lunes, 28 de mayo de 2018

20ª de San Isidro: Domingo de Dolores


Domingo de Dolores, de Dª Dolores Aguirre Ybarra, fallecida en 2013, una ganadera fuera de lo que es el uso común, ganadera por afición, ganadera de convicción, sin ningún ánimo de lucro porque su más que saneada posición económica se lo permitía, mujer de principios rectos e íntegra, como sus reses. En una época en la que la sombra del afeitado planeaba sobre la Fiesta, esta mujer mantuvo se mantenía impasible ante las presiones que por aquel entonces venían de empresarios, apoderados o veedores de toros.  Según decía "mis toros abandonan los chiqueros íntegros" y su lidia se realizaba sin trampa ni cartón, sin serrucho, que solía decir la ganadera nacida en Berango (Vizcaya) pero afincada en Sevilla. Ganadería de las consideradas "duras", o toristas que es la moda actual, algo que no entiendo ya que toristas somos todos, ganaderos, toreros y aficionados, porque sin toro no hay Fiesta, de procedencia Atanasio y Conde de la Corte, pero es la manera actual que tiene un sector que se considera purista de denominar a los hierros ásperos, complicados y peligrosos, que en muchas ocasiones son sinónimos de ingobernables, literalmente inlidiables, por mucho que entren tres veces al caballo. Podríamos definir a los toros de Dolores Aguirre en cuanto a comportamiento y juego como fieras, y no es una opinión mía, según palabras de la propia ganadera "sólo se atreven torearlos los desesperados de la vida, los que no tienen un duro" (entrevista en el diario El País, 12 de abril de 2013). Una filosofía respetable y elogiable, que tiene sus adeptos, por supuesto, y que a mi también me gusta ver, pero en su justa medida, no como base de una feria como pretenden los que se autodenominan puristas y toristas. Ese carácter se ha mantenido vivo gracias a la afición de su hila Dª Isabel Lipperheide Aguirre que mantiene la línea recta que marcó su madre. Yo no sé si la terna de hoy eran "desesperados", no lo creo, porque Rubén Pinar toreó la pasada temporada dieciséis  festejos, Gómez del Pilar once y Venegas, quizás de él si que podamos decir que venía muy necesitado a Madrid, tan solo tres, pero hay que tener muchas ganas de ponerse delante de esos toros en un domingo isidril, que todos sabemos lo que son estos domingos, tardes en las que a las dificultades de las reses hay que sumar a un público que va predispuesto a favor del toro pase lo que pase y que, para hacer valer aún más su condición purista y torista van a estar contra el torero a la mínima, incluso minusvalorando y menospreciando su labor, llegando a faltar al respeto a los que juegan la vida delante de un toro, algo impropio de quien se quiera considerar aficionado.
Por desgracia se han cumplido esas negras expectativas. Directamente, sin rodeos, la corrida ha sido horrible, un auténtico domingo de dolores, en este caso de cabeza para los que han tenido que exponerse ante seis alimañas imposibles no ya de torear, sino de darles al menos un capotazo o un muletazo en condiciones, y un dolor de estómago para muchos que hemos tenido que tragarnos seis toros inlidiables, sin la mínima clase, sin bravura, mansos, además de feas hechuras, como el primero, descaradamente bizco del pitón izquierdo, ¡ay la que hubieran montado los del pañuelo-sábana verde si la divisa fuera otra!, o los tres bueyes que han salido en cuarto, quinto y sexto orden, bastos, masas de carne con cuernos, salvando al segundo, el único que bajaba de los 600 Kg, 568 Kg marcaba la tablilla, serio pero sin exageraciones, astifino, agradable de cara, proporcionado, bonita lámina. Solamente verles salir  por la puerta de chiqueros le hacía a uno presumir lo que iban a dar de sí. Salvo el sexto que ha salido como un torbellino, con galope ágil, los otros cinco lo han hecho andando, mirando a un lado y a otro y sin querer saber nada de lo que es pelea. Ni una opción han dado en el capote, todos iguales, distraídos, sueltos, sin fijeza, frenándose, echando las manos por delante, sin humillar, embistiendo, si puede llamarse así a lo que han hecho, a oleadas, soltando arreones. Eso cuando no han prestado un espectáculo lamentable, indigno de la mejor plaza del mundo y en plena Feria de San Isidro, toros que huían de los capotes como si vieran al diablo, que buscaban las tablas con desesperación, especialmente bochornoso el espectáculo del tercero, al que Gómez del Pilar ha ido a recibir a porta gayola, que asomaba por la puerta de chiqueros andando, mirando, para huir hacia tablas al ver al madrileño plantado de rodillas con el capote en sus manos quien literalmente ha tenido que ir corriendo más de media plaza tras el animal para que al menos se girara y le mirara , que no querían ni ver de lejos a los caballos, que cuando por fin se les conseguía meter y picar como fuera y donde fuera salían rebotados, rebrincados, doliéndose, mansos de solemnidad, así han sido tercero, cuarto, quinto y sexto, una auténtica vergüenza. Tan vergüenza como la actitud de los garantes de la integridad de la Fiesta, los guardianes de la bravura, los puristas, los toristas, los que cada tarde montan el numerito con su grito orquestado de "toros, toros", callados, ni una voz, nada, ¡qué pena!. Saltaba uno , luego otro aún peor, luego otro más manso aún, así uno tras otro y nada, hoy por lo visto no querían toros, porque lo que ha saltado no han sido toros bravos, eran bovinos con cuernos, alimañas con intenciones asesinas, nada más. Si el torismo y el purismo es eso cada día estoy más contento de que me llamen torerista. Debe ser que me gusta