Tarde de domingo, tarde desapacible, ventosa y fresca tirando a fría, cielo amenazante que afortunadamente no ha descargado agua y que ha ido aclarándose según avanzaba la corrida y Las Ventas registrando un día más una entrada sensacional, podría decirse casi lleno, lo que indica a las claras que esta Fiesta, que los toros, sí interesan y que nadie, por muy ministrillo que sea, puede acabar con este Arte. Y debo decir que ha sido una grata sorpresa ver este aspecto de los tendidos en un domingo, con lo que históricamente eran los domingos de Las Ventas, el día de "descanso" del abonado cuando para renovar el título era obligatorio en su totalidad, no como en los últimos años en los que se puede renunciar a un número x de festejos, con carteles llamados como el día, "de domingo", poco atractivos por no decir de relleno, aunque para ser políticamente correctos se tildaban como "de oportunidad" para matadores con menos nombre y festejos en su bagaje. Eran esos domingos los días que el abonado regalaba a compromisos, algún familiar o amistades y con frecuencia la plaza registraba una ocupación bastante más pobre de lo habitual. Pero los tiempos cambian y seguirán cambiando, los Urtasun y Puente de turno desaparecerán del mapa y el toreo seguirá, San Isidro traerá cada vez más jóvenes a la plaza los tendidos seguirán llenándose.
Todo para ver la corrida de Miura, mítico hierro, el de más antigüedad, 30 de abril de 1849, encaste propio, procedencia única, Miura, sin cruces de sangre, precedido de una leyenda "negra" en la que mucho tiene que ver un nombre, Islero, toro que mató a Manolete el 28 de agosto de 1947 en la plaza de Linares. Desde entonces nombrar a Miura es sinónimo de dificultad, dureza, brusquedad, peligro y , aunque en estos tiempos de buenismo en los que parece que a las cosas no se les puede llamar por su nombre porque dañan la "sensibilidad", también muerte. A esto venía mucha gente hoy a Las Ventas, a ver los miuras que llevaban sin pisar Madrid desde 2018, por lo que entiendo la expectación. Seis toros cuatreños, algo que desde la pandemia es noticia, parece que ya se van limpiando los corrales, que en cuanto a presentación no han defraudado. Cierto que entre entre el de menos peso y el de más la diferencia era de 98 Kg, 539 del segundo frente a los 637 del sexto, con tres que han superado los 660 Kg, lo que indica que ha habido tamaños dispares, pero todos creo que llevaban el sello de Miura, zancudos, altos, sobre todo de atrás, con caja y volumen acorde a su respectiva romana, y con una tremenda seriedad, amplios de cuna y tremendamente astifinos, auténticos puñales, sobre todo el que abrió plaza, un cornidelantero imponente de 611 Kg y especialmente el que la cerró, el de más peso, un Miura auténtico por sus hechuras, alto, largo, mucha caja y muy ofensivo por delante, dos velas apuntando al cielo que asustaban al más pintado. Y curiosamente ha sido precisamente este sexto el que ha tenido un comportamiento más "en Miura", con movilidad, sin humillar ni entregarse pero con mucha emoción por su comportamiento, corto recorrido, correoso, revolviéndose y reponiendo con mucho sentido, rebañando, buscando, duro y áspero, soltando la cara con brusquedad. Los otros cinco del encierro han tenido, curiosamente, bastante nobleza y ha habido varios que podría decirse eran "toreables", si bien todos han seguido la línea habitual de la casa, la cara a media altura o alta, difícil verles humillar, sin acabar de entregarse y con corto recorrido, volviéndose con pasmosa agilidad y riesgo por el sentido desarrollado. Incluso uno apuntando a manso, el quinto, barbeando de salida y saltando las tablas en dos ocasiones de manera espectacular. Pero para seguir con el juego dado por los miuras también hay que decir que todos han tenido una manifiesta falta de poder y empuje, les han fallado las fuerzas y han ido de más a menos los seis, mejor dicho, cinco, porque el primero saltó con el depósito en reserva y se gripó en las primeras vueltas, no hubo toro desde el caballo, perdiendo las manos, parado, sin un pase que darle, la nada en una faena que duró 3 minutos de reloj y que nos dejaba una imagen insólita, la de las manecillas del reloj en las siete y veintitrés minutos y los clarines y timbales anunciando la salida del segundo.
