Corría el quinto de la tarde, la faena de López simón discurría en una sucesión de muletazos sin argumento, muy mecanizados, pases y pases a un toro con nobleza pero muy poca duración, menos emoción y sin ninguna conexión con unos tendidos más pendientes de las informaciones que pudieran llegar de la enfermería, aunque quien más quien menos se temía que Pablo Aguado no podría salir a matar el sexto. Se confirmaron los malos augurios y Fandi se encargaría de la lidia y muerte del ultimo de la tarde. Desbandada en Las Ventas, la gente abandonando sus localidades a toda prisa, imagen y resumen de lo que había sido la tarde. La desilusión arribó a la plaza al ver al sevillano dirigirse a la enfermería por su propio pie tras matar al tercero y dejó a La Monumental sumida en un estado de aturdimiento que hacía mucho que no veía. El cuarto y el quinto toro no interesaban tras haber visto lo que vimos a Pablo Aguado con el tercero, tan solo interesaba volver a verle torear como él lo hace. Una cornada al entrar a matar al toro de Santiago Domecq, recto, por derecho, fue la causante de la letárgica depresión de los tendidos. Desbandada en Las Ventas, más gráfico imposible.
Una corrida de Santiago Domecq para mi gusto muy bien presentada, seria y con varios ejemplares de buenas hechuras, para mi los tres primeros, que también fueron los de mejores condiciones, con fondo de bravos y nobles, enclasados, muy soso y deslucido el cuarto, con nobleza y clase, colaborador el quinto y un sexto bravo en el caballo, con movilidad y fijeza en banderillas pero al que vaciaron en esos primeros tercios y llegó a la muleta exhausto. No acertaron dandi y López Simón en el planteamiento de sus faenas a los dos primeros toros, especialmente el primero. No lo toreó mal de capote, a la verónica, fue bonito el duelo en quites, saltilleras de López Simón y chicuelinas de Fandi, sufriendo un tropezón y quedando merced del toro. En un alarde de reflejos, facultades físicas y veteranía se hizo el quite a sí mismo lanzando el capote a la cara del toro. Toro que se empleó en varas, empujó con codicia, cumpliendo, y que en banderillas permitió al granadino desplegar todo su repertorio habitual, bullicioso y con alguna ventaja a toro pasado pero haciendo las delicias de sus incondicionales. Comenzó la faena de muleta igual de bullicioso, de rodillas, redondos largos y bajos, muy intenso, pero una vez en pie no consiguió acoplarse ni darle el ritmo que precisaba el buen toro de Santiago Domecq, metía la cara con clase, humillaba, repetía con fijeza. Toro que pedía temple y mando, darle distancia y pausas, llevarlo despacio y aprovechar así las magníficas condiciones. faena a menos con una sucesión de pases que no encontraban eco arriba. Al final gran ovación al. buen toro y pitos para Fandi. El segundo salió abanto y sin fijeza pero mantuvo una excelente pelea en varas, empujando con celo, bravo toro. Toro con movilidad y fijeza al que el madrileño no le acabó de encontrar el punto. Yo creo que pedía sitio y distancia y me ha dado la impresión que salvo los primeros muletazos con cambiados por la espalda encimó mucho al toro y digamos que le "ahogó". Faltó acople a mi modo de ver, lo que no permitió sacar cuanto llevaba dentro el De Santiago Domecq, que cambió sus fracasa embestidas iniciales por punteo de las telas al segundo o tercer muletazo de cada serie, desluciendo el conjunto. Como ocurrió con el primero, ovación fuerte para el toro en el arrastre y pitos para Alberto López Simón.
