sábado, 25 de mayo de 2019

11ª de San Isidro: La pasión de la ilusión


Sentimiento, emoción, pasión, la esencia del toreo. Valor, disposición, entrega, ilusión, los ingredientes necesarios para lograrlo. Todo eso se reunió ayer en Las Ventas, en una tarde en la que se coló un extraño que parecía querer cargarse la corrida de Juan Pedro Domecq, el viento, el maldito viento, el mayor enemigo de los toreros. Una pena que Eolo decidiera ayer darse una vuelta por Madrid porque la corrida de Juan Pedro, de magnífica presentación, buenas y bellas hechuras, toros proporcionados, armónicos y muy serios, pero sin las exageraciones que otras veces hemos visto, hubiera lucido mucho más de lo que lo hizo si se hubiera podido torear en los medios, porque hubo varios toros con posibilidades. Por lo menos tercero, cuarto hasta que se partió una pata y fue devuelto, quinto y especialmente el excelente y bravo sexto destacaron en una corrida con nobleza y clase en general aunque a algunos les faltara un punto más de fuerza para subir enteros en duración y emoción. Una corrida manejable en general que, repito, estoy seguro que en los medios habría dado más juego.
El sentimiento afloró desde el principio, ya con la tremenda, cariñosa y emotiva ovación tras romperse el paseíllo a Paco Ureña con toda la plaza en pie. Un torero muy querido y respetado en Madrid que tuvo la desgracia de perder su ojo izquierdo el pasado mes de septiembre en la feria de Albacete. Ureña era la la base de la Feria de Otoño madrileña, su ausencia fue muy lamentada y ayer Madrid quiso reconocer su valor y compromiso al no dudar en volver a ponerse delante de un toro con la merma física que supone la pérdida de un ojo, y además venir a San Isidro, con lo que eso supone. La ilusión también afloró a lo largo de toda la tarde. La de Paco Ureña por sentirse de nuevo torero en la primera plaza del mundo y la de un hombre mucho menos conocido que llegaba a Madrid a confirmar alternativa y que ha sufrido un auténtico calvario tras una grave cogida en agosto de 2017 en Toro. La de David de Miranda es la historia olvidada o no conocida de muchos matadores cuyo nombre no suena a nadie. Tomó la alternativa en agosto de 2016, un año después sufrió una espeluznante cogida en la plaza zamorana, primero enganchado por el muslo, volteado para caer de mala manera, con el cuello totalmente doblado, inconsciente en le suelo, temiéndose lo peor. La lesión cervical hizo temer no ya que no volviera a torear, Sini incluso que pudiera andar. Una año de sufrimiento en el anonimato, de intervenciones, tratamientos y rehabilitación para reaparecer en 2018, demostrando una vez más la capacidad de superación de estos superhombres a los que algunos cómodamente sentados en un tendido, con una o varias copas encima, algunas veces ningunean, minusvaloran, desprecian e incluso insultan. En ese 2018 toreó ocho tardes, que sumadas a las seis de su primera temporada hacen un bagaje de 14 festejos en su carrera, y fíjense en qué plazas: Valverde del Camino (Huelva), Sabiote (Jaén), Almazán (Soria), Cortegana (Huelva), Almodóvar del Campo (Ciudad Real), Palos de la Frontera ( Huelva) y Toro (Zamora). Con eso llegaba ayer a Madrid para confirmar alternativa. Bueno, con eso y una maleta repleta de ilusión, entrega, verdad y valor que acabó convirtiéndose en emoción y pasión ante un toro soñado, el sexto de Juan Pedro.  Para mi esa es la grandeza del toreo, la verdad con la que ayer se presentaron en Madrid Ureña y de Miranda, acompañados por un Juli que ayer tuvo que batallar contra sus toros, contra el viento y contra un público que, arrastrado por un sector que siempre trata de reventarle haga lo que haga, no valoró nada lo bueno que hizo, aunque en mi opinión fuera una error tremendo forzar al presidente a devolver al cuarto cuando ya estaba en la faena de muleta y se partió una pata, algo que, si no me equivoco, va contra el reglamento. Ese toro, por desgracia, tenía que haberlo matado Juli aunque se quedar sin poder torerarlo. Una ilegalidad que además le vino peor al echarse a la plaza encima. Pero también hay que decir que por mucho que Juli mirara y pidiera el cambio de toro el presidente debió haberse mantenido firme y no sacar jamás el pañuelo verde.
