jueves, 30 de mayo de 2019

16º de San Isidro: Justo salvador


Justo al final, Justo en el último toro de una corrida que pasó capítulo a capítulo en tono gris, Justo salvador, Emilio de Justo al rescate de una victorinada que no cumplió como merecía en la conmemoración de una fecha tan emblemática como el centenario del debut  de el hierro de la A coronada en la plaza de Madrid. Fue un 29 de mayo de 1919 cuando los Albaserradas pisaron por vez primera el ruedo madrileño, desde aquel lejano día 100 años de historia que probablemente alcanzó su cenit con la famosa corrida de 1982 en la que Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar salieron a hombros acompañados del ganadero, Victorino Martín, convertido en una de las mayores leyendas de la historia de la tauromaquia.
No me ha gustado la corrida de hoy ni por presentación ni por juego, muy dispar de hechuras, algunos de los que saltaron ciertamente terciados y otros fuera de tipo, aunque es cierto que todos fueron serios por delante y muy astifinos, alguno como el tercero con unos pitones descomunales para su caja y cara, muy desproporcionado en mi opinión, y que en general dieron poco juego, deslucidos, cortos de recorrido y con tendencia llevar la cara alta. De verdad, no entiendo qué se le ha visto por parte de algunos al primero y al quinto para aplaudirlos en el arrastre, puedo entender algo que segundo y cuarto recibieran palmas, pero tampoco me cuadra la ovación que se llevaron en relación a la censura a Chacón y Luque. Solo se me ocurre que hoy tocaba para algunos dejar claro que son los más toristas del mundo y que era día de gritar lo de "se va sin torear". Solo el sexto ha tenido verdadera clase y entrega, ha sido con diferencia el mejor de un encierro de nivel medio, aunque algunos parecía que estaban viendo la quintaesencia de la bravura. Pero esto es lo grande de la Fiesta, que cada uno la ve y entiende de una manera, siempre que se haga con respeto.
Octavio Chacón recibió al primero con un par de verónicas que toma desentendido, se da cuenta de que lo que necesitaba era mando y así lo lidió de manera soberbia echando el capote abajo, andándole hacia atrás, llevándoselo a los medios para fijarlo. En esos lances el victorino humillaba y llevaba el hocico a ras de suelo, aparentando lo que luego no fue. Empujó en el caballo aunque sin emplearse y en la muleta demostró que lo del principio fue un espejismo. Corto de recorrido, tomaba bien el primer y segundo muletazo de cada serie, al tercero se quedaba debajo y reponía, soltando la cara con peligro. Por el pitón izquierdo se venía por dentro, miraba, medía y buscaba, toro áspero y sin entrega ante el que el gaditano anduvo por encima, firme y seguro, con los recursos que atesora tras haberse forjado matando cantidad de toros como ese primero, una alimaña. Lo mató de entera desprendida y, algo incomprensible, el toro fue aplaudido en el arrastre. El cuarto fue un albaserrada puro, quizás el más bonito de hechuras para mi gusto, cornipaso, dos lanzas afiladas desafiantes, que apretó mucho hacia dentro de salida, que empujó en el caballo pero sin demasiada codicia, dejándose pegar y que en banderillas anduvo reservón. En la muleta tuvo tres tandas, las primeras por el pitón derecho en las que Chacón sacó redondos templados y ligados por bajo que el victorino tomaba con nobleza y clase, humillando, para rematar esas series cortitas con buenos pases de pecho. Para mi esa faena tuvo dos condicionantes, el viento que no le permitió torear en los medios donde quizás ese toro hubiera dado más y un muletazo por el pitón derecho en el que, precisamente por el viento, se quedó destapado y el toro inmediatamente hizo por él, enganchándole afortunadamente sin herirle, pero le pegó un buen susto del que se salvó de milagro. Estos toros no permiten la mínima duda ni el mínimo fallo y en un segundo desarrollan sentido. No sé si ese habrá sido el caso de este cuarto, pero a partir de ese instante se acabó lo bueno y la nobleza de las primeras embestidas desapareció, sacando a relucir el genio típico de su sangre. Cada