La noticia es que no hay noticia, otro lleno en La Maestranza para ver otro cartel más de auténtico lujo con dos toros de Los Espartales para Diego Ventura y cuatro de Domingo Hernández de unas hechuras maravillosas para Julián López "El Juli" y Cayetano. Caviar puro a caballo y a pie. Y la tarde no ha defraudado a nadie, aunque no se haya cortado ninguna oreja, porque sobre el albero sevillano se ha visto la importancia de las faenas de tres figuras de toreo tanto a caballo como a pie ante toros de muy distintas condiciones, porque se ha visto el poder en el toreo para mandar y someter a sus enemigos y porque la raza torera de cada uno ha brillado como lo hacía el sol en ese precioso cielo azul sevillano que presidía la tarde. Muchos han sido los argumentos para disfrutar del toreo como lo ha hecho la afición sevillana, y así lo ha reconocido Juli a las cámaras de Canal Toros con unas palabras que creo definen a la perfección lo que es esta plaza: "Es un gusto y un placer ser torero para pisar esta plaza y torear para una afición tan excepcional". Así es, una plaza donde se sabe y se entiende mucho de toreo, una plaza donde se siente y se vive el toreo con el único fin de disfrutar d ella belleza del arte, una plaza una afición que siempre, y esta tarde no ha sido una excepción, es paciente, educada y respetuosa cuando las cosas no van bien, cuando, como ha ocurrido hoy mismo, el toro no trasmite lo que nos gustaría o la faena no rompe como quisiéramos, sin montar escándalos fuera de lugar, sin el insulto vulgar o las frases hechas repetidas hasta la saciedad, sin fobias premeditadas ni la mala educación que ciertos sectores abanderados del purismo y la sabiduría plenipotencial se auto otorgan. Mejor no podía haberlo expresado el maestro Juli, y lo comparto de principio a fin porque gracias a Dios lo he vivido y sentido en esos tendidos maestrantes, ese sentimiento y esa pasión que se desata con una verónica, con un redondo, con un natural, con un trincherazo, con cualquier cosa que pase sobre el albero y desprenda aromas y sabores a toreo bueno, y esta tarde ha habido muchos y muy buenos detalles para emocionarse, para sentir el toreo en todas sus vertientes, todos esos argumentos de los que antes hablaba.
Argumentos como los de Diego Ventura a lomos de Joselito, Nazarí, Sueño, Bronce, Lío, Romerito, Dólar o Remate, las ocho cabalgaduras sobre las que ha impuesto dos obras de arte, nombres míticos que ya son parte de la historia del toreo con los que el luso-sevillano ha dignificado y glorificado el toreo a caballo dotándole de una dimensión, un reconocimiento y un honor que, sinceramente, creo que jamás había logrado. No exagero si digo que Ventura ha conseguido poner el toreo a caballo prácticamente al mismo nivel de interés y valor que el toreo a pie para la mayoría de los aficionados. Solo hay que ver lo que ha cambiado en tres o cuatro años el público que llena las primeras plazas las tardes que él torea. Lejos queda el tópico de "los caballitos", porque el buen aficionado va a ver toreo de verdad, que es lo que hace Ventura. Templa y encela a los toros a milímetros de su cabalgadura, lleva conducida la embestida como si de una muleta se tratara, el toreo a dos pistas emociona, los quiebros enamoran, es arte puro, belleza en cada banderilla colocada en terrenos inverosímiles, toreo de gran dimensión, toreo de verdad, parando, templando y mandando, las tres máximas del toreo, a pie o a caballo, da igual, somete y puede a los toros, se deja ver, en los medios o por los adentros, ajusta las embestidas, ciñe al toro a la grupa o el lomo, acorta los terrenos o lo lleva en largo, toreo en definitiva, toreo con mayúsculas, ejecutado con naturalidad, sin alardes exagerados ni adornos efectistas, todo con sentido de lidia. Esta tarde ha compuesto dos faenas de lo que es Diego Ventura, un maestro, dos lecciones magistrales de toreo con empaque, clase y gusto, además de un conocimiento y una técnica indiscutible, que de no haber estado desacertado con el rejón de muerte probablemente estaríamos a estas horas hablando de una Puerta del Príncipe para Ventura.
