincherillas y otros de desdén repletos de sabor y rubricarla con una entera levemente desprendida que valió una oreja de valor que nos hizo evocar el mejor Talavante que hacía tiempo no veíamos. Para nada sirvió el cuarto, solo fachada, nada en su interior, sin fondo, deslucido, imposible, otro para abreviar y no complicarse la vida. Aún le quedan tres tardes más a Talavante, y otra a Ortega, esperemos que los toros les embistan y refrenden todo lo bueno de hoy.

Antonio Vallejo

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