Ese toro correspondía a Rafaelillo, el más desafortunado en el sorteo al corresponderle un lote de mínimas o nulas opciones. El primero ya lo he dicho, sin fuerzas, perdiendo las manos de salida, más aparatoso y escandaloso al pasar por el caballo, parado en la muleta, creo que no ha llegado a completar nada más que dos pases, tres minutos de faena, queda dicho todo, no había más, y eso entre protestas por la invalidez del toro. Grandón el cuarto, 626 Kg, ahí es nada, huyendo del capote, buscando las tablas y sin fuerza, claudica, no se emplea en los primeros tercios y llega a la muleta con muy poco fuelle, lo lleva suave y a media altura el murciano roba un par de tandas de mérito por el pitón derecho, lo único que pudo hacer. Lo intentó por ambos pitones, buen trato y sin obligarle, no podía el animal que pasaba con trote cochinero, dando saltitos, balanceando la cara, soso y deslucido, por lo que la faena tuvo muy poca transmisión y nula emoción pese a la dignidad y seguridad con la que lo solventó y pasaportó Rafelillo con una entera fulminante arriba, lo mejor de su actuación.
Firme, seguro y valiente ma ha parecido la tarde del venezolano Jesús Enrique Colombo que cumplió ante un lote que llevaba mucho riesgo dentro, dos miuras que sacaron su aspereza a relucir. Buenas fueron las verónicas de saludo al tercero, un toro con movilidad y mucha inercia pero que adoleció de falta de clase y entrega. Vibrantes y emocionantes han sido tercios de banderillas, tres pares en su estilo, velocidad y potencia, portento físico, un atleta que hoy - exceptuando el primer par al sexto, colocado a toro pasado y otro en el que a mi modo de ver se ha adornado demasiado con ambas rodillas en tierra al llamar al toro, quizás más efectista o tremendista que otra cosa, para incorporase y hacer un quiebro o recorte al toro antes de clavar un solo palo - ha cuajado una soberbia actuación con los rehiletes, ganando la cara y colocando los pares con verdad y riesgo por lo alta que llevaban la cara ambos toros, alguno incluso le ha tocado la chaquetilla y creo que rozado la cara. Con la muleta creo que ha estado muy firme e inteligente en el tercero , dándole la media altura que pedía, sin poder forzarle mucho por sus contadas fuerzas, conduciendo la embestida con mucho temple, frenando las acometidas por la inercia de la movilidad del tercero, arreaba como un trolebús en los embroques, para dibujar redondos y naturales de mérito, muy seguro, llegando a bajar la mano en los compases finales y torear con profundidad y ligazón. Mucha valentía ha mostrado ante el peligroso sexto, a la defensiva por su falta de fuerzas, corto recorrido, no pasaba, se quedaba debajo, reponía y buscaba, se la ha jugado Colombo hecho un tío , ha tragado y aguantado derrotes secos con mucha entereza y decisión, poniéndole la muleta y tratando de conducir su brusca embestida. Más no se le puede pedir, claramente por encima.
No conocía a Juan de Castilla, no le había visto torear, y debo decir que me ha dejado con ganas de verle torear de nuevo. Venía de torear en Vic esta mañana, por lo visto el vuelo se ha retrasado y ha venido directo desde Barajas a la plaza de toros donde se ha vestido. Y así, con la tensión y el nerviosismo que supongo que esa situación debe suponer, sin prepararse con tranquilidad en la habitación del hotel, ha salido a matar nada más y nada menos que dos miuras y en Madrid. Y encima lo ha hecho como lo ha hecho. Magnífico el trato que ha dispensado y cómo ha entendido y dominado la distancia y la altura que pedía el segundo, un toro con nobleza pero con escaso empuje. A media altura, concediéndole todo en los primeros compases, temple y tacto en cada muletazo, sin brusquedades, aprovechando la nobleza a media altura, ligando las series con limpieza para acabar bajando más la mano cuando el Miura se ha entregado más, profundidad y recorrido en las últimas series, toreo caro que de no haber marrado con la espada bien podía haber supuesto una oreja, pero la fuerte ovación fue más que merecida. Al quinto, ese que saltó dos veces al callejón, le dispensó la misma receta, temple y buen trato, buena colocación, la muleta siempre adelantada, corriendo la mano para llevar la embestida lo más largo que permitía el toro, ligando con clase, entendiendo también las cualidades y problemas que tenía, no llegaba a entregarse, a media altura compuso series medidas, cortas, lo que necesitaba el noble Miura. De nuevo ovación para recompensar su importante tarde en Madrid basada en la inteligencia, firmeza y solvencia, esas son las sensaciones y el gran sabor de boca que me deja.
Si Juan de Castilla ha estado así con los de Miura.... ¡que puede ser con otros toros! Se merece volver y pronto a Madrid, dan muchas ganas de verle torear.
Antonio Vallejo
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