La corrida de esta tarde en Madrid ha sido como la tarde, gris, plomiza, sin acabar de definirse, plana y de calma chicha. En el cielo nubes, parecía que abría, luego se cerraba y amenazaba lluvia, pero no, o quizás sí, quien sabe, todo incierto. Y en el ruedo los toros que no rompían, el que metía la cara no tenía fondo, el que se movía no humillaba, parecía que sí pero luego era no, a veces sosos, a veces con peligro, todo incierto, y los toreros que dejaban detalles, alternaban muletazos con cierto empaque con otros intrascendentes, tandas con cierta clase con otras deslucidas, que querían decir algo pero terminaban en silencio, por momentos encajados, por momentos desconfiados, un poco de todo y al final un mucho de nada, que es en lo que finalmente ha quedado la tarde, en nada. O en casi nada si salvamos la vuelta al ruedo de David Mora a la muerte del tercero, lo mejor de la tarde junto al saludo capotero de Morenito de Aranda al segundo, un ramillete de verónicas con desmayo de gran belleza rematado con una media cargada de torería. Lo demás ha transcurrido en una línea plana sin altibajos, sin momentos de emoción, sin intensidad, ni siquiera esas broncas venteñas que tanto animan el cotarro algunas tardes. Todo anodino, sumido en un cierto letargo, con la sensación que el personal estaba desconectado de lo que pasaba, que tampoco era mucho, la verdad.
Esperaba más de la corrida de El Ventorrillo, procedencia Juan Pedro Domecq, que venía remendada con uno de Valdefresno, encaste Atanasio-Lisardo, para una terna que sumaba cinco Puertas Grandes en Madrid, la formada por Curro Díaz, quien salió a hombros en 2007 y 2016, Morenito de Aranda, lo hizo en 2015, y David Mora quien abrió esa puerta de los sueños en 2012 y 2016. Sobre el papel pintaba bien, la verdad, pero en esto del toreo el papel vale para poco, solo para anunciar, luego sale el toro o no, luego está el torero o no, a veces uno, a veces ninguno, cuando lo que se necesita es que estén los dos, y eso el papel no lo garantiza, aquí la teoría no vale. Una corrida seria, ofensiva y aspirina, desigual de hechuras y a la que podría calificar como áspera, complicada, exigente, algunos pedían el carnet como suele decirse, como el cuarto, con mucho peligro, reponedores, escasa de fondo y entrega a mi modo de ver. Sinceramente, esperaba más.
Curro Díaz se ha topado con dos toros a contraestilo ante los que tan solo ha podido dejar trazos sueltos de lo que es su toreo, un toreo de pellizco, que con un detalle o un lance es capaz de emocionar y sacar un olé profundo, como a mitad de faena al cuarto con un par de tandas en redondo muy templadas, poniéndole la muleta en la cara al toro, tapadito, sin quitársela, bajando la mano, con ligazón y emoción a un toro al que le costaba un mundo humillar, que reponía y soltaba la cara con peligro, ante el que el jienense tragó lo suyo, igual que en el primero, otro con por recorrido, que soltaba la cara y no se entregaba, ante el que Díaz también anduvo voluntarioso y firme pero sin opciones algunas de lucimiento. Las palmas que se dejaron escuchar a la muerte del cuarto sirven reconocer la disposición del jienense y los detalles de torería que han emanado aunque a cuentagotas de la muleta de este torero que tan del gusto de Madrid es.
