¡Qué bien hice cuando acudí a las taquillas de Las Ventas a renovar mis abonos y decidí descartar esa tarde!. La verdad es que la decisión de la empresa madrileña siguiendo la norma instalada hace unos temporadas de permitir deshacerse de varias tardes sin perder el derecho de titularidad del abono es todo un acierto. Hoy he podido atender a mis obligaciones profesionales con calma, sin las apreturas de tiempo de cualquier otro día de feria, sin parar desde la mañana para poder concluir a las seis y media y tomar camino de la plaza de toros, y se agradece un pequeño respiro entre las 34 tardes de este ciclo. Además he llegado contemplo de ver la corrida por Canal Toros, enganchándome en la arena del tercero para poder ver repetido el primero y segundo gracias al sistema de rebobinado de Movistar TV. Y creo que ha sido lo más apasionante de la tarde, ver la corrida en el sofá, con el aire acondicionado puesto aliviando lo que fuera era una agobiante tarde de bochorno, y tomándome un cervecera bien fresquita. ¡Qué bien hice al descartar esta tarde!.
No es que quien dármelas otra vez de profeta ni adivino, pero es que lo de hoy se veía venir. Han sido muchos los años viendo los toros de Las Ramblas y, o yo he tenido muy mala suerte o nunca recuerdo emociones y grandes faenas con estos toros. Lo mismo han debido pensar muchos abonados, porque la imagen de los tendidos que ofrecían las cámaras de Canal Toros eran desoladoras. Más aún la cifra oficial de espectadores que David Casas ha dado en la retransmisión del cuarto de la tarde, 12.134 espectadores, la mitad de la plaza y muy justita, en pleno San Isidro, en la penúltima semana, la que históricamente estaba reservada para las grandes figuras y los hierros de postín, para las corridas de claveles que se decía antaño, ahora le llaman "postu", a las que nadie quería faltar, un escaparate del famoseo para dejarse ver. Pero en este monstruoso San Isidro nada es lo que era.
Casi tan momstruoso como los toros que han saltado a la arena, elefantoros, mastodontes, muy grandes, con mucha carne, kilos y kilos de colesterol, muy bastos de hechuras para mi gusto, un tanto destartalados y con una exageración de pitones brutal, una corrida cornalona, una auténtica barbaridad en mi opinión. Una cosa es un toro abierto de cara, otra cosa es un toro muy abierto de cara, otra muy distinta es un toro tan abierto que, como se dice, no cabe en la muleta, y otra cosa totalmente esquizofrénica es que salgan toros que no caben ni en la bandera de la Plaza de Colón. De verdad, no me gustan estas exageraciones ni estos excesos, es una auténtica locura, y encima algunos lo aplauden, porque los cuernos llegaban más allá de la M-30 aunque varios de los toros fueran dos en uno, brutales de mitad hacia delante y justitos de mitad hacia atrás, escurridos y estrechos de culata. Esa es la impresión que he sacado al verlo por televisión, pero por lo que me ha ido contando mi buen amigo Raúl, en la plaza la sensación era la misma. Y ha pasado lo que tenía que pasar, que no han valido para nada, solo para que Toribio tenga una vez más reservas de rabo de toro como para servir cientos de cenas. Una corrida sin casta, sin raza, sin empuje, sin entrega, que no ha valido en el capote, con las manos por delante, que no se ha empleado en varas y que en la muleta lo único que ha hecho ha sido cabecear, soltar la cara, sin recorrido, a la defensiva, sin un gramo de emoción, masas de carne con pitones descomunales carentes de clase alguna. Tan solo el segundo le ha permitido a Juan del Álamo torear a la verónica y rematar con un par de buenas medias y en la muleta ha demostrado movilidad y más entrega, metiendo mejor la cara. Faena poderosa del salmantino que comenzó de manera vistosa en los medios con un molinete de rodillas para después recuperar la verticalidad y cuajar varias tandas en redondo acopladas, encajado, toreo profundo de mano baja y ligazón, alternado el clasicismo de su toreo con adornes que gustaron mucho, molinetes, faroles, trincherazos. Por el izquierdo el toro protestaba y no pasaba con la misma entrega y humillación. Bajó el nivel del la faena y el toro acabó totalmente rajado. tampoco anduvo especialmente fino con la espada, pero eso no le privó de recibir una merecida ovación que respondió con saludos desde el tercio en los dos toros de su lote.
El resto de la corrida fue un monólogo de sosería y falta de raza. Tanto Morenito de Aranda como Juan del Álamo y Tomás Campos andvieron solventes, firmes y dispuestos, con claro compromiso y muy por encima de sus mastodónticos marmolillos que, o no se movía o cuando lo hacía llevaban la cabeza a media altura o más, defendiéndose, sin recorrido, eso el que no perdía las manos no sé si por falta de fuerzas, por tantos kilos, o ambas cosas a la vez. Lo intentaron de todas las maneras posibles, más disposición, compromiso y vergüenza torera no se les puede pedir a los tres, pero era imposible sacar el mínimo grado de transmisión de los de Las Ramblas. Resumiendo, una corrida deslucida y que lo mejor que ha tenido es que ha sido corta, a las nueve y cinco estaba la gente desfilando camino de la calle Alcalá.
Maraviloso descarte, ¡que acierto!.
Antonio Vallejo
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