jueves, 6 de junio de 2019

23ª de San Isidro: Robo indecente en Las Ventas


Vamos a jugar a lo que hacíamos de pequeños, aquello de adivinar películas, que también lo hacíamos como chiste. Se abren el telón. Aparece un toro y un torero. El torero lo torea con mando y poder, lo entiende a la perfección y por su mejor pitón compre series de una calidad y una belleza extraordinaria. Además con adornos de torería y dosis inmensas de valor al final. Lo mata de una estocada merecedora de premio al final de la feria tras un pinchazo y la plaza de Las Ventas es un mar de pañuelos pidiendo la oreja, menos unos  quince o veinte de una manada que dicen que no. Y en el palco un fulano que se acojona y no saca el pañuelo que debía por reglamento y que suponía la Puerta Grande para el torero. ¿Cómo se llama la película?: "Robo indecente en Las Ventas", de los creadores de "Comisarios cobardes" y "La infecta manada del 7". Eso es lo que de nuevo ha ocurrido en Madrid, cuyo palco tiembla cada vez que un matador va a abrir la Puerta Grande. Y eso que los presidentes son Comisarios de Policía. ¿Y estos son los que tienen que protegernos en nuestra sociedad?. Pues que Dios nos libre, menuda tropa. El personaje de hoy responde al nombre de José Magán Alonso, el que ha faltado gravemente al reglamento a sabiendas, porque ha tenido tiempo más que de sobra para contemplar el mar de pañuelos blancos ya que el tiro de mulillas ha tardado ni sé en enganchar al sexto de la tarde, y se ha negado a conceder una oreja legítima a Ginés Marín por miedo a que otro día le monten el numerito de las pancartas. Un miserable cobarde, un tipo sin un mínimo de dignidad, que se ha cagado vivo en los pantalones claudicando ante la presión de la manada, miedo, temor, terror a lo que le pudieran decir cuatro matones de un tendido que han impuesto su ley ante la falta de hombría de quien se supone que representa la ley, en este caso el reglamento, y que ostenta el cargo de Comisario de Policía, ¡qué asco!.
Una corrida de Garcigrande y Domingo Hernández que se ha remendado con uno de Buenavista desigual de hechuras pero que salvando el primero ha estado muy bien presentada, con seriedad, sin estridencias ni excesos de kilos, en general en tipo los cuatro de Garcigrande y el de Domingo Hernández. Solo con nombrar el hierro ya pueden suponer cual era la postura prefijada desde casa en el 7, es de los que tienen en su lista negra los talibanes. Protestar todo lo que saliera era la consigna, daba igual, y también molestar todo lo posible a los tres matadores. Una vez más han hecho el ridículo más tremendo tan solo con su actitud en el tercero, al que le han pitado de salida, alucinante. Un toro de preciosas hechuras, proporcionado, muy serio, cornidelantero sin exageraciones, astifino, con un trapío impresionante, y que ha tenido bravura, clase, humillación, repetición y duración. Pues la panda de sabios lo han protestado y se la han tenido que envainar cuando el animal ha sido despedido con una atronadora ovación en el arrastre. ¡Toma ridículo espantoso una vez más!. Si es que no tienen ni idea.  Lo que no ha estado tan bien ha sido el juego. Deslucidos y sin fondo alguno primero, cuarto y quinto, extraordinario el referido tercero, con clase mientras ha durado el segundo y bueno al romper en la muleta el sexto.
Ni una opción ha tenido Sebastián Castella con un lote imposible. Ninguno de sus toros ha tenido un pase, sin recorrido, sin fuerza, sin clase, sin raza, sin nada, pasaban, cuando lo hacían, con sosería y sin entrega, cabeceando, quedándose a medio viaje, revolviéndose, y otra vez a soltar la cara. Lo mejor del francés ha sido la disposición, intentando lo que a todas luces era imposible, y el haber abreviado con excelente criterio en ambos toros ahorrándonos el tedio de ver intentos de pases sin sentido alguno. Por cierto, ¡cómo ha estado la cuadrilla de Castella!, sensacionales  Rafael Viotti al banderillear  el primero y José Chacón en el cuarto, acompañados de Fernando Pérez, fácil y seguro.  Pares colocados en la cara, asomándose al balcón, saliendo con torería, grandes toreros de plata. 