Juli es uno de mis toreros predilectos, le considero un maestro de época, un nombre de los que escriben en oro la historia del toreo, al que admiro por su mando y su poder, por una técnica portentosa y una facilidad estratosférica delante de la cara del toro, algo que bastantes veces  ha restado importancia a todo lo que hace. El que hacía segundo no le permitió ni un lance de saludo, las manos por delante y la cara alta, sin emplearse en el caballo. Ureña quitó por gaoneras ceñidas en las que el juampedro le desarmó en un derrote y replicó Juli por chicuelinas templadas, bajando las manos, enorme clase y mucho gusto, para rematar en los medios con una media desmayada de cartel, que fue lo único que pudo sacarle, porque en la muleta resultó imposible, a media altura, sin poder obligarle porque se derrumbaba, no pasaba y para colmo Eolo azotando la muleta como si fuera una vela. Hizo lo que había que hacer, machetera por bajo  y entrar a matar entre la incomprensible incomprensión de cierto sector. El que hacía cuarto le permitió torear de capa como sabe hacer el madrileño, verónicas suaves, templadas que remató con una media plagada de sabor. Toro manejable que jamás sabremos lo que hubiera rendido en la muleta con la capacidad del maestro Juli para resucitar toros, pero se partió la pata y se montó la mundial, y con razón, al devolverse una vez iniciada la faena de muleta, algo ilegal. En su lugar saltó un sobrero de Luis Algarra muy largo, serio, suelto de salida, sin fijeza, sin emplearse en los primeros tercios y que llegó a la muleta andando, corto de recorrido, sin humillar, que pasaba, sí, con cierta nobleza, puede, pero sin transmisión alguna, soso y deslucido. Personalmente creo eu Juli anduvo claramente por encima, le midió la distancia, le buscó la altura, le puso la muleta adelantada, buscándole por ambos pitones, desarrollando una faena repleta de técnica y recursos para cuidar, mimar lo poco que tenía el toro. Llegó a sacarle muletazos de gran mérito, redondos templados y muy lentos en terrenos del 5, bajando la mano hasta donde aguantaba el de Algarra, con más recorrido del esperado, naturales al final del trasteo con hondura, por bajo, mucho temple, incluso adornos por bajo, trincherillas y pase de la firma con aromas toreros. Mucha fue la superioridad de Juli, mucha fue la técnica, mucha fue la facilidad y el mando, mucha fue también la actitud en contra de una parte del público y muy poca la capacidad para reconocer y valorar la lidia del maestro. Una faena intimista de las que algunos nos guardamos como ejemplo de estar ante un toro de esas condiciones, aunque careciera de continuidad y emoción, pero  creo que siempre hay que juzgar al torero en función del toro, y ahí lo tengo claro.
