viernes, 24 de mayo de 2019

10ª de San Isidro: Deslucidos jandillas


Tras la tempestad llega la calma. Iba a decir que aún con la resaca de ayer pero no, me niego a usar un término que implica mal cuerpo y dolor de cabeza. Empiezo de nuevo. Aún inmersos en el delicioso estado de embriaguez con el que el apoteósico toreo de Roca Rey  invadió nuestro cuerpo y nuestra alma - mejor así, ¿no? - llegaba otra de las tardes esperadas en este San Isidro 2019. Si ayer el lleno era de "no hay billetes" hoy la plaza registraba una excelente entrada, un casi lleno, con tan solo algunos claros en los altos del 5. Los corrillos previos a la corrida eran, como pueden imaginar, monotemáticos, solo se hablaba del éxtasis torero vivido ayer, y se seguirá hablando por mucho tiempo, especialmente si llegan mucha tardes como la de hoy. Decía que había expectación por esta corrida de Jandilla programada para este jueves, no era para menos si echamos la vista atrás un par de semanas y nos trasladamos a la Maestranza y las seis orejas que cortaron Morante, una, Roca Rey, otra, y Pablo Aguado cuatro, en la que se anunciaban Sebastián Castella, figura contrastada, Emilio de Justo, "descubrimiento" y revelación de la pasada temporada y muy esperado en Madrid, y Ángel Téllez en el día de su confirmación de alternativa. Pero si la corrida de ayer aún nos tiene embriagados, la de hoy sí que es posible que nos deje una resaca puñetera, resaca de garrafón, con el estómago revuelto y el cuerpo sin ganas de nada. Deslucido y falto de fuerzas el encierro  de Jandilla, bien presentado y serio, sí, para mi gusto primero, tercero, quinto y sexto de sensacionales hechuras y bellísima lámina, pero que ha dado muy poco juego, con las manos por delante desde salida y la cara alta prácticamente hasta el final. 
Exceptuando al sexto todos han salido parados, distraídos, sin emplearse en los capotes, con poco recorrido y esas dos características que ya he apuntado, echando las manos por delante y la cara por las nubes, muy deslucidos. Trató Emilio de Justo torear a la verónica al tercero, templado, con suavidad y gusto, pero la acondiciones del toro privaron al saludo capotero de emoción, pero al menos se dejó pegar tres o cuatro lances. Solo el precioso sexto se entregó en el capote de Ángel Téllez, que lo recibió a la verónica, con temple y cadencia, a compás, ganando pases para rematar con una buena media más allá de las rayas del tercio. Poco más hubo con los capotes, tan solo destacar un quite de Castella por chicuelinas al cuarto, ceñidas, pasándose al toro rozando los muslos, pero el jandilla reponía una barbaridad y al tercer lance se revuelve y engancha al francés de la parte baja de su taleguilla, susto morrocotudo del que sale airoso gracias a su veteranía y la cantidad de recursos que eso le aporta, amén de su enorme calidad y técnica como figura del toreo que es, y un electrizante y acongojante quite por saltilleras de Téllez al sexto de las que cortan la respiración por lo ajustadas. Y que yo haya anotado en mi cuadernito, nada más.
Tampoco ha lucido la corrida en el caballo. Fea pelea del primero, la cara a la altura de la rodilla del picador y mucho ruido de estribo, dejándose pegar sin emplearse segundo, tercero y cuarto, dormidos en el peto, y tan solo un primer puyazo delantero al quinto bien agarrado arriba por Félix Majada  con el toro empujando con celo, metiendo los riñones y otro muy buen puyazo de Diego Ochoa al sexto, también agarrado arriba y delantero y el jandilla empujando con codicia. Y que yo haya anotado en mi cuadernito, nada más. 
Tampoco se han entregado los de  Jandilla en banderillas, la cara siempre arriba, parados en general, esperando, aunque algunos banderilleros han podido dejar buenos pares por su extraordinaria capacidad y oficio. Así quiero destacar a José Chacón en el segundo, quien recibió una gran ovación tras aguantar el parón del toro, llegar hasta la cara, dejarse ver y, de poder a poder,  colocar los palos con precisión y reunión, o los dos sensacionales pares de Morenito de Arles al tercero, respondiendo montera en mano la fuerte ovación del público tras dos majestuosos pares asomándose al balcón, reuniendo con mucha verdad y gran pureza, o la facilidad y torería de Rafael Viotti al parear al cuarto. El resto han pasado sin pena ni gloria por este tercio, de sobaquillo unos cuantos, pasados otros y en algún caso con bastante pena, poniendo las banderillas de una en una, de mala manera, olvidándose que los rejones son el domingo. Por cuestión de educación y el respeto que me merece quien se viste de luces para ponerse delante de un toro bravo voy a omitir nombres, pero ha habido algunos que no han estado a la altura de lo que exige una plaza como Madrid y una feria como San Isidro, por lo menos en actitud. Y que yo haya anotado en mi cuadernito, nada más. 
