Si quedaba alguna duda hoy se ha despejado. El cetro del toreo tiene nombre, Andrés Roca Rey, más que un huracán, más que un ciclón, más que un terremoto, una fuerza sobrenatural que hoy ha sacudido Madrid y ha hecho temblar a toda la ciudad con epicentro en Las Ventas. Una tarde para la historia, una faena tan solo al alcance de quien va a mandar en el toreo en las próximas décadas. El toreo total, todo en diez minutos, valor, entrega, inteligencia, conocimiento, poder, mando, técnica, gusto, clase, torería, además de pundonor, profesionalidad, sufrimiento y superación. Todo, absolutamente todo lo que ese toreo significa, emoción, sentimiento y pasión en diez minutos de una faena de antología. Fue al sexto de una buena corrida de Parladé, para mi gusto de enorme presencia y extraordinaria presentación, toros de variadas y buenas hechuras, muy serios, sin exageraciones, proporcionados, con trapío. Venía el peruano de malograr con la espada una más que posible oreja al tercero bis, un sobrero de Conde de Mayalde que saltó tras ver como se devolvía a un Parladé de bellísima estampa, de espectacular trapío, enseñando las puntas, pero blando y escaso de fuerzas. Según salió se echó el limeño el capote a la espalda ¡y se pone a parar al toro por gaoneras! Al segundo viaje le arrolla, le voltea de muy fea manera, la taleguilla desgarrada de cintura a rodilla, una paliza monumental y una cornada de 8 cm en el glúteo, algo que supimos a posteriori. Se repone y vuelve como si nada, arrebatado, chicuelinas y una media de escándalo para rematar un saludo capotero que solo alguien llamado a ser uno de los grandes de la historia puede hacer. Inicia la faena con estatuarios de infarto, pasándose al toro por donde no hay sitio, algo increíble, rompiendo la ley de impenetrabilidad de los cuerpos, cortándonos la respiración en cada pase, un ¡ay! tras otro. Toro áspero, incómodo, cabecea, suelta la cara, se viene por dentro, persigue los vuelos, hace hilo con la muleta y no permite el mínimo descuido. Portentoso y poderoso Roca Rey, honesto, sin guardarse nada, mando en su muleta, temple y mano baja para componer series en redondo de mucho valor y mérito, aguantando las broncas acometidas del de Mayalde, llevándolo por bajo, largo, tirando del toro. Y eso con el palizón y la herida de la cogida. Por el pitón izquierdo los naturales surgen con temple y hondura, aguantando al toro en su tendencia a salirse al final del muletazo, tapándole la salida, lección de técnica y conocimiento. Faena de mucho mérito toreando herido, faena de figura por calidad y valor, aunque cuatro cinco disconformes del 7 y aledaños le han protestado no sé qué, por lo visto que al ligar los naturales "se quedaba fuera": En fin, sin comentarios, si te pasas el día cruzándote no hay posible ligazón, y sin ligazón no hay emoción, y sin emoción no hay toreo, a ver si a alguno se le mete eso en la cabeza. Lástima que la espada cayera muy baja porque una oreja era casi segura. La puerta de la enfermería le vio pasar y solo se abrió de nuevo para ver salir al peruano dispuesto a matar al sexto en un alarde de valor, compromiso, profesionalidad, respeto y dignificación de la grandeza del toreo. Enorme, atronadora la ovación que le dedicó toda la plaza ante tal gesto de honradez y verdad. Porque aunque a unos pocos les moleste, media docena quizás que hoy no honestado conformes con lo que ha hecho Roca Rey y que creo que le esperaban con la escopeta cargada por su ya condición de figura, lo que ha presidido el toreo del peruano ha sido la verdad, jugándosela con el ingrato y peligroso tercero