Paco Ureña fue lo contrario, tuvo casi todo a favor. Un público, especialmente un sector, que le quiere y le tiene como uno de sus toreros, al que se le tolera más que a otros, dicho sea de paso, y dos toros que tuvieron condiciones de sobra para el lucimiento. Tan solo el viento sopló en su contra, todo lo demás le empujaba a favor, pero buscó el abrigo del tercio del 5 y en esos terrenos cuajó dos faenas con su sello y toreo tan personal que de no haber sido por el mal manejo de la espada en el tercero creo que le habría valido la Puerta Grande. No lo creo, estoy seguro, solo por el empuje de su sector valedor. Al tercero lo recibió por verónicas templadas, con el compás abierto, con ritmo, ganando pasos para rematar con una media suprema. Se empleó el juampedro en el caballo, empujando con celo, metiendo los riñones, con movilidad en banderillas para que Víctor Hugo Saugar "Pirri" y Álvaro López "Azuquita" cuajaran un sensacional tercio, con pureza y verdad. Se puso a torera sin preámbulos por el pitón derecho, primero genuflexo, por bajo, poderoso, derechazos largos y templados, para proseguir con otras tandas en redondo ya vertical , con es apostura un tanto encorvada tan peculiar en le murciano. Temple y despaciosidad en los redondos, muletazos de gran envergadura junto a otros quizás un punto menos lucidos, algún enganchó inoportuno probablemente por acción de Eolo. Buen toreo, con muletazos para crujir pero a las tandas quizás le faltó un poco más de ritmo y continuidad. Toro con mucha clase y humillación que probablemente se hubiera entregado más en  terrenos de afuera, una pena no haberlo podido ver. Por el izquierdo citó de frente, de nuevo impregnados con su sello, incluso a veces un tanto forzada la postura, surgieron naturales hondos, lentos, bajando la mano, sometiendo mucho, de nuevo impregnados con su sello, incluso a veces un tanto forzada la postura, siendo también las tandas por ese pitón un tanto  cortas,  lo que sumado a algunos enganchones restaron ritmo a la faena. Pero los olés acompañaron a todo el trasteo, esta vez no hubo tiempo para valorar si había o no centímetros de defecto d colocación al ligar algunos muletazos, la pala se volvió más comprensiva y tolerante, o simplemente fue razonable, al menos cierto sector que ojalá midiera así a todos, sin diferencias.  No anduvo fino con la espada y se escapó una más que segura oreja. El quinto, Milagro, un precioso colorado, cornidelantero, imponente de serio, con caja, muy bien hecho, un auténtico torazo, no se entregó en el capote y tampoco dijo mucho en el caballo. Pero las avivadoras parece que hicieron honor a su nombre porque ahí se movió, cada vez más y permitió a Curro Vivas y "Azuquita" completar un tercio con facilidad y limpieza, de magnífica ejecución, y el toro fue a más. Los muletazos de tanteo resultaron poderosos, dobla´adose por bajo, tirando del toro por ambos pitones. Un poco desconcertante la primera tanda, engancha la tela a la primera, pasa sin entrega, con la cara alta. Enorme el tesón y la paciencia de Ureña, las ganas y la ilusión de verse de nuevo en Madrid y tener la capacidad de triunfar, más aún tras su primer toro. Le puso la muleta, le buscó la distancia, despacio, sin prisa, poco a poco, pase a pase, tragando y aguantando barones y miradas, muletazo a muletazo, tanda a  tanda fue a mejor, enseñándole el camino, metiéndole en los vuelos para que acabara rompiendo a noble y entregado. La segunda mitad de la faena fue, sencillamente, magistral, robando muletazos de uno en uno, y el toro metía la cara, redondos profundos, naturales dando el pecho, hondos, el trazo largo por ambos pitones, la mano baja, poderoso, aunque faltara ligazón había mucha emoción y pasión en cada pase, y eso lo vale todo. Ureña entregado, Ureña puro, Ureña de verdad y con verdad, como en las manoletinas finales, jugándosela sin trampa, y un remate por bajo preñado de torería. Estoconazo fulminante aunque desprendido que no fue obstáculo para que se pidiera la oreja con rotundidad y el palco la concediera, no podía ser de otra manera. Oreja de ley, oreja de peso, oreja en reconocimiento al tesón, el compromiso y el valor, además de la calidad y la emoción, oreja por encima de unos centímetros más allá en la colocación de la espada, lo que afortunadamente ayer no se tuvo en cuenta, ojalá con todos cierto sector siguiera siempre el mismo criterio. Yo lo mantengo, para mi el toreo es emoción y arte por encima de la geometría y unos centímetros, me hubiera parecido de justicia y me hubiera encantado ver salir a Ureña por la Puerta Grande después de sus actuación porque lo que hizo me llegó muy dentro, y eso que tuvo algunos peros.