Y queda la muleta, quedan las faenas. Si tengo que elegir calificativos, además de deslucidas, hablaría de sosería en general, sin entrega, sin empuje, sin recorrido y sin duración. Inició Ángel Téllez el trasteo al toro de su confirmación genuflexo, probándolo  por abajo, alguno de los muletazos tiene gusto, suavidad y temple en estos primeros compases. toro aplomado, soltando la cara, sin recorrido, complicado y deslucido, gazapón, viniéndose por dentro. Muchas ganas, exposición  y entrega del confirmante pero no hay emoción ni trasmisión, nulas opciones. Con ambas rodillas en tierra comienza la faena de muleta al sexto, en largo, con el toro arrancándose con agresividad, casi se lo lleva por delante, susto de los gordos. Toro como el anterior, parado, reservón, sin recorrido, que cortaba el viaje y se revolvía, también andarín y gazapón, sin dejarle al madrileño encontrar la distancia, muy incómodo, sin opciones a pesar de la inmensa voluntad de Téllez por sacar algo, pero a esa alturas cualquier intento iba en su contra, la gente sólo quería que se lo quiera de en medio y volver a casa cuanto antes. Por lo menos mató de una fulminante estocada hundiendo el acero hasta la yema y eso le permitió despedirse con una cariñosa ovación por su entrega y ganas. 
Sebastián Castella creo que hoy ha vuelto a demostrar que es figura del toreo. Genuflexo de inicio ante el segundo, doblándose para someterlo por bajo y tarta de domar los arreones soltando la cara del jandilla. El toro tuvo tres series por el pitón derecho, eso fue lo que duró, ni una más, y Castella las aprovechó y exprimió lo que llevaba dentro. Tres series en redondo con temple, largura, ligadas por bajo, poderosas y mandonas, rematadas por sensacionales pases de pecho. Técnica, temple, dominio y poder, cualidades que desplegó con maestría mientras hubo toro. Luego se fue al izquierdo y por ahí no pasaba el toro, protestaba y soltaba la cara, auténticos tornillazos, pese a lo que logró robar un par de naturales sueltos de magnífico trazo, aunque un pequeño sector le censuró la colocación al tratar de ligar los muletazos a este toro que se iba al final del pase. Toro a menos, parado, apagado, ante el que apareció el Castella vertical, en una baldosa, pasándose al toro por ambos pitones, con exposición pero sin llegar a los tendidos. Mal con la espada. Brinda al público el cuarto, clava las zapatillas en la boca de riego y comienza con cambiados por la espalda como los del peruano ayer, de infarto, hilvanando con un redondo, un natural y uno de pecho con el que sufrió un derrame que emborronó lo bueno anterior. Como su primer toro este también tuvo dos tandas por el pitón derecho y poco más. Tandas poderosas, la mano baja, encelando al toro en los vuelos, templado, encajado, con un cambio de mano supremo y uno de pecho larguísimo que supo a gloria. Y ahí se acabó el toro, por el izquierdo no tenía ni recorrido ni entrega, naturales sueltos, carentes de ritmo y continuidad. Faena a menos a pesar de los intentos y los recursos técnicos del francés, pero no encontró eco en los tendidos, al revés, se le censuró que prolongara. Me imagino que si hubiera tomado la espada a las primeras de cambio los mismos le habría dicho que se iba sin torear. Ya saben, Castella es uno de los que tienen en su punto de mira esos que se imaginan. Silencio en ambos como balance final aunque para m estuvo por encima de sus oponentes.
Emilio de Justo ha dejado detalles de ese toreo con poder y clase con el que la pasada temporada conquistó a Madrid. El tercero tuvo mucho brío y agresividad en los primeros compases de la faena, lo que generó cierta emoción, arreones en cada arrancada, la cara a media altura, lo aguanta de Justo, adelanta la muleta y para las oleadas, le baja la mano y lo somete por bajo, mandón, además de poner gusto y torería en cada muleta por bajo con el trata que humille el jandilla. Pero el toro se defiende, se siente podido y suelta más la cara, repone y busca con riesgo evidente. Firmeza y valor del cacereño que aguanta los violentos derrotes del toro a base de bajarle la mano, con inmensa voluntad y entrega, más no se le puede pedir con lo que tenía enfrente. El quinto fue aún más deslucido que el anterior, que al menos en su agresividad inicial tuvo algo de emoción. Toro soso, con la cara a media altura, pasando sin decir nada, que a medida que avanzaba el trasteo y se venía aún más abajo se defendió más, soltando la cara con brusquedad. De nuevo lo intentó Emilio de Justo ponerle la muleta y llevar conducida la embestida, imposible, no había de donde rascar. Al igual que Castella se despidió con silencio en ambos.
Y que yo haya anotado en mi cuadernito, nada más. 

Antonio Vallejo

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