Llegaba el tercero, llegaba Pablo Aguado rodeado de una atmósfera de expectación no vista por aquí desde hace mucho tiempo. Toro que echaba las manos por delante al que Aguado recibió con el capote con suavidad, dejándole llegar, pasándoselo con suavidad, muy relajado, siendo lo mejor una media verónica de remate con sello morantista. La faena de muleta fue un recital de buen gusto, temple, suavidad, despaciosidad, relajo, torería, empapado del toreo eterno, cargado de aromas del sur, azahar y romero. Primero con la derecha, después al natural, cada muletazo era un pintura en sí mismo, trazos de maestro, de genio, de esos tocados con la varita mágica del duende. Compone la figura, cita con una elegancia y naturalidad fuera de serie, conduce la embestida con temple infinito y suavidad exquisita, redondos y naturales para soñar y no despertar, trincherillas y los de la firma, sublimes, los de pecho lentísimos, de pitón a rabo, ayudados por bajo destilando una clase descomunal. Todo va brotando fruto de la inspiración, nada es forzado, rostro sereno, ni un gesto de crispación, brazos lánguidos, muleta de seda que transporta la embestida al Olimpo del toreo, elegancia, a toneladas, la manera de andarle en la cara, sevillanía para embriagarse, arte puro para enamorarse. Y la plaza en silencio sepulcral, por momentos mi mente transportada en el espacio a La Real Maestranza y en el tiempo al toreo añejo que tanto me enamora cada vez que regresa del pasado. Silencio solo roto por los olés roncos y sentidos de una afición maravillada, quejíos flamencos de pasión en Madrid, una armonía y conjunción perfecta toro-torero-afición que difícilmente volveré a sentir. Culminada la maravilla, abandonado a la inspiración, dueño del duende, todo hecho, Madrid en pie, en estado de trance, levitando, asiste en respetuoso silencio a la suerte suprema, deseando solo una cosa que miles de corazones ardientes de emoción torera esperan para estallar de júbilo. Se tira a matar Aguado, recto, por derecho, pincha, el toro le empitona por el muslo, cornada, se duele, la sangre mancha la taleguilla, pasa un calvario con los aceros, pero da igual, para mi ese tiempo no existe, se ha borrado de mi cabeza, no me importa, lo grande ha sido sentir el alma rota de alegría por tan infinita torería. Gran ovación a otro buen toro de Santiago Domecq y una ovación mucho mayor para Pablo Aguado, una ovación tan de verdad que llega a hacer asomar algunas lágrimas en los ojos de unos aficionados que se resisten a ver al joven maestro abandonar por su propio pie camino de la enfermería.
¿Les extraña que tras la intensidad de lo vivido Las Ventas hayan quedado sumidas en letárgica depresión?. La sensación que he tenido es que la plaza se ha desinflado, se ha quedado huérfana de toreo, adiós a los sueños albergados y guardados como un tesoro del que Aguado tenía la llave.
Poco interés han tenido cuarto y quinto, noblotes por decir algo, pero sin fondo, sosos y deslucidos. Ni las banderillas bullangueras de Fandi consiguieron sacar del letargo a los tendidos. Solo el sexto pudo redimir en algo la tristeza de una afición resignada a no volver a ver al sevillano. Un toro con clase y entrega, humillación en el capote y fijeza, lo que aprovechó Fandila para recibirlo con un ramillete de verónicas templadas, acompañadas con la cadera, con mucho gusto, para después dejarnos una variedad de suertes de capa entrelazadas, chicuelinas galleando, caleserinas, faroles, todo un repertorio de toreo bueno de capa. Sensacional pelea del último toro del serial isidril, no del abono, en el caballo, arrancándose de lejos con sensacional galope, empujando con la cara abajo y metiendo los riñones, llegando a derribar al picador de forma aparatosa en el primer encuentro. Grandísimos puyazos de Manuel Bernal perfectamente agarrados y medidos que se retiró en medio de una atronadora ovación. Parte del público censuró a Fandi su manera de colocar los palos, esto le tocó la moral u otra cosa, sacó su vergüenza torera y dejó los mejores pares de toda la tarde, con máxima exposición al clavar por dentro y mucha verdad, esta vez cuadrando en la cara. Pero entre lo que se exigió al toro en varas y en banderillas, el granadino incluso pidió al palco permiso para colocar un cuarto par, algo innecesario a todas luces, el buen toro de Santiago Domecq llegó a la muleta sin un gramo de energía a pesar des clase. No dio para más, pases inconexos que no llevaban a nada, no existió faena y Fandi hizo bien al abreviar.
Pero para entonces la tarde ya estaba marcada por Pablo Aguado, por el recuerdo imborrable del duende, de su toreo magistral, divino, y por el vacío en que nos dejó inmersos su ausencia. Desbandada en Las Ventas, ¿a alguno le extraña?.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario