A punto he estado esta tarde de ir a Las Ventas dispuesto a ver la goyesca del 2 de mayo, una fecha emblemática que durante años reunía uno de los carteles más rematados de la temporada, o al menos así lo recuerdo los años de la feria o miniferia, así solían llamarla, de la Comunidad, aperitivo de San Isidro, con la plaza madrileña llena o casi llena. De hecho lo he estado dudando hasta poco antes de la hora fijada para el comienzo del festejo, las seis y media, casualmente la misma hora a la que daba arranque el paseíllo en la Real Maestranza. Bien podía haber dejado grabando en Canal Toros la corrida de Sevilla para verla posteriormente y haber bajado tranquilamente a Las Ventas donde hubiera tenido pocos problemas para llegar y entrar a la plaza. Pero, sinceramente, viendo uno y otro cartel, he decidido quedarme en casa y ver en directo la segunda de la Feria de Abri, porque entre otras cosas me conozco a la perfección y sé que no hubiera aguantado sin enterarme de lo que estaba pasando en Sevilla. Y por lo que parece muchos aficionados madrileños hemos debido pensar algo parecido, porque las imágenes que he visto del aspecto que presentaban los tendidos venteños en esta tarde grande para Madrid era realmente desolador. De nuevo un tercio de entrada y muy justito, muestra del escaso interés que despierta una terna compuesta por Francisco Javier Espada, Cristian Escribano y Ángel Sánchez para estoquear un encierro serio y bien presentado de José Luis Pereda en el que tan solo dos toros han permitido el lucimiento de los espadas. Frente a esta opción tenía la de ver, aunque fuera por televisión, la corrida de Sevilla, con reses de Garcigrande para Morante de la Puebla, El Juli y Miguel Ángel Perera. ¿Qué aspecto presentaba La Maestranza?. No hace falta ser un sabio para responder: más que lleno. Espectacular imagen de unos tendidos abarrotados de aficionados y público con ganas de ver toros. ¿Por qué han ido?. Muy sencillo, porque si das atractivos la gente responde, y la Fiesta lo que necesita es respuesta y plazas llenas, no cuatro aficionados por muy entendidos y puristas que sean. Ya sé que todos los toreros deben torear, pero hay fechas a lo largo del año para dar cabida a quien merezca estar en las plazas más importantes del mundo, pero la de hoy en Madrid pienso que es lo suficientemente emblemática como para estirarse algo más y proponer una combinación de mayor tirón en los tendidos, que esa es otra opción, reunir a matadores de la parte alta del escalafón con aquellos que ocupan puestos de medio y bajo escalafón, como toda la vida se ha hecho. Pero esto es tan solo mi opinión, acertada para algunos, disparatada para otros.
Francamente, me he alegrado de hacer lo que he hecho y disfrutar de dos auténticos monstruos de este Arte, Morante de la Puebla y Juli que hoy en Sevilla nos han hecho soñar el toreo eterno una vez más, ese toreo que nace de la imaginación de un artista y que emociona porque llega al corazón, al alma, dispara los sentimientos y arranca la pasión. Todo eso ha sido esta tarde de ensueño y embrujo sevillano.
El duende de Morante ha vuelto y se ha extendido por todo Sevilla para hipnotizarnos y llevarnos al cielo del toreo. Solo así puedo expresar el caudal de emociones que ha desencadenado el saludo capotero del sevillano al primero de la tarde. Siete verónicas acompasadas, el mentón hundido, jugando las muñecas con suavidad y gracilidad, acompañando el viaje con la cintura, pura belleza, verónicas únicas, celestiales, rematadas con una media eterna, imborrable de la memoria, toreo inmortal. ¡Y los delantales para dejar al toro en suerte ante el caballo!, ¡y el quite por chicuelinas!, ceñidas, bajando la mano, ¡y otra media de remate sencillamente divina!. Comentaba el maestro Emilio Muñoz que ha sido el mejor toreo de capa que recuerda en mucho tiempo. Y así lo creo yo también, hay que verlo para sentirlo, se lo aconsejo, en cualquier portal taurino está el video para que disfruten y sueñen. No solo de capote vive Morante, ¡que va!. Con la muleta ha derramado torería por los cuatro costados, ha impregnado el albero maestrante de aromas a Romero, desde los ayudados por bajo al inicio de faena, luego por alto, más tarde las series en redondo y al natural, componiendo la figura, enroscándose al toro, más belleza y plasticidad es imposible, los pases de pecho, trincherazos y pases de la firma, todo bajo el encanto de la naturalidad, todo fluido desde la imaginación, fruto de la inspiración. ¡Cómo han retumbado los olés en Sevilla!, la plaza en pie y Morante feliz, y nosotros más, rendidos al toreo eterno y mágico del duende, sinitiendo una vez más el pellizco que genera el arte de Morante. Lástima que el toro no durara algo más para redondear la faena porque iba camino de premio, aunque lo que nos ha hecho sentir el de La Puebla es mucho más que todas las orejas del mundo. Con el cuarto, un toro rebrincado que soltaba la cara a cada embestida, nada ha podido hacer Morante con el capote, totalmente ingobernable el de Garcigrande. Manseó descaradamente en el caballo y parecía que la faena de muleta iba a ser un visto y no visto dadas las nulas cualidades del toro. ¡Qué equivocación!. Ha surgido el Morante más técnico, el Morante conocedor de los terrenos y poco a poco, a base de paciencia, de consentirle a media altura, ha conseguido sacarle un par de series en redondo con clase y gusto, bajándole la mano, entre los olés de unos tendidos que no se creían lo que estaban viendo, con esa torería y esa compostura que transmite su toreo, incluso un par de naturales han tenido hondura, también respondidos con olés profundos. Más compromiso y voluntad no se le puede pedir al maestro en esta tarde en la que nos ha llevado con su capote y su muleta al cielo del toreo.
Julián López "El Juli" ha dejado patente en esta tarde sevillana por qué es un figurón del toreo. Junto a Enrique Ponce, aún convaleciente de su lesión de rodilla, y Roca Rey conforman el podio del toreo actual y el madrileño ha aceptado la responsabilidad y el compromiso de llevar el cetro del toreo en estos momentos en los que tanto se necesita la implicación de todos en beneficio de la Fiesta, presente en todas las plazas y ferias, de principio a fin de temporada, desde Castellón a Zaragoza estará Juli, no como algún otro que hay por ahí. Por cierto, no he mirado si en Granada hará el paseíllo, seguro que sí, sin necesidad de anunciarse como si tras él se acabara el mundo. Por eso es figura máxima del toreo, figura de época, leyenda viva de la Tauromaquia. Bueno, por eso y porque torea a las mil maravillas, porque es poderoso, porque tiene un mando portentoso, una técnica al alcance de muy pocos, un conocimiento del toro, de las suertes y los terrenos privilegiado y una capacidad artística fuera de toda duda. Solo así es comprensible lo que hemos visto en Sevilla al desorejar a un toro de Garcigrande que en muchas otras manos se hubiera ido de vacío a las primeras de cambio. Un toro suelto, distraido, sin fijeza, que no sirvió en le capote, que manseó en el caballo, un toro por el que nadie dábamos un duro. Pero emergió el Juli imperial, majestuoso, poderoso, dominador, en un inicio de faena con el madrileño clavado al suelo, completando una antológica serie de estatuarios sin moverse un milímetro y rematar por bajo con clase y gusto. A partir de ahí una sinfonía de toreo conjugando inteligencia, conocimiento, técnica y expresión artística. Tandas en redondo midiendo perfectamente la distancia, adelantada la muleta, enganchando al toro y llevándolo cosido a la tela, ni un toque pese a la tendencia del garcigrande a puntear, pero Juli le ha bajado la mano y lo ha embarcado en los vuelos con una maestría superlativa, ligando los muletazos con suavidad y temple, una delicia. Igual los naturales, dándole el pecho, con hondura, por abajo, se sucedían las tandas, la ligazón reinaba en la faena, los de pecho que las abrochaban surgían majestuosos, los adornos por bajo ponían la guinda, Juli poderoso, Juli con mando, sometiendo a este toro que minutos antes parecía no valer más que para el desolladero. Los olés de nuevo resonando en La Maestranza, los tendidos en pie, rendidos ante el imperial Juli, y el éxtasis con una estocada monumental que pasaportó sin puntilla al de Garcigrande, premiado con una vuelta al ruedo un tanto discutible. La Maestranza se cubrió de un manto de pañuelos blancos y las dos orejas cayeron, para mi sin discusión alguna, que sumadas a la cortada al segundo de la corrida le abrían la Puerta del Príncipe, la sexta de su carrera, cifras de máxima figura del toreo de todos los tiempos. Efectivamente, Juli venía de cortar una oreja al segundo, un toro noble al que recibió de capa con una elegancia y un gusto supremo, a pies juntos, verónicas desmayadas, las manos muy bajas, con suavidad, meciendo la embestida, para rematar con una media de lujo. Variado y bello fue también el quite por navarras y tijerillas que el madrileño interpreta de manera única, incluso parecen chicuelinas, y que puso a los tendidos maestrantes en pie. Con la muleta demostró su poderío y su técnica, comenzando a media altura, sin obligar en exceso al toro, bajando poco a poco la mano, ligando las series con temple, cortas, administrando las pausas con sabiduría, dándole aire, sacando excelentes muletazos por ambos pitones para poner colofón al trasteo con luquesinas que pusieron al público en pie. Un pinchazo y una estocada hasta la empuñadura hicieron aflorar pañuelos en los tendidos aunque me dio la impresión que si eran mayoritarios lo eran de manera muy justita. Oreja concedida por el presidente que provocó bastantes protestas ante lo que Juli, a mi modo de ver con criterio totalmente acertado, decidió dar la vuelta al ruedo sin el trofeo, gesto que le honra y dignifica.
Miguel Ángel Perera perdió con la espada la posibilidad de cortar una oreja al sexto de la tarde. Antes había estado pulcro y aseado ante un toro con nobleza pero soso y de escaso recorrido. Sacó a relucir su gran capacidad lidiadora, su mando y su firmeza, instrumentó series de mérito arrancando las escasas embestidas del toro, anduvo por encima del de Garcigrande pero el trasteo careció de ese punto de emoción necesario para transmitir que el toro no aportó por su falta de entrega y su tendencia a soltar la cara y puntear los engaños. Ante el sexto sí que tuvo más opciones, sin que fuera tampoco nada del otro mundo, pero al menos tuvo un pitón, el derecho, por el que surgieron los mejores pasajes. Bien con el capote, templado en las verónicas de saludo, bueno el quite por chicuelinas, recibido con olés por parte de un público deseoso de disfrutar con cada detalle, algo que siempre he admirado del público sevillano y que comparto al cien por cien. En la muleta fue bueno por el pitón derecho, metía la cara con clase y permitió a Perera cuajar series en redondo de calidad, templadas, bajando la mano, en ese estilo de toreo vertical que le caracteriza, estático, con mando. Al pasarse al otro pitón bajó el nivel, el toro protestaba y no concedía lo mínimo. Visto lo visto volvió el extremeño a perfilarse en redondo pero el garcigrande dijo que ya no pasaba y ahí se acabó todo, lo que unido al mal manejo de los aceros, y ya es raro eso en Perera, hizo que se esfumaran las opciones que pudiera haber de oreja.
Y mañana más, otra tarde para seguir soñando el toreo con toros de Nuñez del Cuvillo para Sebastián Castella, Manzanares y Roca Rey. Otro lleno de no hay billetes, no me extraña.
Antonio Vallejo
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