Como decía, el onubense David de Miranda llegaba a Las Ventas lleno de ilusión, era su tarde, la tarde para echar la moneda, para jugársela a cara o cruz saliera lo que saliera por chiqueros, la tarde de los sueños para tantos que buscan dejar atrás el olvido del anonimato y ven en Madrid el camino hacia la gloria y los contratos. El toro de su confirmación, Molador, me lo pone fácil. Moló mucho por hechuras, hondo, bajo, muy serio, veleto, proporcionado, mucho trapío, pero no moló su juego, sin fondo y sin fuerzas. Esa ilusión la mostró nada más tomar el capote, al recetar unas verónicas templadas, con gusto, ganando pasos, firmeza y decisión. Toma un buen primer puyazo pero en banderillas espera, parado, reservón, con el que se la jugó José Antonio Carretero en un tercer par sensacional. Parado en la muleta, sin recorrido, se quedaba debajo, no pasaba, se revolvía con peligro, soltaba la cara. Lo intentó de Miranda, se la jugó con verdad, sin guardarse nada, la ilusión podía y era su tarde, daba igual si le cogía, veía a triunfar y a embestir él si era necesario. Nada pudo hacer pese a su empeño y las veces que le plantó la muleta por ambos pitones, pero Molador, simplemente, no moló nada. Solo le quedaba una bala, la sexta del tambor, un toro de 605 Kg y de nombre Despreciado, una oportunidad para no despreciar, otro facción juego de palabras, pero es que Juan Pedro lo puso a huevo. Un toro precioso, bajo, cuajado, muy serio, al que saluda David de Miranda por tijerillas, ¡toma ya!, un toro que se mostró bravo en el caballo, con codicia, metiendo los riñones, un toro al que prueba el propio matador a la salida del caballo en un quite por chicuelinas vibrante por lo ceñidas, un toro que en la muleta mantuvo el ritmo y bravura que demostró en los primero tercios. Faena de ilusión y entrega, faena con la emoción que da la bisoñéz y la verdad de la inocencia, sin importarle el viento ni nada. Entendió a la perfección al toro y supo aprovechar la barras condición del juampedro, desde los estatuarios de inicio, cambiados por la espalda, a milímetros de la chaquetilla, rematando con uno de pecho larguísimo. El toro humillaba, tenía prontitud, movilidad y repetición, iba en largo, con alegría y mucha clase. Sensacional el toreo en redondo, derechazos con la muleta puesta alante, temple, ni un toque, sin quitársela de la cara, muy toreado, muletazos largos, profundos, enroscados a la cadera, emoción a raudales. Al natural le costó algo más acoplarse, los primeros naturales no salieron con la calidad de los redondos, pero las ganas lo pueden todo y por sus coj... que lo iba meter en los vuelos. Y así fue, en la última serie por ese pitón izquierdo, una tanda de naturales con hondura, ligados por bajo, firme y encajado, levantando a los aficionados de sus asientos. La plaza entregada a la emoción del toreo entregado del onubense, olés tan profundos como los muletas, empujando en cada muletazo como empujaba el toro y tiraba el torero para alargar el magnífico viaje del bravo juampedro. Las bernardinas finalespor ambos pitones, cambiando el viaje cuando el toro prácticamente le llegaba al pecho, de infarto, despreciando al miedo, y dos de pecho ligados uno por cada  pitón, larguísimos, vaciándose  al final, de locura, hacían estallar en una ovación con todos los tendidos en pie de las que se escuchan pocas veces en La Monumental. Todo quedaba para la espada. Se tiró recto, por derecho, hundiendo el estoque hasta la empuñadura, arriba, un volapié perfecto de ejecución y colocación que hizo rodar sin puntilla a Despreciado, un bravo toro de Juan Pedro Domecq para apuntar y tener en cuenta al final de la feria. Dos orejas sin discusión y la Puerta Grande de Madrid abierta de par en par, de Madrid al cielo con la verdad de la inocencia y la pasión de la ilusión.

Antonio Vallejo

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