Yo no sé hasta donde va a llegar este tío, es un fenómeno que está destinado a marcar una época, es el llamado a tomar el relevo de Ponce y Juli en el trono del toreo sin duda alguna. Infinito es lo que no tiene límite ni fin, ¿no?, pues eso croe que es Roca Rey. Lo de esta tarde en Sevilla no sólo lo confirma, sino que además nos deja con la sensación de no haber visto aún todo lo que le queda por mostrar y demostrar. Estamos acostumbrados al Roca Rey del "ay", el Roca Rey del infarto, el Roca Rey que corta la respiración por su valor sin límite, el Roca Rey que desafía a las leyes de la física, a las leyes del espacio, poniéndose en un sitio y haciendo pasar a los toros por espacios virtuales que parecen totalmente imposibles, el Roca Rey que arrasa, un ciclón, un auténtico huracán. Pero ya la temporada pasada nos dejó entrever una evolución tremenda, que además de todo eso hay un Roca Rey que sabe torear y muy bien, un Roca Rey que conoce a la perfección las suertes y los terrenos, que encierra una técnica que nada envidia a la de los grandes maestros en los que se fija y de los que aprende y que tiene gusto y mucha clase a la hora de interpretar el toreo bajo el concepto más clásico y ortodoxo que podamos imaginar. Hoy ha rubricado todo esto que afirmo nada más y nada menos que en La Maestranza y en plena Feria de Abril, como siempre han hecho las más grandes figuras de este Arte, dejando patente que el lugar de privilegio que ocupa no es casualidad ni algo efímero, que vino para quedarse y mandar durante mucho tiempo.
Dos faenas de corte diametralmente opuesto han llevado al peruano al Olimpo del toreo. Vio como el primero de su lote era devuelto por falta de fuerzas, la característica dominante de toda la corrida de Nuñez del Cuvillo lidiada esta tarde. En su lugar saltó un sobrero del mismo hierro que tan solo le permitió el lucimiento con el capote en un quite por chicuelinas, pero menudo quite, ajustadísimo, marca de la casa. Inició la faena por alto, sin guardarse nada, dos cambiados por la espalda que te dejan sin aliento, fiel a su estilo, sincero y de verdad, como un par de tandas bajando la mano y tragando mucho ante la brusquedad del Cuvillo, un toro exigente ante el que había que tener un par y algo más para estar delante. Como decía antes, esta fue una faena de "ay", a cada pase se jugaba los muslos sin dudar, a cara de perro, sin una mínima duda. La intensidad y la emoción vinieron de la mano del valor y el arrojo, y los tendidos lo vieron, y los tendidos lo reconocieron, y los tendidos vibraron ante tal entrega. Por desgracia la espada cayó muy baja e hizo guardia, lo que imposibilitó lo que parecía claro, una oreja que nadie habría discutido.
Hizo sexto un precioso toro de Nuñez del Cuvillo, Encendido de nombre, magníficas hechuras, muy serio, el más abierto de cara pero sin exageraciones ni estridencias, como suele decirse, cabía en la muleta. No lució en el saludo de capote, tan solo un lance con desmayo a pies juntos y una verónica, pero el toro apretaba hacia dentro y Roca Rey lo lidió como debía, llevándolo por bajo, andándole en la cara, por bajo. Cierto es que protagonizó un quite por gaoneras con emoción, quedándose a gusto tras ese saludo bueno pero sin la vibración a la que nos tiene acostumbrados. Muy crudo lo dejó en el caballo, dos puyazos simplemente señalados, pero el Cuvillo mostró fijeza y codicia en el peto, de igual manera que mantuvo buen tranco en banderillas, si bien es cierto que esperó y no puso fácil las cosas a Francisco Durán "Viruta" y Paquito Algaba que colocaron los pares con maestría, los seis palos reunidos, con pureza y verdad en el embroque, asistidos por una magnifica lidia de Juan José Domínguez, ni un capotazo de más, cerrando hacia dentro al toro con un giro de muñeca para dejarlo perfectamente colocado, sacándolo a punta de capote del peto para llevarlo hasta el burladero hilvanado con una belleza suprema. Da gusto ver torear a estos hombres de plata, vivimos una época de lujo en ese escalafón plagado de nombres que son auténticas figuras. Es decir, que a mi modo de ver todo se le hizo bien a este toro para que llegara a la muleta en plenitud de condiciones. Y con la muleta llegó el delirio. Se planta Roca Rey con ambas rodillas en le albero y comienza a torear en redondo muy en largo, muy por bajo, muletazos de extraordinaria belleza, metiendo los riñones, cinco o seis, no sé los que han sido, cada uno respondido con un olé cada vez más sentido, para rematar este prólogo con uno de pecho descomunal. Toda la faena ha sido un canto al toreo más puro y clásico que se pueda concebir, una oda a la belleza, una sinfonía de plasticidad. Roca Rey asentado, las zapatillas hundidas, acoplado y encajado, dibujando cada serie con pinceles de seda para componer una obra maestra que pasará a los anales