bis y saliendo a matar al sexto en as condiciones que lo hizo. Un toro de bellísima lámina este que cerraba plaza, buenísimas hechuras, muy serio, armónico, que salió abanto, incluso rajado en el capote, apuntando querencia, sin permitir el mínimo lucimiento a Roca Rey. Mansea en el caballo, la cara alta, sin entrega, haciendo sonar el estribo, se le castiga poco, dejándolo crudito, sin emplearse tampoco en banderillas, tercio resuelto con oficio por Francisco Durán "Viruta" y Paquito Algaba. Nadie de los que estábamos en el tendido veíamos toro por ningún lado, ni de lejos sospechábamos lo que iba a pasar. El único que vio claramente lo que tenía delante fue Roca Rey, solo de una máxima figura del toreo puede salir la faena antológica a ese sexto. Brinda al público, se va a los medios y cita al Parladé en largo. ¡Y que resulta que el toro va! Cambiados por la espalda espeluznantes, pasándose los pitones a milímetros de la chaquetilla, por donde no parecía haber sitio, sin importarle nada, sin reservas ni engaños verdad, verdad y más verdad. Y a un notas perdido en la andanada del 8 no se le ocurre cosa mejor que soltar el grito habitual de los puristas: "ahora hay que torear, Andrés". ¡Pues toma zasca, bocazas! Se echa la muleta a la diestra y por ahí hilvana a una serie en redondo de muchos quilates, poderosa, la mano baja, tirando del toro, muletazos largos, templados, con profundidad, ligados en un palmo de terreno, una locura, olés desenfrenados y la plaza en pie a las primeras de cambio. ¿Se habrá enterado ya el bocazas de lo que es torear?. ¡Qué ocasión ha perdido ese mamarracho para estarse callado y no poner en evidencia su supina ignorancia!. A partir de ahí un auténtico ciclón de toreo por ambos pitones. Tandas en redondo perfectamente acoplado, encajado, metiendo los riñones, tirando del toro, la muleta adelantada, la mano baja, el viaje largo, la ligazón perfecta, ciñéndose al toro a su cadera, series rotundas, poderosas, intensas, temple sobrenatural, clase y gusto, profundidad, torería. Un cambio de mano sublime pone en pie de nuevo a toda la plaza, los de pecho son monumentales, largos, de pitón a rabo, el delirio comienza a invadirnos ante tal avalancha de Arte, los olés retumban por todos los rincones de la capital y nadie es capaz de aguantar sentado en el tendido ante el toreo glorioso que hacía estremecer nuestra alma taurina. Por el izquierdo los naturales urgen imperiales, gloria pura, con hondura, largos, muy bajos, arrastrando la muleta, cada cual mejor, cada serie mejora la anterior por temple, largura y belleza, toreo puro, toreo para alucinar y no querer dejar de hacerlo jamás. La muleta barriendo la arena, todo en los medios, en un palmo de terreno a un toro que rompió a extraordinario porque existía en la mente de un genio llamado Roca Rey. Trincherillas preñadas de sabor, pases de desdén, adornos por bajo impregnados de torería superlativa, todo lo ha tenido, valor, entrega, poder, clase y gusto. Las bernardinas finales son para morirse, ¡cómo se lo ha pasado por ambos pitones!, valor supremo y más verdad si cabe, exponiendo sin trampa ni cartón, y otra trincherilla para cerrar que es quizás la más bella de todas las que ha pegado, y otro de desdén que pone a Las Ventas patas arriba. Estoconazo fulminante y dos orejas pedidas por unanimidad entre gritos de "toreo, torero" y concedidas sin discusión alguna. Así de grande es el toreo, capaz de hacer sentir sensaciones inenarrables, capaz de generar las emociones más intensas que nadie pueda soñar, algo único e indestructible que nadie jamás nos podrá quitar.
