Nada, que esto no remonta, que el tren de San Isidro parece que amaga con descarrilar como no venga rápido algún jefe de estación que indique a algún operario que lo cambie de vía y lo meta por la del AVE, a ver si así sale de la peligrosa deriva hacia el aburrimiento que salvo picos puntuales lleva este ciclo 2019, al menos en los últimos días.
Si alguno de ustedes leyó lo de ayer seguramente pensará que he hecho un corta y pega, idea que me ha dejado caer mi buen amigo Raúl minutos antes de finalizar el festejo, ¿por qué no haces un corta y pega de ayer que es lo mismo?. Total, cambio algunos nombres y ¡hala!, como si fuera el rincón del vago, me alivio y dejos esta entrada lista en diez minutos. La verdad es que dan ganas porque lo de hoy, con la expectación y la ilusión que había despertado en la afición esta corrida, no ha sido más que un nuevo capítulo de decepción.
Lo que sí voy a hacer es lo que con acierto Ferrera, Urdiales y Marín han hecho con el segundo, tercero, cuarto y sexto, abreviar. Toros que no han tenido nada, sin entrega, sin clase, sin fuerzas, sin emoción, que iban con la cara alta, soltando derrotes, cortos de recorrido, nada de nada a pesar de la voluntad de los tres matadores por sacar algo de pozos vacíos. Toros ingobernables y con algo más que un punto de mansos ante los que han hecho lo mejor, intentarlo, mostrar sus nulas cualidades y matar con rapidez, tanta que a las nueve y cinco minutos mi mujer y yo salíamos por la explanada de Las Ventas para volver paseando por la calle Alcalá hasta casa en un precioso y agradable anochecer primaveral madrileño.
Podría decir que la brevedad ha sido lo mejor de la tarde, el remedio perfecto contra el tedio que colgaba cual espada de Damocles sobre el ruedo venteño creando una atmósfera de letargo de la que tan solo hemos despertado en momentos puntuales, tres concretamente que son lo único que merece destacarse en esta tarde de viernes.
El primero se ha vivido en dos fases, concretamente en dos pares de banderillas al primero y al cuarto. Ese momento tiene nombre y apellido, Fernando Sánchez, con eso queda todo dicho. Una vez más dejando los garapullos - va por usted, maestro Rodríguez - de manera portentosa, con verdad y exposición además de la torería habitual en el andar hacia la cara del toro y en el salir de la suerte. Son siete ya las tardes que Sánchez, Fernando, no confundir con otro falto de clase y con mucho peligro, ha comparecido en este San Isidro, y aún quedan nueve días, esperemos verle al menos un día más. Con Joelito Adame, con Ángel Sánchez y las tres tardes de Antonio Ferrera además formar en la cuadrilla de los novilleros Marcos y Francisco de Manuel. No me extraña que muchos quieran contar con este tercero de lujo, un gran torero de plata que además de poner las banderillas como nadie lidia de maravilla, como ha demostrado hoy en un quite cuando el primero se iba suelto al caballo que guardaba puerta, con un único capotazo lo ha fijado y se lo ha llevado a otros terrenos andándole hacia atrás.
El segundo momento que nos ha apartado del letargo ha sido tempranero, con el primero, incluso generó ilusiones por todo lo que podría llegar, pero se esfumaron rápido, demasiado. Un toro con movilidad al que Antonio Ferrera llevó a terrenos de chiqueros y Alí le planteó una faena que tuvo emoción por la repetición del alcurrucén. Directamente por el pitón izquierdo, tratando de templar las arrancadas de un toro al que le costaba humillar y que apretaba hacia dentro pero al que Ferrera le sacó naturales de hondura y largura, bajando la mano poco a poco, cada vez más, hasta llegara. componer un par d tandas finales por ambos pitones de mucho mérito, templadas y profundas, con mucho gusto y la torería que impregna cada movimiento del maestro, toreando sin la ayuda en redondo y al natural, cerrando la salida para evitar la huida del animal a tablas. Los adornos toreros del final, una trincherilla y un cambio de mano que engarzó con un redondo que acabó en circular pusieron a la plaza en pie. Mata de entera al encuentro más que en la suerte de recibir en un alarde de improvisación puesto que el toro se arrancó cuando estaba perfilándose y afloran bastantes pañuelos, muchos, pero no en mayoría suficiente para ganar una oreja. Una fuerte ovación que Ferrera saluda desde los medios despide al maestro en este primero, ¿y por qué no una vuelta al ruedo?. Esa faena y esa estocada con petición fuerte pero insuficiente justificaban plenamente una vuelta al ruedo. Se están perdiendo las buenas costumbres, como en casi todo.
Y el tercer momento destacable vino en el quinto de la mano de Diego Urdiales, que sembró el ruedo de torería, de gusto, de reposo, de serenidad y de sabores y aromas a toreo añejo. Técnica y paciencia, poco a poco, con temple descomunal, primero todo a favor del toro, concediéndole la distancia y la altura, cuidándole, enseñándole el camino, sin obligarle pero sin perder el sitio. Muletazo a muletazo, redondos y naturales iban surgiendo de la muleta del riojano, con profundidad y hondura, despacio, algunos muy lentos, toreo relajado, con naturalidad, trincherillas repletas de aromas ornamentando una faena de maestro, de alguien que conoce muy bien la profesión y al toro, clase y gusto exquisito en cada pase, faena para degustar en cada sorbo, como esos magníficos vinos de su tierra. Otra fuerte ovación despide al de Arnedo tras una actuación de mucho mérito por las condiciones del toro, soso y deslucido al que le hizo todo.
Una pena que Ginés Marín no haya podido sumar momentos destacables en esta tarde, básicamente porque le correspondió un lote ante lo único que se podía hacer era lo que hizo el jerezano, ponerse firme, tratar de someterlos y templarlos y ante la manifiesta imposibilidad, machetazos y matarlos a la mayor brevedad posible. Entrega, disposición, valor, buena técnica y brevedad son por sí solos destacables, no me parecía justo acabar sin destacar las cualidades de Ginés, al que hace dos días un tal José Magán le robó una Puerta Grande que era suya.
Mañana nuevo capítulo de este largo serial que es el San Isidro 2019 y que amenaza con convertirse en un culebrón insoportable si no cambia la deriva de estos últimos días. Esperemos que mañana los rejones cambien el título.
Antonio Vallejo
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