muletazo acortaba el recorrido, se revolvía y rebañaba, con mucho peligro, pero se encontró a un Chacón firme y valiente que le plantó cara jugándosela entre la indiferencia general, como si allí no estuviera pasando nada. En fin, para mi firme y solvente el gaditano, llegando incluso a pegar tres naturales al final lentísimos y con mucha hondura que no tuvieron eco ni reconocimiento por esa indiferencia en la que incomprensiblemente estaba sumida la plaza. Por supuesto, tuvo que aguantar al pesado de turno con aquello de "otro que se va sin torear". Lo pasaportó con una entera fulminante pero ni siquiera eso fue suficiente para que se le reconociera el esfuerzo y lo bueno que hizo. Otra vez, para mi incomprensible, ovación al toro y pitos a Chacón. Señores, que ese toro no cumplió en los primeros tercios, nada, que en la muleta tuvo tres tandas, no más, ¡y eso se ovaciona!. O algunos tenían algo contra el gaditano o no lo entiendo.
Daniel Luque recibió al segundo a la verónica, temple en el capote, la figura compuesta, un par de ellas, tuvieron sabor. Un toro que echaba las manos por delante y soltaba la cara, que fue a su aire al caballo, empujó metiendo los riñones pero se le picó trasero, lo que pudo condicionar su comportamiento en la muleta. Los primeros compases de la faena hacían pensar en algo bueno porque por el pitón derecho parecía tener calidad y nobleza, lo que aprovechó el sevillano en tandas suaves, cuidando la altura, sin obligarle demasiado porque se venía abajo, logrando sacar tan solo algunos muletazos sueltos en los que el toro humilló y aguantó cuando Luque le bajó la mano. Pero a cada muletazo iba recortando el recorrido, se volvió andarín y reservón, especialmente por el pitón izquierdo. Enorme el tesón del de Gerena que consiguió meterlo en los vuelos en algunos redondos templados de mucho mérito y unos naturales robados de uno en uno que tuvieron empaque, como la serie por el pitón derecho con la que epilogó la faena, un par de redondos bajos y profundos y un pase de pecho con relajo mirando al tendido que fue una maravilla. No anduvo fino con la espada y hubo ovación para el toro y para el torero, aunque esto último no pareció gustar en el 7, que protestó airadamente. A mi tampoco me pareció un toro como para ovacionar en el arrastre como se hizo, pero me callo y ya está, no tengo por qué acallar a los que no piensan como yo. El quinto saltó echando las manos por delante y la cara por las nubes, lo paró Luque con clase para rematar con una buena media. Empujó en varas, sí, pero llegó parado al tercio de banderillas, esperaba para soltar la cara, dos grandes pares de Juan Contreras cuadrando en la cara, dejándose ver, con mucha exposición. Toro complicado en la muleta, que se iba por dentro por ambos pitones, que reponía y no pasaba. Muy firme Luque, poniéndole la muleta, tratando de conducir la descompuesta embestida del victorino, sin entrega. Consigue sacar naturales sueltos con cierta hondura, algunos derechazos tuvieron temple y calidad, sobre todo al principio de faena, con recorrido y buen ritmo, incluso una serie ya avanzada la faena tuvo profundidad y ligazón. Máxima la disposición del sevillano, firme y poderoso, llegando a torear muy despacio en algunos redondos de muchísima calidad, pero tenía al 7 en contra, le protestaban la colocación, le protestaban que siguiera toreando, si hubiera hecho lo contrario para abreviar también le hubieran protestado, todo se lo protestaban. Tampoco anduvo fino con la espada y yo alucino, algunos aplauden a este toro en el arrastre. En fin.
