viernes, 18 de mayo de 2018

10ª de San Isidro: Luis David y un juampedro de bandera


La tarde de hoy venas enmarcada entre dos de las llamadas de máxima expectación, de esas en las que si no se cuelga el cartel de "no hay billetes" poco le va a faltar. Ayer fueron los de Cuvillo y las orejas cortadas por Ferrera, Manzanares y Talavante los que lanzaron a un San Isidro al que le estaba costando un mundo levantar el vuelo. Mañana serán los de Jandilla/Vegahermosa para Juan José Padilla, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey el reclamo para los aficionados y el público general que a buen seguro llenarán los tendidos venteños. Entre medias una corrida de Juan Pedro Domecq remendada con uno de Parladé para tres matadores de muy distinto corte: Finito de Córdoba, torero maduro, con mucha clase y torería, Román, un joven vendaval dispuesto a hacerse un hueco a base de ganas, disposición y valor, y Luis David Adame, Luis David en los carteles, representando junto a su hermano Joselito a México en España, tratando de llevar de nuevo el toreo mexicano al lugar eminente que siempre ha tenido. No es de extrañar por tanto que hoy se haya palpado en el ambiente  cierta resaca tras la borrachera  de  emoción y toreo de muchos quilates vivida con los buenos toros de Cuvillo y que los tendidos hayan registrado unos dos tercios escasos de entrada, sinceramente algo pobre para el cartel que era, y que a los asistentes les haya costado bastante entrar en calor y meterse en las faenas, dándome la sensación que la gente estaba un tanto distraída, "ausente", a otra cosa, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía en el ruedo y han tenido que ser Román y Luis David quienes prendieran la mecha de una traca que ha tenido su cúlmen en el tercero de la tarde. 
Una corrida que se iniciaba con un minuto de silencio a uno de esos Ángeles de la Guarda, uno de esos cirujanos que cada tarde cuidan y salvan la vida de los toreros, profesionales de primerísima categoría. Ha fallecido esta pasada madrugada, a los 80 años de edad, el Dr. D.Ramón Vila, cirujano jefe de la Real Maestranza sevillana durante 33 años y Las Ventas han recordado la memoria de ese auténtico maestro en un sentido y merecido minuto de silencio que seguramente habrá vivido con especial intensidad otro grandísimo médico y cirujano, el Dr D. Máximo García Padrós. 
Corrida bien presentada, muy seria, de buenas hechuras en general, ofensiva y astifina, con dos  toros, primero y sexto,  que a mi parecer ha roto un poco la armonía del encierro, los dos precisamente que pasaban de los 600 Kg, 615 y 631 Kg respectivamente, y que me han parecido atacados de kilos, el primero gordo, sin paños calientes, demasiados para un toro de encaste Domecq.  Un encierro que en cuanto a juego y comportamiento ha estado marcado por la manejabilidad y nobleza, con movilidad, alguno exigente como el sexto pero al que le ha faltado empuje, fuelle, fuerzas en definitiva, y en le que ha destacado por encima de todos el espectacular e impactante jabonero corrido en tercer lugar, un toro bravo, noble y enclasado, que humillaba, con movilidad, pronto, repetidor, con recorrido y duración, un gran toro, un toro de bandera que ha sido despedido con una grandísima ovación en el arrastre. Y eso que a mi los jaboneros sean la capa que más me guste, me quedo con el negro y los castaños o colorados, pero era un tío, serio, abrochadito de pitones, agradable de cara, un galán que suele decirse. 
Finito de Córdoba se ha llevado el peor lote y tan solo ha podido dejar detalles, destellos de toda la clase y torería que atesora. El primero es un animal parado desde el principio por su tremendo volumen, pasado de kilos, que no puede con el alma y es incapaz de desplazar tanta carne. Un ramillete de verónicas templadas, acompasadas, ganando terreno para rematar con tres medias de auténtico cartel dejan en el aire aromas de toreo elegante y con gusto exquisito que lleva dentro. Toro con nobleza, manejable, que metía bien la cara pero con un trote cansino, con escaso recorrido, sin fuerzas. Técnico y aseado Finito, dibujando muletazos  que surgían aislados, redondos profundos, naturales con hondura cargados de sabor y clase, pero sin continuidad, en un trasteo anodino que no ha tomado vuelo. Al cuarto lo lancea con suavidad a la verónica en el recibo con el capote, mimándolo desde el principio porque se veía que tampoco tenía recorrido ni fuerzas. Toro deslucido, muy flojo, parado, cuando se mueve lo hace cabeceando, cortando el viaje, toro imposible, sin opción alguna de lucimiento ante el que Finito ha alargado en exceso la no faena, no sé si para justificarse, algo que me parece que el de Sabadell no necesita hacer a estas alturas de su carrera y con todo lo que ha demostrado en sus 27 años de alternativa. Silencio en ambos para cerrar su única actuación en este San Isidro.
El valenciano Román es uno de los exponentes de la nueva generación de toreros encargados de recoger el testigo de los Ponce, Juli, Morante, Ferrera, Padilla, Talavante, Castella, Perera....Un torero pasional, un autentico vendaval, todo ganas y entrega, arrebatador, como el saludo capotero al segundo, echándoselo a la espalda, alternando gaoneras y caleserinas para rematar con una revolera que han sacado del letargo al público venteño. Empuja en el caballo, cumplidor, y permite a Raúl Martí y "el Sirio" completar un sensacional tercio de banderillas que no ha encontrado el eco en los tendidos que creo merecía. Lo cita en largo, el "cartucho del pescao" arranca la faena, el toro va largo, tiene movilidad, galopa con brío, embiste con fuerza por la inercia, con cierta brusquedad, la cara arriba, sin humillar, complicado de parar, que exigía a mi modo de ver mucho mando y temple, con