miércoles, 22 de mayo de 2019

8ª de San Isidro: Lamentable


Vergüenza, bochorno, indignación, cabreo, eso es lo que me queda de la corrida de esta tarde. Lamentable, impropio de la plaza de Madrid, indigno, un numerito vomitivo, esperpéntico, patético, ridículo, chabacano, tabernario, el organizado por la banda del 7 que hoy ha ido a la plaza con grandes pancartas en las que pedía la salida del palco de D. Gonzalo J. de Villa Perro, uno de los presidentes de la todavía llamada primera plaza del mundo y que por culpa de este grupito de miserables va a acabar reducida a escombros en lo taurino. Unos seres que van a la plaza de toros dispuestos a montar una bronca descomunal, desproporcionada, fuera de tiempo y lugar porque D. Gonzalo tuvo la "osadía" de conceder dos orejas a Miguel Ángel Perera el pasado día 15 tras una faena que bien valía un trofeo por sí sola, una estocada que a juicio de muchos también podía valer otra de igual manera y tras una petición mayoritaria de ambos trofeos, pueden llamarse de muchas formas, pero nunca aficionados. El que va a una plaza de toros con la idea preconcebida de montar bronca para saldar cuentas pendientes porque sus caprichos no se han impuesto no es aficionado, es más, no le gustan los toros, no va a disfrutar del arte y lo mejor que puede hacer es desaparecer de los tendidos. Lo están consiguiendo, poco a poco van echando a la gente de la plaza, con su falta de educación, a base de gritos e insultos, intentan amedrentar, son matones de tendido, se creen en posesión del Santo Grial del toreo, los garantes de la pureza, son los únicos que pueden decidir lo que está bien o mal, lo que se puede premiar o no, son los que han impuesto ese toro mastodóntico que estamos hartos ya de ver saltar a la arena y que ni se mueve ni embiste, son en gran parte los culpables de que hayamos llegado a ver el menos espectáculo de unos tendidos casi vacíos como muestra la foto con la que ilustro esta entrada, unos tendidos casi vacíos, gradas y andanadas desiertas, y eso es lo que se ve, en mi tendido 1 el aspecto es igual de pobre, menos mal que no me doy la cara para no deprimirme al ver a donde deriva esta feria sin rumbo. Y me da igual que puedan tener razón en su enfado, yo creo que no, pero suponiendo que la tuvieran pierdan toda razón por la formas. No, no y no, no se puede ir casi una semana después a reventar una corrida, eso no es de aficionado, repito. En su momento pudieron expresar su disconformidad abroncando al palco cuando Perera concluyó su vuelta al ruedo tras cortar las dos orejas de la discordia, porque no sé si ellos conocen ese detalle, que en la liturgia taurina hay un momento para juzgar y manifestar el veredicto al toro, otro para el torero y otro para el palco si se considera, es algo muy básico para cualquier aficionado mínimamente iniciado. Pero claro, este grupito del 7 no es de aficionados, quedan en evidencia una vez más por su falta de conocimiento y se retratan una vez más como groseros y maleducados, además de enemigos de la Fiesta, porque lo de hoy hace un flaco favor al toreo. Me gustaría verles enfrentarse en solitario a los anti taurinos, como tantas veces ha hecho, por poner un ejemplo, Morante, a cara descubierta, desarmándoles a base de argumentos y razones incontestables, sin gritos ni insultos. seguro que al no verse en grupo esconden el rabo entre las piernas y hacen como Pedro, negar el toreo hasta tres veces. 
Y lo peor es que ese ambiente enrarecido ha contaminado la tarde de hoy porque no me parece normal la indiferencia general ante lo que han hecho tres hombres que se han jugado la vida con verdad y  han pagado con sangre su valor, como es el caso de Gonzalo Caballero. Corrida de El Pilar dura, áspera, correosa, brusca, peligrosa y deslucida. Toros en general con poco recorrido y muy poca clase, que reponían, mirando y buscando, con conocimiento de lo que se dejaban atrás, descompuestos de embestida en general, soltando la cara todos.   Tremendo el revolcón a Juan del Álamo en el primero, con la consecuencia final de una lesión en los isquitibiales, susto gordo del que ha salvado de milagro José Garrido al llevar al caballo a un toro que miraba y medía, que se fue directo a por el pacense y que de milagro no lo empitonó en le pecho o el abdomen, gracias al Ángel de la Guarda del toreo le acunó con los pitones sin herirle, y dramática la grave cornada a Gonzalo Caballero al tirarse a matar recto, por derecho, al tercero. Cornada de 25 cm en el muslo izquierdo con contusión del nervio ciático y afectación de fémur e isquion, lo que puede dejarle secuelas importantes de cara la futuro. De hecho he leído que tenía el pie izquierdo sin movilidad alguna. Tres hombres que ante las complicaciones, las dificultades y el peligro que presentaban los toros han mostrado un valor seco, poniéndose y exponiéndose, adelantando la muleta a pesar del viento, tratando de hacer siempre la cosa bien, sin dejarse nada guardado, sacando muletazos de enorme clase por bajo, ligando las  series a base de firmeza y un par, siempre pendientes de las miradas y la fea manera de revolverse de los toros, a la defensiva, con la cara alta, soltando arreones, sin clase ni entrega salvo en contados momentos de la lidia, como el