Álvaro Lorenzo debe haber cometido algún pecado gordo porque si no es difícil entender la hostilidad continua hacia su toreo toda la tarde. No sé, quizás su pecado fuera abrir la Puerta Grande el Domingo de Resurrección del año pasado, cualquiera sabe lo que se les pasa por su mente enferma a estos sabios. El toledano ha recibido al segundo por verónicas templadas, con gusto, ganado pasos a un toro con nobleza pero ciertamente distraído, que ha empujado con un solo pitón en el caballo, desentendido en el quite por verónicas de Ginés, sin excesiva movilidad y fijeza en banderillas, lo que no ha sido impedimento para que Rafa González y Alberto Zayas cuajaran un grandísimo tercio de banderillas de poder a poder con mucha exposición, verdad y torería infinita a la salida de la suerte, viéndose obligados a responder desmonterados la estruendosa ovación. Los doblones de inicio, preñados de temple y torería muestran a un toro noble y enclavado, con movilidad y recorrido, además de tomar bien la muleta. Por le pitón derecho instrumenta tandas de redondos con cierta falta de contiunidad, unos muletazos los toma bien el garcigrande, otros protesta y cabecea pero en todos está presente el toreo de temple y mano baja de Lorenzo que liga las tandas con mucha clase pero con falta de ritmo por lo cambiante del toro, pero ha habido derechazos para enmarcar.  Por el pitón izquierdo han salido sin duda las mejores tandas, naturales con hondura, muy templados, de nuevo la mano baja, mando en la muleta, series ligadas en le sitio, a pesar que algunos estuvieran empeñados en amargarle la tarde protestándole todo. Toro noble y con condiciones mientras le han durado las fuerzas, por lo que se quedaba a medio recorrido desluciendo el conjunto o se paraba cuando lograba concluir el muletazo, por lo que el toledano quedaba lógicamente descolorado, pero no se le daba ni una milésima para volver a ponerse, ya estaban los de los sitios y el "estás fuera", molestos, cansinos, dando por saco una y otra vez. Pinchazo y entera arriba pasaportan al de Garcigrande y la cosa queda en silencio. Con el quinto ni una opción, un toro precioso y de excelentes hechuras, muy serio, pero que no le ha permitido nada más que alguna verónica suelta de recibo por su poca fijeza, un toro sin entrega, distraído, con la cara alta, que derriba por inercia en el primer puyazo más por inercia que por emplearse y que en banderillas se mostró parado, reservón, midiendo. En la muleta embiste a oleadas, con brusquedad, la cara alta, sin clase. Trata de templarlo en redondo, le ofrece la muleta pero dice que naranjas de la China, no se entrega, suelta la cara, derrotes violentos, defendiéndose. Peor por el pitón izquierdo, todas esas malas cualidades elevadas a la enésima potencia, además de acabar totalmente rajado. Enorme el esfuerzo y la dignidad de Álvaro Lorenzo ante un toro deslucido al que lo mejor que se podía hacer era despacharlo con brevedad como hizo el toledano. 
Ginés Marín tuvo en suerte el mejor lote con diferencia, especialmente el antes referido tercero, ese toro bellísimo y con gran trapío que los sabios protestaron supongo que porque la tablilla marcaba 518 Kg quedando en evidencia una vez más cuando ha sido fuertemente ovacionado en el arrastre por su bravura. Desde que tomó el primer capotazo se adivinaban sus condiciones, metía la cara con enorme clase, con fijeza, repetidor. Magistrales las verónicas de saludo del gaditano, temple y gusto en cada lance, el mentón hundido, acompañando la embestida, a compás, y una media de remate para quitar el sentido. Bravo en el caballo, empuja metiendo los riñones, la cara hundida bajo el peto, con codicia. El quite de Marín al sacarlo del caballo ha sido gloria pura, por verónicas, sí, el quite por excelencia, el más bello, que además lo ejecuta con un arte único, verónicas supremas, muy lentas, una auténtica delicia, y otra media para rematar de auténtico cartel. En banderillas el de Domingo Hernández sigue mostrando su magnífico son, va con fijeza y recorrido, magnífico tercio de Antonio Manuel Punta y Manuel Izquierdo, con mucha verdad y facilidad. El inicio por bajo desprende torería por todas las esquinas, por bajo, trincherilals ganado pasos, cada cual más bella, pellizco del bueno, para rematar con uno d pecho a la hombrera contraria magistral. Por el pitón derecho el toro va en largo, humilla, hace el avión que es una locura, repite,  bravura y clase, series de redondos profundos, largos, enganchándole alante, tirando del toro que va de dulce, temple y ligazón, la mano baja, poderoso, vaciando la embestida por debajo del palillo, un cambio de