Solo ver la reseña del apartado y sorteo de los toros de El Parralejo para el día del Santo Patrón no hacía intuir cosa buenas. Una corrida cinqueña larga, varios cerca de los seis años, y con muchos kilos de carne, hasta los 628 Kg del que cerró plaza, en una escalera de pesos desde los 542 Kg del cuarto dando una media de 583'5 kg, malos presagios. Dicho a lo bruto, viejos y gordos. Y luego empezaron a salir uno a uno, dispares y feas hechuras, bastos, eso sí, muy grandes, elefantoros, algunos con cabezas descomunales, alejados del toro armónico y proporcionado que me gusta. Sumamos estos factores y el resultado solo podía ser el que ha sido, una corrida francamente mala, sin movilidad, sin ritmo, sin transmisión y sin emoción. No aguantaban los kilos y perdían las manos , eso si no se derrumbaban con estrépito, como el tercero, encima con apuntes de mansos, escarbando, doliéndose en el caballo, saliendo rebrincados, sin entrega, las caras arriba, soltando derrotes, a la defensiva, punteando las telas, sosos y deslucidos. Así es imposible.
Ese muro infranqueable es con lo que se han topado Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y Alejandro Fermín que confirmaba alternativa. Por cierto, ya van dos en cinco días y aún queda más, otras tres, para sumar cinco de veinte y un días de corridas de toros, o sea, un 25%, casi nada. Debe ser la moda de este año. Esperemos que los próximos tengan más suerte que Alejandro Fermín que ha pasado completamente inédito, sin que pueda destacarse nada de su actuación, quizás algún muletazo suelto con cierta enjundia y un cambio de mano estético. Cierto que su lote ha sido infumable, pero tampoco ha apuntado nada que haga pensar en verle muchas veces por aquí, ni siquiera por actitud. Para colmo ha matado mal, muy mal, sobre todo al sexto, de un infame bajonazo. No mejor suerte ha tenido Ureña con su lote, pero al menos el prólogo de faena al tercero con bonitos ayudados por alto abrochados por un trincherazo y uno de la firma cargados de sabor ha conseguido arrancar los olés y una ovación. Poco más ha durado el toro, un par de tandas justitas por el derecho y san se acabó. El que hizo quinto tenía su guasa, reservón, midiendo y rebañando, aguantó el tipo Ureña, tragó lo que solo él sabe, se la jugó de verdad, enorme valor y compromiso, ante la indiferencia de unos tendidos aletargados. Siguiendo con el tono general de la tarde mató mal, se le fue la mano y la espada cayó baja en ambos toros. Pero, siendo una tarde realmente mala, siempre hay algo para destacar y han sido los pares colocados por Curro Vivas y Álvaro López "Azuquita" al peligroso quinto, ejecutados con pureza, haciéndolo todo, recogiendo desmonterados la única ovación fuerte de la tarde. Sensacionales.
Y si hablo de destacar y reconocer creo que hay que hacerlo con Miguel Ángel Perera. Lo digo directamente, ha estado muy bien. Dirán que estoy chalado, todo el tiempo hablando de corrida mala, de decepción, y ahora salgo con esto. Pues sí, en medio del fracaso ha aparecido el extremeño para dejar patente el extraordinario momento que atraviesa y que ha refrendado en Sevilla tras veinte años de alternativa. Ha entendido a sus dos toros a la perfección, les ha dado la altura y la distancia que requerían por sus escasa condiciones, les ha cuidado, mimado diría yo, en cada muletazo, con temple y suavidad, concediéndoles todo, poco a poco, series medidas, al principio con más largura, luego acortando los terrenos, la muleta puesta, en la cara, sobre todo en el cuarto, llevándole muy tapado para ligar derechazos a mano baja de mucha profundidad y unos naturales que han sabido a gloria. Y no ha renunciado a nada, ni a abrir el trasteo al cuarto de rodillas con una larga cambiada por la espalda de infarto y unos derechazos cual novillero nobel, ni a pisar esos terrenos de las cercanías en los que siempre se ha manejado como pez en el agua, vertical, pasándose los pitones por ambas manos, estático, sin inmutarse. Difícil entender que no se haya valorado mucho más lo que Perera ha hecho esta tarde, toreando con las tres C de Carlos Alcaraz, comprendo que la tarde iba como iba y la gente se desentiende, puede servir como justificación. Pero lo que en mi opinión no cabía hoy han sido los pitos y las protestas de algunos, afortunadamente muy pocos, ante la lección de poder que estaba dando Perera. Lástima que, para no romper el tono general, haya matado tan mal como lo ha hecho, dos enteras caídas tan feas como esta corrida en la que, recordando aquel anuncio de Font Vella en los años 80 que decía "no pesan los años, pesan los kilos", han pesado ambas cosas.
Antonio Vallejo
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