de la tauromaquia. Faena presidida por el temple, por la suavidad en cada muletazo y la torería con la que ha andado en la cara del toro, por lo despacio que ha toreado, deteniendo los relojes en cada pase, enganchando al toro "alante", llevándolo cosido a las telas, series en redondo con una largura impresionante, la mano muy baja, la cintura quebrada, pasándoselo muy cerca, vaciando la embestida siempre por debajo de la pala del pitón, ¡y los de pecho de pitón a rabo!, ¡cómo han sido los de pecho!. Y los naturales, ¡menudos naturales!, primero ayudados por la espada simulada, bajos, ligados en un palmo de terreno, luego sin la ayuda, con una hondura descomunal, naturales magistrales, metiendo los riñones, una auténtica locura. No sé las series que le ha pegado por cada pitón, he perdido la cuenta, cada una superaba a la anterior, a cada muletazo la plaza respondía con un olé cada vez más sentido y ronco que el anterior, hasta acabar poniendo a La Maestranza boca abajo, o patas arriba, como ustedes prefieran, en cualquier caso en estado de éxtasis máximo, y por si faltaba algo dos faroles de morirse del gusto para enlazar sin solución de continuidad una serie de derechazos con otra de naturales. Una faena plena, una faena artística, con un Roca Rey abandonado, dibujando el toreo clásico con máxima pureza, la ortodoxia al poder, para que luego digan que este tío solo es un temerario. Había que culminar la riada de emociones desenfrenadas desbordadas del caudal de sentimientos de los aficionados para que el círculo se cerrara y proclamara a los cuatro vientos que Andrés Roca Rey será la gran figura de las próximas décadas, y lo hizo con una estocada perfecta, siguiendo todos y cada uno de los cánones que dicta la suerte suprema, haciendo la cruz, la muleta muy abajo y el estoque hundido en el hoyo de las agujas, prácticamente imposible ver la empuñadura de lo enterrada que estaba. Encendido cayó rodado sin puntilla de manera espectacular en escasos cuatro segundos, como una pelota y la plaza reventó. Dos orejas incontestables, y un rabo que el presidente no quiso conceder con toda La Maestranza en un clamor, cubierta por un mar de pañuelos blancos que reclamaban el máximo trofeo. ¿Qué demonios más hay que hacer para que se le conceda lo que todo el público pedía y que en mi opinión era de máxima justicia?. No sé, pero una vez más apelaré a mi modo de ver y entender esta bendita locura que para mi son los toros, que por encima de los premios está la pasión, la emoción y el sentimiento, y aún a estas horas el corazón taurino me late a mil por hora después de haber soñado, igual que ayer, el toreo más grande en el capote y la muleta de Roca Rey. Y dicho esto, lo de hoy era de rabo, sí o sí.
Antonio Vallejo
P.D: Por motivos obvios, la actuación de Roca Rey se merece todos los honores, hago este aparte para comentar lo que me ha parecido el resto de una tarde con el cartel de "no hay billetes" colgado de nuevo en Sevilla. Era fácil predecirlo, toros de Nuñez del Cuvillo para Sebastián Castella, José Mari Manzanares y Andrés Roca Rey, así ya se puede, un día tras otro programando figuras. Pues que aprendan otros la receta para que los tendidos se abarroten como esta luminoso tarde sevillana. Cero opciones tuvo el francés Castella ante un lote deslucido, sin fuerzas, soso, sin raza alguna. Pulcritud y ganas, poco más pudo hacer el de Bèziers que justificarse ante la imposibilidad absoluta. Tampoco Manzanares tuvo mucha suerte con su primer enemigo, aunque no tenía mal pitón derecho. Por ahí surgieron serieis cortas de cierta calidad estética pero al conjunto le faltó profundidad, emoción y transmisión. Mejor anduvo el maestro alicantino con el quinto, un toro con nobleza y calidad pero al que la faltó motor para aguantar más y que la faena rompiera. Para mi gusto magníficas las primeras series en redondo, con el compás abierto, templado, alargando el viaje, la mano baja y la elegancia innata de Manzanares, especialmente en esos pases de pecho que interpreta como nadie, larguísimos, de pitón a rabo, acabando en la hombrera contraria. Bajó el tono por el pitón izquierdo, menos claro y con menos entrega del Cuvillo. Cuando quiso volver al derecho ya fue tarde, el toro se vino a menos y el trasteo perdió emoción, quedándose lo que podía haber sido una oreja de continuar la faena por los derroteros iniciales en una cariñosa y cerrada ovación que Manzanares recogió desde el tercio.
En resumen, que Sevilla sigue a toda máquina y la gente no se cansa de ir a los toros. Lógico, si se le da caviar, ¿a quien no le gusta?. Mañana los victorinos, y sábado, y la noche del pescaito, y el alumbrado del Real, ¿quien da más?. No sé si volverá a colgarse el "no hay billetes" pero no va a andar muy lejos, ya veremos.
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