más genio que clase, sin salirse de los vuelos de la muleta, obligando a Román a perderle pasos en cada lance con lo que las series deslucían un tanto. Primeras tandas por el pitón derecho con emoción por la movilidad del toro y por la entrega y la verdad del valenciano, por el pitón izquierdo suelta la cara y se viene a menos, cortando el viaje a medio muletazo, defecto cada vez más acusado al quedarse sin gasolina. Voluntad y disposición máxima de Román pero poco más a este toro que acabó rajándose. Con el quinto tampoco ha tenido opciones. Un toro que ha pasado sin pena ni gloria por los primeros tercios, que desde salida ha echado las manos por delante y las ha perdido en el capote y al salir del caballo, evidenciando sus escasas energías. Toro noblote, que metía la cara y seguía el engaño, pero absolutamente soso, sin recorrido, a la defensiva por su falta de fuerzas, deslucido, al que Román ha intentado llevar por ambos pitones con tesón y actitud de agradar, pero no había nada que sacar. 
El mexicano Luis David Adame, a mi me gusta seguir llamándole así porque me gustan las sagas de toreros y que se conserve el apellido aunque suponga un riesgo a la hora de comparar, ha venido a Madrid a triunfar y a mostrar que toda lo que se cuenta de su figura al otro lado del Atlántico no es una leyenda sin fundamento sino una realidad. Recibe a Ombú, el jabonero tercero, a la verónica, templado, con ritmo, jugando bien las muñecas, el toro tiene fijeza, se desplaza con buen tranco y repite en el capote. Empuja en el caballo, mete los riñones, se emplea en dos muy buenos puyazos de Óscar Bernal bien agarrados, delanteros, midiendo el castigo perfectamente. Galopa en banderillas, se desplaza con alegría, sensacional tercio  a cargo de Miguel Martín y Luis Cebadera, cuadrando en la cara, reuniendo con pureza y clavando los palos con facilidad para salir del encuentro andando con torería. Reciben una ovación que me ha parecido escasa en relación a la calidad del tercio, con la impresión una vez más que el público de esta tarde estaba un tanto disperso. Inicia la faena por estatuarios en los medios, clavado al suelo, para rematar con una trincherilla de auténtico lujo y un pase de pecho extraordinario.  A partir de ahí la faena ha roto hacia delante. Toro pronto, con movilidad, ritmo y recorrido, repetidor, con la cara abajo, humillando, persiguiendo los vuelos con nobleza, un toro de dulce, una autentica delicia que se ha encontrado enfrente con un Luis David que lo ha toreado a las mil maravillas. Faena de muchos quilates del de Aguascalientes, muy templado, adelantando la muleta, corriendo la mano, tirando del toro con suavidad para alargar el viaje, siempre con la mano baja, perfectamente colocado para ligar los muletas y componer series de extraordinaria factura, tremendamente encajado, quebrándose la cintura en cada muletazo, todo con naturalidad, sin un solo gesto forzado, una auténtica obra de arte, un canto a la belleza, una delicia para los sentidos. Emoción y transmisión por ambos pitones, redondos profundos, naturales con hondura, remates con garbo, trincherillas, molinetes, uno de desdén, los de pecho largos, de pitón a rabo, una auténtica maravilla que ha sido coreada con olés roncos y vivas a México por parte de los numerosos aficionados aztecas que acuden a Las Ventas cada tarde que sobre la arena está un torero de aquella tierra. Se vuelca a matar, recto, por derecho, el estoque se hunde hasta la bola y el toro rueda fulminado. Una pena que la espada haya caido desprendida, porque quien sabe si la oreja que ha cortado hubieran sido dos. Para mi no hubiera sido nada descabellado, una por la sensacional faena y otra por la estocada. Pero el defecto de colocación de la espada ha dejado la cosa en una oreja de ley, de peso y de mucho valor que hace justicia. El sexto no se emplea de salida en el capote, empuja bien en la primera vara pero se desentiende en la segunda, muestra querencia. Luis David va a por todas, quiere abrir la Puerta Grande, pone toda la carne en el asador y nos deja un vistosísimo quite por lopecinas o zapopinas según el lado del Atlántico desde el que se hable dejando claro su actitud para triunfar. Extraordinarios pares los colocados por Tomás López y Luis Cebadera, con pureza y torería, saludando desmonterados la atronadora ovación del público. El inicio de faena es de infarto, un cambiador la espalda que corta la respiración por lo ajustado para comenzar a torear en redondo. Toro con emoción en la primeras tandas por su movilidad, exigente, reponedor, con brío, al que hay que poderle. Le pone la muleta en la cara y templa los derechazos pero el toro se queda corto y sus embestidas resultan un tanto broncas y descompuestas. No se amedrenta el de Aguascalientes, le pone la muleta y trata de someterle por bajo, pero suelta la cara con peligro. Valiente y entregado Luis David ante este toro que va a menso, cada vez corta más el viaje. No duda en acortar las distancias y llegarse a las cercanías de los pitones  sin renunciar a nada, sin dejarse nada para intentar cortar la oreja que tenía la llave de la Puerta Grande. Más no creo que se le puede pedir al mexicano, firme y rotundo, valiente y con la mente clara, asumiendo unos riesgos que el público ha visto y entendido. Mata de un pinchazo hondo arriba y un descabello para pasaportar al de Parladé. Ovación merecida para el hidrocálido que ha tenido la Puerta Grande en la yema de los dedos y que nos ha dejado una gratísima sensación que refrenda todo cuanto de él habíamos escuchado y, como en mi caso, visto por televisión en esas retransmisiones de la Temporada Grande de La México en las noches dominicales del invierno español.

Antonio Vallejo 

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