martes, 26 de mayo de 2015

Decimoquinta de San Isidro: MANZANARES, vino, toreó y venció


Decían en la Antigua Roma, en referencia a Julio César tras la victoria en la batalla de Zela, aquello de "vini, vidi, vinci". Pues precisamente eso es, muchos siglos después, tras otra batalla, esta vez no en la Antigua Roma ni sobre la arena de su Coliseo, sino en la arena de Las Ventas, lo que esta  tarde ha hecho Jose Mari Manzanares: Vino, toreó y venció. Vino a su única e incomprensible tarde, lo repito una vez más con muchísima pena,  anunciado en este San Isidro. Toreó, ¡vaya si toreó!, a sus dos oponentes de manera impecable, con ese regusto que tiene y que le viene de sangre, con temple, con cadencia, con ese estilo y esa torería innata que porta. Y venció, ¡vaya que si venció!. Primero al viento, maldito viento otra tarde más, y van ya.... Pero sobre todo venció a los intransigentes, a los que no soportaron ni pudieron con su padre, el gran maestro Jose María Dols Abellán, a los que van a la plaza con una única idea en la cabeza: Reventar, sea como sea y haga lo que haga, la faena de Manzanares. Yo no sé si intransigencia es la palabra adecuada. Quizás sea mejor ignorancia. Porque de ignorante y de poco y mal aficionado (desde esta tarde ya no pueden ser considerados aficionados a la Fiesta) ha sido su vociferante y tremendamente maleducada actuación. Y si no es por ignorancia es aún peor. Entonces tienen un problema serio, que debiera llevarles de sentarse sobre el cemento de Las Ventas a sentarse en el diván del psiquiatra para tratarles de sus preocupantes fobias o para colocarles una camisa de fuerza, porque están de atar. Y si no es eso, aún peor me lo ponen. Debe ser que alguno viene a los toros bajo efectos de altas dosis de alcohol o bajo los efectos de sustancias alucinógenas, cosa que dudo mucho y que considero casi imposible, o así lo espero y deseo. Porque si no, es imposible entender que se comportara como lo han hecho. De sobra sabemos que son este rebaño de "sabios",  20 ó 30, no en sentido figurado, en sentido real, tarde tras tarde se pueden contar y son siempre los mismos, los únicos que en el planeta Tierra saben de toros y los únicos que en el planeta Tierra pueden decidir quién tiene bula y a quien hay que machacar en Las Ventas. Un rebaño que ocupa localidades del 7 y algún ejemplar aislado en tendidos aledaños. ¡Que se vayan ya!. Me queda el consuelo de saber que desde el cielo, Manzanares padre ha visto y sentido orgullo de lo que su hijo ha hecho en su única tarde anunciado en este San Isidro.
Digamos que la corrida de El Pilar, Juan Pedro Domecq como procedencia, ha sido correcta de presentación, algo desigual en pesos y armaduras, pero bien en líneas generales. Mala, sin embargo, en cuanto a juego y comportamiento, con muy poca fuerza, nobles sí, pero faltos de casta, si exceptuamos al quinto, "Miralto", segundo del lote de Manzanares y al que ha cortado la única oreja de la tarde. En el cartel, Juan José Padilla, Jose Mari Manzanares y Miuguel Angel Perera. Por tanto, lleno a reventar y cartel de "no hay billetes" colgado en las taquillas. Muchas, muchísimas caras conocidas, del mundo del toro, de la política, medios de comunicación, artisteo, famoseo... Vamos, lo de siempre en estas tardes de claveles.
Los toros que han correspondido a Padilla y Perera han tenido el mismo denominador común; la falta de fuerzas y de casta. Serio, bonito y muy bien armado el primero, "Portillo", estrechitos de sienes y defensas tercero y cuarto, "Mira-Bajo" y "Guajiro", con algo menos de cara. Sueltos, sin fijeza desde la salida. Si exceptuamos la primeras verónicas de Juan José Padilla a "Portillo", los primeros tercios han pasado sin pena ni gloria, sin posibilidad alguna de lucirse con el capote, sin un solo quite, con tercios de varas desordenados, mal ejecutados y en los que se les ha pegado muy poco en el caballo ante la alarmante falta de fuerzas de los toros. Tampoco han valido en banderillas. Baste señalar un detalle. Padilla solo ha colocado los garapullos a su primer toro, sin demasiada brillantez, con ventaja en los dos primeros pares, un poco a toro pasado, al violín el tercero, más efectista que efectivo, dejando a su cuadrilla la misión de poner banderillas a su segundo toro, algo inhabitual en el de Jerez. Las faenas de muleta han sido casi idénticas en los cuatro. Ante toros sin una gota de energía poco o nada han tenido que hacer  ambos matadores. No se les puede reprochar falta de disposición. Han intentado sacar lo que buenamente se podía, pero no había materia prima. Faenas deslucidas, con algún pase aislado de cierta calidad, ayudado por la nobleza de los animales, pero carentes de emoción, con nula transmisión. Imposible bajar mínimamente la mano porque se derrumbaban los de El Pilar. Perera ha demostrado, en el tercero, su capacidad de mando, su poderío, su facilidad y su técnica ante los toros. Se ha justificado, ha probado a "Mira-bajo" por ambos pitones, pero el animal no iba ni para atrás. Quizás haya alargado demasiado su faena con muletazos sueltos, con poco sentido, de nula emoción, aunque limpios. Pobre balance final para el gaditano, pitos y silencio, y el extremeño, silencio y silencio. Como diría una gran amiga y grandísima aficionada que no ha podido estar esta tarde junto a nosotros en su localidad por otros compromisos ineludibles, refiriéndose a los lotes de ambos toreros, una juanpedrada en toda regla.