el arte y no el circo romano, debe ser que a mi me llena ver verónicas templadas, chicuelinas a manos bajas, redondos profundos y ligados, naturales con hondura, toreo despacioso y con gusto más que tres entradas al caballo y se acabó. Debe ser eso, y además, si la sabiduría es lo suyo, me honra ser un ignorante, pero en mi ignorancia disfruto de faenas con la de Juli, las de Talavante, las de Manzanares, las de Ponce, la de Ferrera sin importarme si el toro ha entrado dos o tres veces al caballo y, lo más importante, sin importarme el hierro al que pertenezcan los toros, sin fobias preconcebidas. Tan solo me atrevo a salvar a los dos primeros en el caballo, al que han entrado arrancando desde lejos, con buen tranco, metiendo la cara abajo, empujando al principio para luego dejarse pegar, bien agarrados los puyazos por Daniel López en el primero y Gustavo Marcos en el segundo. Solo un par de detalles más que para mi son muy ilustrativos de lo que algunos hacen y dicen. En el primero, tras dos entradas al caballo en la que se le ha picado bien y se le ha castigado en proporción y medida exacta acorde a sus fuerzas y condiciones los del 7 han montado la bronca porque el matador pedía el cambio de tercio y ¡no entraba otra vez más!. ¿Para qué si ya estaba picado y además bien?. Por sus caprichos, porque quieren imponer su criterio y nada más, porque quieren adueñarse de la plaza sin importarles destrozar al toro, matarlo en varas, les da igual. El otro detalle lo vivimos en el sexto, manso de solemnidad que había salido con bríos pero que rehuía los capotes y no quería ni acercarse al caballo, lo veía y salía huyendo. Pues a ese toro los puristas garantes de la Fiesta pedían ¡que lo colocara en largo!. Pero por Dios, si es de parvulitos de toreo, a ese tipo d toro hay que meterlo debajo del peto como sea, incluso por dentro, tapándole la salida, o llevándolo a terrenos de su querencia o al caballo que guarda puerta si es necesario. De verdad, una vez más haciendo el ridículo, destapando una ignorancia supina.
Nada mejor en banderillas, toros parados, reservones, que esperaban, medían y soltaban la cara, complicados, peligrosos, que cortaban y apretaban hacia dentro. Enorme el mérito de los subalternos que han colocado los pares con mucho riesgo, exposición  y oficio, como Miguel Martín en el primero, dos sensacionales pares exponiendo una enormidad, José Alberto Aponte "Candelas" en el cuarto  cuadrando en la cara con mucha verdad, David Adalid con dos pares enormes al quinto haciéndolo todo, ganado la cara, reuniendo y clavando a la perfección a un toro que esperaba y medía, enorme riesgo, mayor la ovación a la que tiene que responder desmonterado. El resto de los toreros de plata que se han jugado el tipo para colocar los avivadores lo han hecho con oficio y mucha solvencia a la vista de las condiciones casi imposibles de los toros, y desde aquí mi reconocimiento a Víctor Manuel Martínez, Iván Aguilera, Curro Vivas, Juan Carlos Tirado, Manuel Macías y José Miguel Cobo. 
Como podrán imaginar las faenas de muleta han sido como han sido. Todas, absolutamente todas se pueden resumir en lo mismo. Todas, absolutamente todas, cortadas por el mismo patrón. Todas, absolutamente todas, imposibles. Como decía al principio, toros ingobernables, inlidiables, alimañas sin bravura ni la mínima gota de clase ni calidad. Seis toros sin fijeza, parados, tardos, que no humillaban aunque se les echara la muleta abajo, que pasaban, porque embestir es otra cosa, a oleadas, arreones y más arreones, reponiendo, midiendo y buscando, sin recorrido. Seis faenas en las que Rubén Pinar, Venegas y Gómez del Pilar ha estado firmes, seguros, valientes, tratando de hacer las cosas bien, intentándolo por activa y por pasiva, por uno y otro pitón, de todas las maneras posibles, poniéndole la muleta adelantada, máxima exposición, tratando de conducir embestidas que no existían, jugándose el físico con verdad ante los arreones, los tornillos, los hachazos, los parones, las miradas de las alimañas. ¡Y todavía ha habido alguno de esos toristas que ha tenido el valor de recriminar no sé qué a Gómez del Pilar en el sexto, un animal indigno de ser lidiado en una plaza de toros por hechuras y comportamiento que para colmo se ha ido a media faena a la puerta de toriles para echarse  en señal de claudicación total. Un toro al que ha habido que descabellar sin poder entrar a matar ante esa situación, un toro que lo único que merecía era un puntillazo certero y fuera, un toro que no merecía morir como un toro de lidia, con la espada. Penoso espectáculo impropio de Madrid. 
Sin duda lo mejor de la tarde han sido las estocadas. Los tres han matado con facilidad y brevedad en general. El cuarto, andarín y sin parase para dejarle cuadrar a Rubén Pinar para entra a matar ha sido algo más prolongado a la hora de pasportarlo, los demás se han ido con espadas certeros, y me da exactamente igual que hayan cabido arriba, un poco desprendidos o bajonazos. Después de lo que han tragado, de lo que han expuesto y de lo muy por encima que han estado Rubén Pinar, José Carlos Venegas y Gómez del Pilar nadie, absolutamente nadie les puede echarles en cara nada con la espada. Lo único que había que hacer con esas seis feas alimañas era quitárselas de en medio como fuera y a la mayor brevedad posible, y si para ello había que meterles un sartenazo, me parece muy bien, basta de hipocresía cuando durante toda la tarde se han callado cosas y situaciones denigrantes para la Fiesta.

Antonio Vallejo

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