Y para técnica, mando, poderío, gusto, clase y torería otro maestro que hoy también ha demostrado su dimensión de grandísima figura del toreo de todos los tiempos. Recibió al segundo con lances de capa despaciosos, desmayados, las manos bajas, con suavidad, verónicas acompasadas, acariciando la embestida, lo llevó al caballo con torería y allí el de Domingo-Hernández se mostró bravo, empujó con codicia y derribó al picador, se lució Juli en un ceñido quite por chicuelinas y replicó Cayetano con otro por tafalleras y cordobinas que levantaron a los aficionados de sus asientos. Toro exigente, para mandar y poderle, toro cambiante, mejor por el derecho, complicado por el izquierdo, y encima el viento dando por saco. Buenos muletazos en redondo, primero en los medios donde las series alcanzaron las mayores cotas de emoción, bajaron un punto por el izquierdo, más complicados los naturales, menos limpios, el viento molestaba. Cerró al toro, al abrigo de las tablas, de nuevo los derechazos con mando, los naturales más deslabazados, pero no eran los terrenos para lucir a ese toro, eran los medios, pero el viento soplaba como el peor enemigo. Ese condicionante creo que ha sido el responsable de la falta de continuidad y ritmo para que la faena rompiera, ¿y que ha pasado?. Lo de siempre, que cuando ha surgido el poderoso toreo en redondo los olés han retumbado Sevilla, y cuando al natural no podía ponerle la muleta adelantada y planchada sin poder acoplarse a la embestida la afición lo ha entendido y le ha respetado, nada de gritos preconcebidos ni faltas de respeto a quien se está jugando la vida, como desgraciadamente tantas tardes soportamos en Madrid. Con el quinto, un toro que como virtud tenía la movilidad, pero como defectos la embestida descompuesta, la falta de humillación y el escaso recorrido, Juli ha redactado todo un tratado de técnica para tirar de un toro brusco, bronco, a la defensiva, que reponía con peligro. Mando y poder en una faena que como aficionado he disfrutado, una faena d mucho mérito, una faena con muchas complicaciones que ha resuelto Juli con maestría porque tiene una capacidad técnica descomunal, maneja todos los recursos y conoce al toro y los terrenos como nadie. También lo ha sabido ver la afición sevillana, que cuando ha surgido a media faena una serie mágica en redondo, acoplado, con temple, ligada por bajo, ha vuelto a rugir en olés sentidos de verdad, y que a la muerte de ese quinto le ha tributado una ovación en reconocimiento a su buena actuación, siguiendo esa máxima sagrada que dice que al torero hay que medirle y valorarle en función del toro que tiene delante.
Y me falta el argumento de la raza, encarnado en la figura de Cayetano, como siempre, todo corazón, todo pasión, arrebato de toreo, entrega y compromiso sin fin. La faena al tercero contó con un invitado no deseado, un vendaval que puso la cosa difíciles a Cayetano. Pronto vio que el pitón bueno era el izquierdo y por ahí se puso, dándole igual el viento, poniéndole una muleta que flameaba la viento como una bandera, todo pundonor, la emoción en la entrega, arrebatado, series de naturales que posiblemente no tuvieron la limpieza y el empaque de otras templadas y suaves, pero que llegaron arriba, a los tendidos, a unos aficionados que vieron a un hombre de verdad, sin esconder nada, jugándosela sin trampa ni cartón. Fueron tres series mágicas que hechizaron a los tendidos, rendidos desde ese instante al madrileño, que aprovechó que Solo se tomó un pequeño descanso para sacar al toro a los medios y pegarle una tanda al natural templada y ligada con una clase y un gusto superior. Mató de entera a la primera y hubo petición insuficiente, pero la gente le pidió la vuelta al ruedo que resultó apoteósica, los tendidos a sus pies. Sevilla no pierde las costumbres de siempre ni desprecia la importancia de una vuelta al ruedo, cuanta razón tiene Juli. El sexto saltó parado, suave, como si ya hubiera pasado por el caballo, no parecía que fuera a decir nada, las manos por delante, corto de recorrido, falta de fuerzas a la vista. Pero contra pronóstico fue a más en la muleta de un Cayetano que iba dispuesto a todo. Sentado en el estribo, estampa torera, llama al de Domingo-Hernández, se lo pasa por ambos pitones, se planta de rodillas y le pega una serie de ayudados a dos manos por le pitón derecho que son muestra de la sangre Rivera, herencia de su padre, el gran Paquirri. Faena que ha tenido de todo, un par de series en redondo realmente sublimes, derechazos templados, con largura, la mano baja, encajado, otras menos limpias al natural, por ahí el toro no pasaba, corto de recorrido, frenado, revolviéndose, muletazos a veces un tanto acelerados y atropellados, pero el corazón y el empuje de Cayetano superaban todos esos defectos. De nuevo los tendidos entregados, olés cuando la emoción nacía de la belleza, olés cuando la emoción nacía de la exposición enrazada de Cayetano, olés que no querían música, que querían oirse a sí mismos, que hicieron callar a la banda por expresa indicación de Cayetano. Fue al final de faena cuando los muletazos alcanzaron las mayores cotas de gusto y clase con redondos profundos que precedieron a un pinchazo y una entera que sirvieron para que diera otra vuelta al ruedo tras otra petición insuficiente.
Ventura, Juli, Cayetano, importancia, poder y raza que hacen grande el toreo.
Antonio Vallejo
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