Hace 104 años se producía la trágica muerte de Joselito el Gallo en la plaza de Talavera y en su memoria, como cada 16 de mayo, se guarda un minuto de silencio al finalizar el paseíllo. Y el destino ha querido que haya sido precisamente un torero de Talavera el que haya honrado la memoria del maestro de la mejor manera posible, toreando con temple y valor supremo. Ha sido con el tercero de Victoriano del Río, un toro de magníficas hechuras, bajo, fino, de tremenda seriedad, vuelto de pitones, las puntas al cielo, desafiante que ha tenido clase y entrega pero que ha pecado, como toda la corrida, de falta de fuerzas. Lo ha visto claro Rufo al irse a los medios a brindar al público, hincándose de rodillas entre las rayas del 1, citando en largo, vibrante arranque, por bajo, el viaje largo, el temple exquisito, derechazos de mucha emoción, profundos, con el toro metiendo la cara con enorme clase. Ya incorporado un par de series monumentales en redondo, la mano muy baja, la muleta barriendo la arena, temple infinito, enroscándose la embestida, obligando mucho al toro, que repite porque quiere pero que pierde las manos en los finales porque no puede con tanto, sensacionales los de pecho con los que abrocha las series, los olés roncos y sentidos que vencen a los absurdos "miaus" con los que algunos del sector sabio recibieron a este toro. Intensidad y transmisión, entregado el toro y abandonado el torero, tanto que en un cambio de mano superlativo el tiempo se detiene, el toro se para, no sé si por clavar el hocico en la arena por lo tanto que humillaba o porque su fuelle no le daba para tanto sometimiento. Rufo firme, asentado, las zapatillas hundidas en la arena, hasta que se repone y lanza por los aires a Rufo, segundos de angustia tras la voltereta, a merced del de Victoriano, incertidumbre. El ángel de la guarda de los toreros, siempre presente para echar su capote, ha hecho que afortunadamente todo haya quedado en un susto. Envalentonado vuelve a la cara y traza una serie de naturales de una hondura descomunal, templadísimos, lentos, la mano baja, ligados en el sitio, que han puesto en pie a Madrid que en su casi totalidad se ha rendido al poder, el temple y el valor del talaverano. Se tiró a matar recto, por derecho, dejando una media en todo lo alto que hizo rodar al toro. Oreja de ley en terde importante, de mucho peso y más valor si cabe, que todavía alguno ha protestado en la vuelta al ruedo. Inexplicable, habría que preguntarle a Iker Jiménez.
Acartelados en esta tarde estaban dos figuras del toreo a los que el club de los reventadores esperan cada año para hacerles la vida imposible como sea: Sebastián Castella y José María Manzanares. Da igual lo que pase que el repertorio siempre es el mismo, los "miaus" nada más aparecer en el ruedo sus toros, las constantes protestas a la colocación, que si "crúzate", que si "hay que torear", aunque realmente deben estar enamorados de Manzanares porque siempre hay uno o dos que repiten "pero que guapo eres". Es decir, lo clásico, o el día de la marmota, como prefieran.
El primero de Castella no tuvo nada, ni embroque, ni entrega, ni clase, ni fuerzas. No pasaba, siempre defendiéndose, la cara alta, arreones bruscos, absolutamente imposible. Pues no pararon de recriminar todo, yo no sé qué demonios pretendían que hiciera con semejante toro. Y Castella, que ya se sabe la película, se fue a torear en los terrenos del 7 para que vieran de cerca lo que había. Pues ni por esas, el odio ciega. Otra cosa fue el cuarto, un animal de preciosas hechuras y de una seriedad tremenda que de salida se mostró frío, sin definir, incluso apuntando querencia, pero que en la muleta rompió a embestir y tuvo clase y emoción en lo que le duró la gasolina. Vibrante el arranque de faena, estatuarios y ayudados por alto clavado al suelo, muletazos ligados en una baldosa, profundidad y trazo largo en los derechazos, mucho temple, series rotundas a las que el de Victoriano respondía con prontitud, galope ágil y fijeza, repitiendo con celo. Se vació por el pitón derecho, series reunidas, muy templadas, la muleta en la cara, el viaje largo, derechazos profundos, ligados sin quitarle la muleta de la cara, una cambio de manos celestial, lento, toreo de muchos quilates. Por el izquierdo le costaba más, protestando, menos entrega, menos recorrido, pero firme y seguro el francés para robarle dos naturales hondos de mucho valor. A partir de ahí el toro fue a menos, parado, quedándose a medio muletazo, por lo que Castella acortó distancias y se metió entre los pitones alargando a mi modo de ver demasiado el trasteo y enfriando los ánimos de la mayoría que veíamos la posibilidad de otra oreja. Mató en los medios con el toro encogido porque no podía ni con su alma dejando una media en la alto suficiente para pasaportar al buen toro de Victoriano. Al final ovación con saludos que sabe a poco.
A Manzanares, como ya imaginan, le esperaban con ganas, pero no precisamente de disfrutar con su toreo. El quinto no tuvo historia, toro con genio y sin entrega, soltando la cara, brusco, sin permitir nada por mucho que intentara ponerle la muleta, sin recorrido alguno. Nada que ver con lo que había sido el corrido en segundo turno. Un toro muy serio, con buenas hechuras y que, como sus hermanos, tuvo mejor inicio que final. Los primeros compases de la faena rebosaron torería y elegancia, doblones por bajo, largos, muy templados, y un trincherazo para romper el alma, puro sentimiento. Entre los reproches habituales, los murmullos y algunos comentarios de dudoso gusto por parte del club de los reventadores compuso Manzanares tres series en redondo llenas de empaque, acoplado, ligando por bajo, poder y mando, pasándoselo por la cintura, gusto y clase, despacio, temple, expresión y belleza, rematadas con buenos de pecho. Lástima que el viento azotara más en ese tramo de la corrida porque hizo casi imposible torear al natural, la muleta parecía una bandera ondeando y tan solo un natural suelto con enjundia fue lo que pudo sacar. Además el toro se quedó sin gasolina y el motor solo le dio para aguantar una serie final por el pitón derecho ligada con enorme clase, llevándole muy tapado, sin quitarle la muleta, con la mano muy baja, cargada de sentimiento. Mató recibiendo en la suerte contraria y la más de media en todo lo alto sirvió para recoger una fuerte ovación tras petición insuficiente.
Y un día más hay que hablar de los toreros de plata, que en este Día Internacional de la Tauromaquia han brillado con luz propia y le han dado el valor que merece. Dicen que cuando uno se acostumbra a lo bueno cada día se cansa. Pues en este caso a mi no me pasa eso, no me puedo aburrir de ver tarde tras tarde las sensacionales actuaciones de esta generación de toreros de plata que gracias a Dios disfrutamos cada tarde y que bregan y banderillean con una maestría tremenda. Lo de hoy ha sido una maravilla, las tres cuadrillas han estado de sobresaliente, con los capotes y los palos, haciéndolo no solo bien y efectivo, sino con una torería suprema. Y es que vaya nombres había hoy sobre la arena de Las Ventas: José Chacón, Rafael Viotti, Julio López, Juan José Trujillo, Diego Vicente, Luis Cebadera, Daniel Duarte, Sergio Blasco y Fernando Sánchez, ¡ole por ellos!. Sin olvidar los puyazos de Paco María y Manuel José Bernal, perfectamente ejecutados y medidos, dándole la importancia tan grande que este tercio de varas tiene y dotándole de una belleza sin igual.
Antonio Vallejo
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