saludo capotero de Juan del Álamo al que cerraba plaza, un trolebús, una masa enorme de 619 Kg que en el capote se movió y metió la cara en un ramillete de verónicas con temple y compás del salmantino rematada con una media cargada de sabor, el mismo que tuvo al probar a ese sexto de nuevo por verónicas sedosas después del primer puyazo. Momentos de arte y gusto torero en medio de la batalla de gladiadores que ha sido la lidia, siempre con un nudo en la garganta, siempre con el "¡ay!" en el corazón, como las series templadas y poderosas en redondo de Juan del Álamo a un  primero con poco recorrido y que soltaba la cara y al que a base de técnica y mando metió en la muleta. Ese primero le pegó una paliza de mil demonios tras la que el salmantino volvió a la cara del toro enrabiado, embraguetado, pegándole un par de tandas de derechazos extraordinarias, enroscándoselo a la cintura, la mano baja, temple y ligazón, rotundo, a lo que sumó unas manoletinas finales ajustadísimas. Momentos de arte y gusto como las series en redondo de Gonzalo caballero ante el tercero, junto con el quinto los dos de mejores hechuras y proporciones de la corrida de El Pilar, curiosamente los de menor peso. Tras el inicio por estatuarios dibujó series de enorme calidad y sabor por el pitón derecho, rotundas, asentado y encajado, bajando la mano, con relajo e incluso desmayo,  muletazos profundos de mucho gusto, sensacionales los de pecho, muy largos, de pitón a rabo, pases de la firma, adornos por bajo y pases de desdén, mirando al tendido, preñados de torería, circulares finales y bernardinas ceñidísimas en las que los pitones le rebañaban la taleguilla, además de un valor brutal al aguantar lo que aguantó en los naturales que consiguió tejer a un toro que buscaba con descaro detrás de la muleta. Momentos de arte y gusto subido a la ola de la valentía en José Garrido ante dos toros sin recorrido, reponedores y sin entrega a los que pudo a base de consentirles, aguantar y bajar la mano. De auténtico milagro puedo calificar los muletazos sueltos  que el extremeño robó a su lote, redondos profundos y naturales con hondura, sueltos, pero de enorme mérito, a base de técnica y arrestos. Y no puedo olvidarme de los subalternos, que han tenido que bregar y banderillear a toros que llevaban la cara por las nubes, con grandísima exposición, como Antonio Chacón en el quinto, supremo, de poder a poder, con los pitones a la altura de las axilas, o Manuel Larios, enorme exposición ante el segundo, otro que esperaba, cortaba y soltaba la cara, o Juan José Trujillo en el tercero, o Javier Gómez Pascual en primero y cuarto. 
Todos ellos, matadores y toreros de plata han estado por encima de unos toros que eran alimañas, sin clase, en los que algunos seguramente confundan bravura con bravuconada, raza y casta con peligro, riesgo y falta de fuerzas emoción con miedo. Y todos ellos han sufrido la indiferencia de una plaza ajena a lo que estaba pasando, como anestesiada, o quizás acomplejada y sin atreverse a manifestar lo que sentía por miedo a las voces y exabruptos del 7.  Igual que le ha pasado a D. Gonzalo de Villa Perro al no atreverse a sacar el pañuelo para conceder una oreja pedida por mayoría, justa pero mayoría, para Juan del Álamo en el primero, por miedo a que se montara un escándalo mayúsculo de consecuencias impensables. Eso es lo que logran estos no aficionados del 7, que hoy se han pasado toda la corrida otra vez con ese gritito absurdo, ridículo y cansino que repiten hasta la saciedad: "hay que torear". ¿Pero qué más iban a torear del Álamo, Garrido y Caballero?. El colmo de la indecencia es lo que  ha hecho ese indeseable que justo cuando el madrileño Gonzalo Caballero se perfilaba para entrar a matar ha gritado "se va sin torear". No es que sea un imbécil, es que es un delincuente, y ahí sí que tenía que intervenir la policía y sacarlo de las orejas fuera de la plaza y que jamás vuelva a pisarla, igual que ha entrado al tendido 7 cuando han sacado las pancartas del inicio y han montado la bronca con el riesgo de un conflicto de orden público. No sé que pensarán estos no aficionados desalmados que ahora estarán en su casa, si es que allí les aguantan, sabiendo que un hombre que se ha jugado la vida delante de un toro está a estas horas en un hospital, recién operado y quien sabe si con secuelas que le condicionen su carrera. Ya sé que ese riesgo es la esencia del toreo y que forma parte esencial de esa profesión, por eso precisamente hay que saber valorarles y reconocerles. Un aficionado de verdad lo primero que tiene es respeto hacia quien se viste de luces y se pone delante de un toro bravo, un aficionado de verdad va a los toros a disfrutar del arte más bello que se pueda imaginar, un aficionado de verdad no va con fobias ni a saldar cuentas a la plaza, un aficionado de verdad nunca tendrá el insulto ni la descalificación como bandera, un aficionado de verdad solo puede entender de emoción, sentimiento y pasión y su grito de guerra solo puede ser el  ¡olé!.
Como dice mi gran amigo Raúl, de manera muy gráfica acertada, definiendo a ciertos personajes: ¡mamarrachos!. A ver si aprenden. Lo de hoy en Las Ventas, lamentable.

Antonio Vallejo

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