El tercero, como ya he comentado, me ha parecido absolutamente desproporcionado, con una cornamenta exagerada para su volumen, sin armonía. Además ha salido sin fijeza ante las verónicas poderosas de Emilio de Justo, genuflexo, el capote abajo. Empuja abajo en el primer puyazo, se emplea y se le castiga duro. Sale blandeando, dobla las manos, por lo que a partir de ahí se le cuida al máximo, muy medido el castigo en el segundo puyazo, capotes a más de media altura, mucho mimo y suavidad a la hora de dejar las banderillas, sin forzarle para que no pierda las manos. Sin fuerza en la muleta, sin recorrido, se queda debajo en cada pase, se revuelve y suelta la cara a la defensiva, una alimaña a la que era totalmente imposible darle un pase, y eso que el cacereño lo intentó por ambos pitones, pero nada de nada. Con buen criterio decidió abreviar. Faltaba el sexto, Director, un toro muy serio, abierto de cara, enseñando las puntas, buenas hechuras, con trapío. Lo recibió Emilio de Justo a la verónica, temple y compás, ritmo, suavidad, largura, lances bellísimos, acompañando con la cadera, ganando pasos para rematar el saludo con tres medias de locura. Posiblemente los olés más intensos de toda la tarde los hayamos escuchado en esas preciosas, armoniosas y emocionales verónicas. Como también se ha desbordado la emoción en el tercio de banderillas, extraordinarios pares de Morenito de Arles y Manuel Pérez Valcarce que, junto a un magistral Ángel Gómez en la brega sin dar un capotazo de más al llevarse al toro del caballo andando hacia atrás y que casi es cogido por un traspiés al llevar al toro hacia el burladero a punta de capote a una mano, han tenido que responder montera en mano a una plaza puesta en pie que se rompía las manos en aplausos. Impresionante. Y justo al final, justo con el último toro ha llegado el Justo salvador de la corrida, porque si no llega a ser por ese sexto y por lo sensacionalmente bien que Justo lo ha entendido y lo ha toreado, estaríamos hablando de un naufragio de Victorino en su centenario. Directamente al natural, la muleta en la mano izquierda, adelantada, primera series templadas y hondas, encajado, toreo reunido, la mano baja, ligando con gusto, mucha emoción, toreo bueno, y el toro va, humilla, con nobleza, con recorrido, y repite. Un pase de pecho con el que abrocha una de esas series al natural muy relajado, abandonado, con cierto desdén, tuvo un sabor torero de muchos quilates. Midió perfectamente la duración de la series y las pausas, calibró la altura necesaria en cada muletazo para adaptarse a la buena embestida del victorino y sacarle todo lo que llevaba. Por el pitón derecho una sinfonía de toreo profundo, llevándolo por bajo, con clase pero también con mucho valor, porque en las primeras tandas en redondo se quedaba y revolvía con peligro. Aguantó y consintió el cacereño, y al final lo pudo a base de mando y mano baja. La última serie por el pitón derecho es extraordinaria, toro sometido y torero entregado, toreo asentado, lento, largo, profundo, temple y ligazón que ponen a la plaza en pie, uno de pecho extraordinario, de pitón a rabo con una suavidad y naturalidad supremas. Arte y valor, cualidades que de Justo ha exhibido por ambos pitones, sumadas a la sincera verdad de los últimos naturales citando de frente, vaciándose, y otro d pecho con desmayo, redondean una faena que me ha parecido rotunda y de las más importantes que he visto al extremeño. Se tira recto a matar y deja un entera que no sé si cayó arriba o estaba algo desprendida, lo deduzco porque algunos protestaron no sé qué, pero me da igual, una oreja de peso, una oreja de mucho valor, una oreja ganada por entrega y arte, una oreja justa para el Justo salvador de la tarde, Emilio.

Antonio Vallejo 

P.D: Hoy he compartido la tarde con un buen amigo y gran aficionado, Jacobo. El pasado domingo me enseñó una acuarela que llevo hoy como ilustración de esta entrada. Le pedí permiso a él y a su autor para ponerla en este blog, y no pusieron pega alguna. Una acuarela en la que su autor refleja a las mil maravillas lo que es el toreo, belleza, armonía, plasticidad, dinamismo y emoción. El autor es su hijo Juan, de 16 años, que promete ser tan buen aficionado como su padre, solo así es posible plasmar la humillación del toro, la figura elegante del torero y la belleza de los vuelos del capote en el lance. Esta tarde le dije que iba a ponerla hoy puesto que era uno de los días en que me acompañaba a los toros, y me alegra que haya sido precisamente hoy. Esta va por ti, Jacobo. Un fuerte abrazo. 

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