Tras la Beneficencia regresaba el abono, la penúltima, mañana la última y para el fin de semana la de Cultura y Prensa, las otras extraordinarias que se ofrecían junto al abono y que creo que ningún abonado ha renunciado a ellas porque, salvo cuatro o cinco carteles de auténtico interés eran lo más rematado. Volvemos a aterrizar en una plaza con unos dos tercios de entrada y mucho cemento al aire, volvemos a la cruda realidad de un San Isidro a medio gas en cuanto a público y a la desesperante comprobación de que las emociones y el toreo de ayer fue un oasis en el desierto. Después del arrebato de ayer con el "no hay billetes" colgado y la pasarela de famoseo y rostros conocidos del mundo del toro, el deporte, la farándula y quién sabe qué más hoy despertábamos del sueño y nos abofeteaba la dureza del día a día de este San Isidro largo y plúmbeo en esta última semana que se está haciendo cuesta arriba.
Muy poco ah contribuido la corrida de Cuadri para aliviar la fatiga de estos días en los que poco o nada ha pasado y que han tenido como nota común la desilusión y la decepción. Ha sido que la despedida de un ganadero como Fernando Cuadri haya sido tan triste y gris. Muy lejos queda aquel año 1996 en el que la ganadería onubense fue galardonada con el premio a la mejor corrida de ese San Isidro, o las muy buenas corridas que lidió en 2010 y 2014 en Madrid dentro del ciclo isidril, muy lejos en el tiempo y en el comportamiento de los toros. Cuadri es un ejemplo admirable de amor y entrega al toro bravo, un ejemplo de trabajo y esfuerzo siguiendo siempre una misma línea sin renunciar a sus principios. Es muy difícil mantener en pie y en primera línea una ganadería tan peculiar como es Cuadri, que se considera ya un encaste propio con origen en sangre santacolomeña, pero que se nutre única y exclusivamente de su propia sangre y que ha criado un toro diferente a todos, algo parecido a lo que es Miura. Y hay que descubrirse ante eso. La fuerte ovación que Fernando Cuadri ha recibido por parte de una plaza en pie antes de que saltara el primero de la tarde ha sido el gesto de reconocimiento y agradecimiento de Madrid hacia alguien que representa la verdad y la pureza del toro.
Después han ido saliendo uno a uno los seis ejemplares que desde Huelva embarcó el ganadero camino de Madrid, seis toros de una seriedad imponente, de unas hechuras excelentes, con el trapío propio del hierro, seis toros de bellísima lámina, preciosos, una delicia para la vista, pero seis toros que se han quedado en eso, en lienzos maravillosos, cuadros en los que mirar y admirar la estampa de la bravura. Por desgracia todo ha sido fachada, un armazón con muy poco contenido dentro, seis toros faltos de raza y casta, sin recorrido, sin movilidad, parados, a la defensiva, que reponían, que se revolvían, siempre con la cara alta, soltando derrotes secos al aire, sin humillar, sin clase y justos de fuerzas, las manos por delante de salida, sin entrega. Una pena, no se merecía D. Fernando una despedida de Madrid así.
Ni Rafaelillo ni Octavio Chacón han tenido opción alguna con sus respectivos lotes. Toros sin una gota de emoción, deslucidos, soltando la cara y reponiendo, eso cuando no rebañaban. más que dignos han estado ambos matadores, tratando de ponerles la muleta, de llevarlos embarcados, pero nada de nada, los curdos no se dejaban. rafaelillo ha podido sacar tres o cuatro muletazos en redondo al primero pero nada más que reseñar, salvo que los dos han estado más que dignos, voluntariosos y tenaces, sin perder la cara a los toros en ningún momento, exponiendo con verdad en muchas fases de la faena, como el arrimón de Chacón en el segundo, siempre con los cincos sentidos alerta ante unos toros que se revolvían a medio viaje. No se les puede pedir más al murciano y al gaditano, mucho esfuerzo sin recompensa ni reconocimiento.