Morenito de Aranda es un magnífico capotero y lo ha vuelto a demostrar en la tarde de hoy. Posiblemente el momento de mayor intensidad de la tarde se ha vivido en el recibo al segundo de la tarde. Verónicas templadas, suaves, cadenciosas, a compás, desmayando los brazos, relajado, acunando la de El Ventorrillo para rematar con una media bellísima. Como lució a la hora de llevar al segundo al caballo, con enorme torería, y en la réplica por verónicas templadas rematadas con una media desmayada de auténtico cartel a un buen quite de David Mora por chicuelinas bajas y una tafallera de remate al cuarto. Sin duda lo más brillante de la tarde junto al extraordinario tercio de banderillas protagonizado por Andrés Revuelta, sensacional también en la brega con el quinto, y Pascual Mellinas en el segundo, pares de poder a poder, cuadrando en la cara, con limpieza y pureza, reunidos, para salir de la suerte con torería. Ambos toreros de plata respondieron desmonterados a la gran ovación que les dedicaron todos los tendidos. Poco tuvieron en la muleta los dos ejemplares del lote del burgalés. Inicio prometedor en ambos, parecía que sí, pero al final se quedaron en poco o nada, muletazos sueltos con cierto empaque, algunos con más largura y profundidad pero deshilvanados, sin continuidad Apuntaba nobleza el segundo, metía la cara y de principio tenía recorrido, respondió bien a los primeros muletazos por bajo ganado terreno que le recetó el de Aranda, pero fue a menos, cortando el viaje, defendiéndose, y acabó en soso y vulgar quizás por su falta de fondo, igual que el quinto, que aguantó tan solo una serie en redondo y ahí se acabó. Quizás se le puede reprochar a Morenito no haber dado algo más distancia a sus toros, especialmente a su primero, quizás alargando más el viaje hubiera lucido más, es posible, no lo sé ni nunca lo sabremos. Especular es fácil, sobre todo cuando uno está sentado en el tendido, pero ahí abajo todo cambia y nadie mejor que los matadores sabe lo que hay que hacer. A lo mejor dándole algo más de aire a sus toros hubiera sacado alguna serie más, o a lo mejor no, ni idea, porque tampoco es que fueran dos toros de esos que emocionan. Silencio y silencio, como la tarde, silenciosa.
David Mora cerró la tarde ante un toro sin entrega, que pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios en los que destacó en la brega otro gran toreo de plata, Ángel Otero, sensacional, con la maestría que cada tarde demuestra. Un toro ante el que el madrileño anduvo técnico, templado, intentado alargar la embestida y ligar por bajo pero la faena no llegó tomar vuelo por la justeza de fuerzas del animal que le llevaba a defenderse y echar la cara arriba. Lo intentó Mora en un trasteo en el que tan solo algunos muletazos sueltos tuvieron cierta calidad. Eso fue en el sexto. Antes había dado una vuelta al ruedo tras matar al tercero, un toro alto, muy serio, abierto de cara, que de salida echaba las manos por delante y cabeceaba, que empujó en la primera vara y que en banderillas se mostró reservón. Llegó a la muleta soltando la cara, Mora trató de templarlo, con paciencia, doblándose, llevándolo por bajo, poco a poco, ahormando la embestida un tanto brusca de inicio. Lo mete en la muleta a base de temple, en redondo, le saca dos tandas ligadas por bajo, sin quitarle la tela de la cara, con largura y profundidad, desarrollando por momentos ese toreo elegante cargado de gusto propio del madrileño. Importante Mora, encajado por el pitón derecho, aguantando también las coladas por el pitón izquierdo, ya anunciadas en el capote, tragando algún que otro parón y miradas, algún que otro tornillazo con guasa, sin rectificar, firme, abrochando las tandas con remates cargados de torería, por abajo, desmayado, mirando al tendido, trincherillas y un pase de desdén de olé, que todo cuenta. Mata de un estoconazo que hace rodar al de el Ventorrillo y da una vuelta al ruedo tras petición insuficiente que alguno protestan. No sé, la verdad es que no entiendo nada. ¿Está prohibido en Madrid dar una vuelta al ruedo si la gran mayoría del público la pide?. Debe ser que sí para algunos que son muy sabios, ya sabemos quienes y donde acomodan sus posaderas cada tarde. Petición de oreja desatendida por el palco con razón al no haber mayoría de pañuelos, por poco, pero no había mayoría, gran ovación a David Mora que sale a saludar al tercio, los aplausos no cesan y se le pide la vuelta al ruedo, ¿acaso no es así?. Pues debe ser que la inmensa mayoría somos unos ignorantes, gracias a Dios.
Antonio Vallejo
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