mano celestial, uno de pecho glorioso y uno de desdén para perderse en el Paraíso. Tremenda dimensión de Ginés Marín sabiendo entender a la perfección la bravura del animal. Por el pitón izquierdo le cuesta algo más pero acaba entregado al mando de Ginés. Naturales sin el ritmo y el son de los derechazos pero de uno en uno van naciendo, con hondura, muy templados, largos, siempre por abajo, muy lentos, un pase de las flores adorna el conjunto y uno de pecho lentísiomo y larguísimo, infinito desenfrenan las emociones. Un molinete garboso y elegante precede a una majestuosa tanda en redondo, de una profundidad abisal, ligada despacio, arrastrando la muleta, y un cambio de mano eterno, y otro de pecho divino, y otra serie más dando el pecho, encajado, desmayado, el compás muy abierto, más temple y gusto si es que era posible, y otra trincherilla de ensueño, y otro de pecho para echar a volar los sentimientos. El epílogo de faena no pudo ser más bello, ayudados por bajo, a dos manos, aromas del sur, otro trincherazo, y otro de desdén, y uno de pecho que por haber sido el último quizás fue el más emocionante, muy lento, parecía no acabar nunca. Mata de un estoconazo en todo lo alto y la oreja cae con todo merecimiento. La ovación atronadora que se le dedicó a este bravo toro de Domingo Hernández que los sabios pitaron de salida aún resuena por la calle Alcalá, no era para menos. El sexto no mostró el. mismo tranco de salida, aprieta hacia dentro en los primeros lances de capa, verónicas pies juntos en le tercio, suaves, le capote lacio, muchos aromas en cada una, gana pasos y remata con una buena media. Toro sin acabar de definirse en los primeros tercios, que parece empujar en la primera vara pero luego se deja pegar sin más en el segundo puyazo, ciertamente parado en banderillas, sin demostrar grandes cosas. Pero acabó rompiendo en la muleta por ambos pitones, primero por el pitón izquierdo, por el que arranca la faena sin probaturas. Sensacionales tandas de naturales, con recorrido, largura y temple, adelantando la muleta, tirando del toro hasta completar el viaje, la mano baja, poder y clase, series ligadas en le sitio que remata con sensacionales pases de pecho. Por el derecho se muestra rotundo, temple y profundidad, ligazón y sometimiento, los cambios de mano supremos, un lujo para los sentidos. Vuelve al izquierdo pero se va apagando el de Garcigrande, los naturales mantiene el mismo temple, pero el recorrido no es el mismo. Inteligente Ginés, le pierde un pasito y así aprovecha la inercia de la noble y enclasada embestida del toro para hilvanar la serie con dos redondos poderosos que hacen crujir el alma torera de cualquier aficionado, aguanta un parón interminable con la punta del pitón en la cadera y remata con uno de pecho muy lento y largo que pone a Madrid en pie. Las bernardinas finales son de UVI, ajustadísimas, con mucha verdad, y la trincherilla que precede a otro de pecho monumental son el broche de oro a una faena de Puerta Grande. Un pinchazo arriba y un estoconazo brutal arriba, perfecto, volcándose y hundiendo el estoque hasta la empuñadura hacen que el garcigrande ruede sin puntilla en unos quince segundos y la plaza se inunde de pañuelos blancos pidiendo la oreja. Mucho tiempo ha tenido el tal José Magán Alonso, tipo cobarde y ruhín, para calibra la enorme magnitud de la petición. ¡Hasta las mulillas se estaban dando cuenta!, no querían dejar enganchar el tiro al pitón del toro, se resistían una y otra vez, y la petición incluso crecía un poco  más. Y el tipo que no saca el pañuelo violando de manera gravísima el reglamento, pero le da igual, porque ha contentado a los cuatro de la manada que han aplaudido en su esquizofrenia paranoide un robo indecente en Las Ventas a manos de un supuesto servidor de la ley.
Las declaraciones de Ginés Marín a las cámaras de Canal Toros que he visto al volver a mi casa le engrandecen como torero y como persona: "Me parece una osadía e injusticia tremenda. Este señor ni llega a atisbar siquiera el sacrificio que lleva un torero, lo difícil que es llegar a una plaza como Madrid y que un señor sentado en un palco te prohiba con toda la frialdad salir por la Puerta Grande. Al final estamos en manos de quien no debemos". Se puede decir más alto pero no más claro y son palabras que debieran tenerse muy en cuenta y empezar a tomar medidas contar estos oKupas del palco y contra los verdaderos culpables de todas estas injusticias y barbaridades, el maldito 7, que les tiene cogidos de la entrepierna plegados a sus caprichos y sus fobias.

Antonio Vallejo  

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