viernes, 31 de mayo de 2024

De manso a manso y tiro porque me toca

Hoy es facilísimo hacer el resumen de la tarde, no hay paliativos. Ha sido una auténtica mierda. Seis mansos de solemnidad, seis toros que no han valido para nada, ni gota de. bravura, ni gota de raza, ni gota de casta, ni gota de entrega, ni gota de recorrido, ni gota de fuerzas, ni gota de clase, nada de nada, el vacío más profundo. Eso ha sido la corrida de Alcurrucén y El Cortijillo, la nada. Es que no se salva ni uno, un desastre vergonzoso tratándose de este hierro. Todos iguales, sueltos de salida, huyendo, buscando siempre las tablas, sin querer saber nada del caballo, rebrincados, a la defensiva, las caras altas, cero humillación, escaso recorrido y mínimo fuelle, rajados. Así es imposible.
Y si algo se ha salvado en esta desastrosa tarde ha sido gracias a los tres matadores, Daniel Luque, David Galván, que sustituía a José María Manzanares, y el confirmante Víctor Hernández. Ha sido su entrega, su disposición, su compromiso, sus ganas, su valor y su calidad la que ha conseguido sacar, mejor dicho arrancar, algo de estos toros a base de colocación, temple, buen trato y mucha capacidad para conseguir algo de toros sin las condiciones mínimas para el lucimiento. 
Muy firme Víctor Hernández, siempre buscando la colocación y el buen trato, tirando de sus toros para arrancarles las embestidas, tratando de bajar la mano a pesar de los constantes derrotes con violencia, arriesgando con cambiados por la espalda en el sexto para tratar de levantar el ánimo de los tendidos y tragando mucho con los arreones y derrotes violentos del animal. Enorme voluntad y buena imagen, ganas de hacer las cosa bien y por la línea del toreo de buen concepto. ¡Que voy a decir de Daniel Luque que no sapamos!. está en un momento esplendoroso, dominador y poderoso, con una lucidez extraordinaria para adaptarse a la embestida del toro, la altura adecuada, temple exquisito, muletazos de magnífico trazo, limpios, casi ni un toque a la muleta, suavidad en cada toque, acariciando las embestidas, además de detalles muy toreros por bajo llenos de aromas, clase y gusto. Y cuando el segundo se ha venido abajo y se han parado acortando distancias, dejándose llegar los pitones al pecho y sacando de donde no había muletazos por ambos pitones de una verdad y un mérito fuera de serie o cuando en el cuarto, que solo buscaba escaparse en sus embestidas rectas, con tesón y empeño se ha inventado algún derechazo y natural salidos de la nada, sacando petróleo de un pozo vacío. Tampoco voy a descubrir nada de David Galván después de lo que vimos hace una semana cortando una oreja a uno de El Torero. Y hoy bien podría haberse llevado otra al esportón tras matar de una casi entera arriba volcándose con todo que fulmina al manso y que ha provocado una marea de pañuelos que yo creo eran mayoría pero que el del palco no ha tenido a bien atender. De la cabeza y la portentosa capacidad del gaditano ha nacido una faena que parecía imposible al tercero, manso hasta decir basta pero al que le ha obligado a embestir a base de colocación, ponerle la muleta en la cara, llevarlo muy cosido, taparle la cara y darle salida hacia dentro. Tandas de derechazos y naturales ligadas con profundidad y hondura que han surgido mágicas, pero no por las bondades del animal sino por el domino de Galván, que además ha desprendido torería por todas las costuras en los compase finales por bajo, genuflexo, parecían poncinas con una largura y un gusto inimaginable viendo al manso y un remate de pecho reconvertido a casi circular por su largura sin fin, eterno. Con el quinto, parado y sin viaje se ha plantado firme y decidido para robarle los muletazos de uno en uno a base de estar siempre en el sitio, magistral, derechazos y naturales, por los dos pitones surgió la magia del toreo, de su mente y su corazón a unas muñecas de seda en las que el temple venció hasta al maldito viento que durante casi toda la tarde sopló con fuerza.
Mejor no pudieron estar los tres, contra viento y mansedumbre, para imponerse en una tarde mala hasta decir basta que deja muy, pero tocado, el nombre de un hierro como Alcurrucén. Uno, dos o tres, vale, pueden salir malos, ¡pero los seis, encima uno devuelto por inválido!. No tiene justificación ninguna, el desastre ha sido escandaloso, de principio a fina, del primero al sexto, de manso a manso y tiro porque me toca.

Antonio Vallejo

 

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