Pero las emociones intensas del toreo celestial de Roca Rey no vinieron solas. Hoy se despedía de Madrid un matador muy querido y respetado en esta plaza, Manuel Jesús "El Cid", un hombre que nos ha dejado grandes faenas para el recuerdo, toreo de mucho empaque y momentos de inmensa emoción. Y en su despedida no podía ser menos. Ya con la gran ovación que se le dedicó al romperse el paseíllo esta claro que la tarde iba de emociones. Se encargó el sevillano de calentar la caldera de los sentimientos desde el saludo capotero al primero, verónicas sedosas, templadas, acompasadas, lentas, con gusto infinito, relajado, ganado pasos, con torería, para rematar con una larga cordobesa repleta de aromas. Toro noble y con clase aunque le faltaba empuje y un punto de emoción , pero al que Cid entendió a la perfección y que le vino al de Salteras como anillo al dedo para componer una faena basada en le temple, la despaciosidad y el buen gusto. En este toro se ha visto a un Cid disfrutando de su última tarde en Madrid, relajado, sereno, con torería desde los primeros muletazos de tanteo, por bajo, ganando pasos. Por el pitón derecho ha bordado el toreo, templado, despacio, la mano baja, el viaje largo, y el toro humillando, noble y colaborador, rematando las series con unos de pecho sensacionales. Por el pitón izquierdo la embestida no fue tan clara, algo protestón, pero algunos naturales surgieron templados y hondos, para que nunca olvidemos esa mano izquierda que le dio fama. Y fue fiel a su historia, esa que dice que cuando torea bien mata mal. Así fue, se atascó con la espada y se esfumaron las opciones de oreja que estoy convencido que se hubiera pedido, el temple y el gusto de Cid lo valían. El cuarto tan solo le ha permitido pegarle un par de tandas en redondo con calidad. Un toro que de salida anunciaba escasez de fuerzas, con la cara a media altura y las manos por delante. Tuvo movilidad al inicio de faena, un par de series en redondo con profundidad y temple, dándole distancia y aprovechando el buen desplazamiento inicial del Parladé, con recorrido, ligando por bajo, derechazos limpios y d magnifico trazo, toreando encajado y con detalles de gusto como los adornos por bajo, torería pura. Por el pitón izquierdo fue peor, menos recorrido y calidad, pero algún natural suelto tuvo calidad y cierta emoción. A partir de ahí toros faena a menos, con El Cid voluntarioso y tirando de técnica y recursos de veterano, pero no pudo remontar el vuelo. De nuevo fallo a espadas, lo que no fue obstáculo para que toda la plaza en pie le tributara una cariñosa, sentida y merecida ovación como despedida y reconocimiento a tantos años de buen toreo que deja en la memoria de los aficionados.
El madrileño Alberto López Simón regresaba a su plaza tras los buenos recuerdos que dejó en el final de la pasada temporada y que anunciaban la vuelta de ese torero que nos impactó años atrás y que parecía caído en la melancolía. Saludó por vibrantes verónicas al segundo, un toro precioso, de magníficas hechuras y bellísima lámina. Inicia l afana por estatuarios, un cambiado por la espalda acongojante, un natural y un pase de pecho excepcional. Variado y vistoso comienzo al que siguen series en redondo de gran calidad, templado, con recorrido, firme y relajado, ligando por bajo y rematando con unos de pecho sublimes, larguísimos, de pitón a rabo. Toro noble y con clase, humilla y repite por ese pitón derecho, pero al cambiar al izquierdo se queda más corto y protesta, falta acople y baja un punto la intensidad de la faena. Regresa a ese pitón derecho que se demuestra francamente bueno, redondos ligados en un palmo de terreno que remata con dos cambios de mano excelentes que preceden a una bernardinas ajustadísimas cambiando el viaje en el último segundo para pasarse al toro por ambos pitones que ponen a Madrid en pie. Una entera ligeramente desprendida vale una oreja protestada por los pocos de siempre, pero que me parece justa y de ley. Con media puerta abierta se va a porta gayola a recibir al quinto, que casi le arrolla, menos mal que echó cuerpo a tierra y se salvó de una buena. Toro justo de fuerzas y de raza, deslucido en el capote y sin emplearse en el caballo. En banderillas hemos vivido uno de los momentos más intensos de la tarde con los dos pares que ha colocado Yelco Álvarez, jugándose el tipo ante un toro que esperaba, esperaban esperaba, un eternidad, pero Yelco aguanta todavía más y cuadra entre los pitones para dejar dos pares perfectamente reunidos. Grandísima ovación para el banderillero con toda la plaza en pie. En la muleta solo hubo voluntad y ganas de López Simón. Toro rajado, huidizo, renunciando a la pelea, que escapa a tablas, y allí le planta cara el de Barajas. El Parladé se defiende, suelta la cara, carece de recorrido. ganas y disposición de López Simón poco comprendida por unos tendidos que le pedían brevedad. Logró robarle algunos muletazos sueltos de mucho mérito pero no encontró eco. Pero al menos se ha visto al madrileño en camino de recobrar el sitio que tuvo.
Una tarde para el recuerdo, una tarde para la historia, una tarde en la que el toreo se ha llamado Roca Rey.
Antonio Vallejo
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