Resta por comentar la labor de Jose María Manzanares.  Aunque lo fundamental está ya comentado y más que claro, merece la pena intentar recordar lo que el maestro nos ha dejado hoy en la memoria a los que sí somos aficionados y no venimos con mala leche a la plaza, sino que venimos a disfrutar de la Fiesta. Si hablamos en términos numéricos, de los 24.800 espectadores que tiene  Las Ventas como aforo, 23.970 venimos a disfrutar. 20 ò 30 han venido con al predisposición a reventar la faena de Jose Mari, pasara lo que pasara. Es lo que tiene que pagar en herencia. A su padre lo maltrataron igual, pero el tiempo es justo y puso a cada uno en sus sito, con el rebaño rendido a los pies del maestro. Vestido el alicantino de negro y azabache, como toda la temporada, luto riguroso en señal de respeto por la muerte de su padre, tiene un porte, una elegancia, una figura y una torería innata. Cada uno de sus movimientos derrocha clase. Su primer toro, "Burriño", es devuelto a los corrales por inválido. Magistral Florito una vez más dirigiendo a la manada de mansos, pasmoso. Sale en su lugar el primer sobrero, "Lancito", de Charro de Llen (ni idea de qué es, sinceramente, lo buscaré). Toma el capote de Manzanares y le pega 3 verónicas de escándalo, acompañando con el cuerpo y la cadera el viaje del animal, acompasando el lance. ¡Cuanta belleza hay en el capote del alicantino!. Tampoco va sobrado de fuerzas, si bien toma una vara con fijeza, empujando y metiendo los riñones. Sale suelto y en el segundo encuentro derriba al varilarguero. Poco lucido tercio de varas y poco vistoso el de banderillas, de trámite. Inicia la faena Manzanares en terrenos del 1, casi imposible por el viento, que agita su muleta como una bandera. Le pitan, debe ser porque también tiene la culpa de que sople el viento, digo yo. Busca los terrenos del 5 donde están los papelillos que marcan los más propicios, donde el viento molesta menos. Pero no se abriga en las tablas, no quiere esa ventaja, saca al toro fuera de la segunda raya y allí le planta cara, ¡con un par!. A pesar del viento le mete en la muleta y le da dos derechazos largos, muy buenos, rematados con un pase por bajo y uno de pecho sensacionales, con gran clase. Pero a los reventadores no les vale. Como Manzanares está sometiendo y llevándolo muy bien, para lo que es el toro, parado y de embestida poco clara, hay que protestar, armar ruido, y si eso no vale, pasar al escándalo. Gracias a Dios el resto responde y calla a la ridícula minoría. Para regocijo y tranquilidad del 7 pincha y coloca un bajonazo. Con eso tienen suficiente, ahora se callan, no protestan, han salvado los muebles, de momento, por el fallo a espadas. Silencio en este toro. El quinto, "Miralto", es el mejor de la corrida. Bonitas hechuras, serio, bien armado. De nuevo torea a la verónica con ese estilo tan suyo, con ese acompañamiento del cuerpo y cadera, con mucho arte, rematadas por una revolera preciosa. Gran ovación de la mayoría, primeras protestas de los reventaderos, se empiezan a poner neviosos.  No se emplea el de El Pilar en el caballo de Jose Antonio Barroso. Muy bueno, sin embargo, el tercio de banderillas, con Curro Javier y Luis Blázquez desmonterados respondiendo así a la tremenda ovación. Más nervios en la minoría intransigente, pitan algunos también que saluden los dos banderilleros. El toro no es fácil, tiene genio, más que clase. Se cuela por ambos pitones, avisa, sabe lo que hay tras la muleta. Pero a Manzanares le da igual. Tampoco quiere irse a buscar las tablas, torea en terrenos de fuera, con gran riesgo pero sumando con ello altas dosis de emoción. Faena perfectamente estructurada, con series cortas, como suele hacer, midiendo perfectamente los tiempos y las distancias para citar al toro. Ya los nervios de los "sabios" ignorantes se han convertido en histeria, ya no protestan, chillan ante los redondos y naturales que está dando el maestro, con cadencia, con mando y temple. Elegante a más no poder. Pero los olés son atronadores, tapan los gritos y chillidos del grupúsculo del 7, afortunadamente. Para remate mata de un estoconazo marca de la casa, posible candidato a premio a la mejor estocada de la feria. Oreja muy fuertemente pedida, oreja de mérito, ante un toro, ya he dicho que complicado, y frente al viento, sin taparse. 
No han podido soportarlo los malos aficionados, el espectáculo ha sido de vergüenza, seres indignos para la plaza de Madrid. Confunden pureza con intransigencia, confunden intransigencia con conocimiento, demuestran, en el fondo, supina ignorancia, demuestran que se mueven por filias y fobias y que de aficionados tienen lo que yo de monje tibetano, nada de nada. Jose María Manzanares les ha sacado hoy los colores. No está lejano el tiempo que también tengan que rendirse a sus pies, como con su padre. 
Antonio Vallejo

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