López Chaves ha contado con el único del encierro que ha tenido al menos una dosis de movilidad y entrega por el pitón izquierdo, el quinto. Un toro al que a base de colocación, paciencia y el conocimiento que da la veteranía ha conseguido someter en tres tandas de naturales magistrales, templados, con hondura, la mano muy baja, con los vuelos de la muleta barriendo la arena venteña, todo muy despacio, naturales lentos para disfrutar uno a uno, rematando las series con sensacionales de pecho, especialmente el último, lentísimo, una eternidad llevándoselo de pitón a rabo.
Poco más ha tenido la corrida que merezca la pena. Quizás el saludo capotero de Rafaelillo al primero, con gusto, templado, por bajo, sometiendo al toro, pero que ha durado un suspiro, y la lidia de López Chaves al segundo, andándole hacia atrás con el capote a ras de suelo para tratar de hacerle humillar, algo que luego se vio era un imposible absoluto, y al quinto, llevándolo al caballo por delantales repletos de torería.
Una cosa que no quiero dejar pasar es que una vez más creo que se han confundido muchos conceptos en varas. La corrida no se ha empleado en varas, no. Entrar al peto con fuerza por la inercia de los kilos - aprovecho para comentarles que la corrida ha tenido un peso medio de 602 Kg, una barbaridad, con toros que han ido desde los 570 Kg por abajo hasta los 642 Kg del sexto - es una cosa, y otra bien distinta es pelear con bravura en le caballo. Esto último lo han hecho con cuentagotas, por mucho que algunos hayan jaleado a toro que empujaban con la cara arriba como si jamás se hubiera visto un puyazo igual, como ha sido el quinto. Para mi tan solo primero y segundo han empujado con la cara abajo y metiendo los riñones con codicia en el primer puyazo, puesto que en le segundo puyazo de cada uno se hondeado pegar sin más. Y en el sexto, que con sus 642 Kg en movimiento chocando contra el peto era un auténtico trolebús, se la ha montado una bronca de padre y muy señor mío a Juan Melgar porque ha agarrado el puyazo a la primera y ha parado la brutal acometida picando con dureza. Yo no sé lo que algunos quieren, a lo mejor que aguante el monstruoso topetazo mirando al toro y diciéndole que no empuje. Vamos, que si Melgar no se defiende con la vara a estas horas aún estaba en donde las banderas.
Una cosa que no quiero dejar pasar es que una vez más creo que se han confundido muchos conceptos en varas. La corrida no se ha empleado en varas, no. Entrar al peto con fuerza por la inercia de los kilos - aprovecho para comentarles que la corrida ha tenido un peso medio de 602 Kg, una barbaridad, con toros que han ido desde los 570 Kg por abajo hasta los 642 Kg del sexto - es una cosa, y otra bien distinta es pelear con bravura en le caballo. Esto último lo han hecho con cuentagotas, por mucho que algunos hayan jaleado a toro que empujaban con la cara arriba como si jamás se hubiera visto un puyazo igual, como ha sido el quinto. Para mi tan solo primero y segundo han empujado con la cara abajo y metiendo los riñones con codicia en el primer puyazo, puesto que en le segundo puyazo de cada uno se hondeado pegar sin más. Y en el sexto, que con sus 642 Kg en movimiento chocando contra el peto era un auténtico trolebús, se la ha montado una bronca de padre y muy señor mío a Juan Melgar porque ha agarrado el puyazo a la primera y ha parado la brutal acometida picando con dureza. Yo no sé lo que algunos quieren, a lo mejor que aguante el monstruoso topetazo mirando al toro y diciéndole que no empuje. Vamos, que si Melgar no se defiende con la vara a estas horas aún estaba en donde las banderas.
En resumidas cuentas, una corrida para ver la belleza del toro bravo, su estampa altiva y sus imponentes figuras, que hubieran saltado ruedo, una vueltecita y otra vez para dentro, olvidándonos de su carencia de fondo de bravura, casta y raza. Maravillosos cuadros de Cuadri para tener colgados en casa, mirarlos, admirarlos y embelesarse con ellos. Pero eso creo que no es el toreo.
Antonio Vallejo
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