domingo, 31 de mayo de 2015

Vigésimosegunda de San Isidro, segunda parte: El ridículo de los fundamentalistas

Han pasado 24 horas de la magnífica tarde de toros que vimos y vivimos ayer en Las Ventas. Tiempo más que suficiente para reposar emociones y sentimientos, así como juicios y conclusiones. Me he tomado la molestia de leer crónicas de la corrida de ayer hasta en 14 medios distintos, prensa generalista y prensa especializada en toros y portales taurinos. Por fortuna, aunque como es lógico hay matices, en todos se habla de una gran tarde de toros, se destaca la presencia y presentación de los toros, su buen juego, sus buenas condiciones y la disposición , valentía y buen toreo (sensacional en la mayoría de los medios) de los tres espadas. Pues bien, debemos estar todos equivocados, porque hay una veintena de ejemplares que acampan por el tendido 7 que opinan lo contrario. Por supuesto, en su enorme, inmensa, infinita sabiduría basada en el integrismo más rancio y el fudamentalismo más detestable, han pitado y montado su particular numerito en la tarde de ayer. Protestan la presentación, el resto opinamos que ha sido impecable. Protestan a los toreros, el resto les hemos visto torear de manera excepcional. Ha sido Finito de Córdoba el que, con enorme elegancia y una torería fuera de serie, les ha puesto en su sitio. Ha bastado que ante uno de sus improperios, de sus habituales salidas de tono, el barcelonés le splantara cara, se dirigiera hacia ese tendido con la mirada y con una exquisitez tremenda les invitara a tomar los trastos de torear y probar el cansino y repetitivo "miau" que decían  y comprobar que ellos saben torear mejor que nadie, ya que gritaban algo así como "¡qué asco!". A partir de ahí se les han bajado los humos y no han conseguido engañar a otros espectadores de sus aledaños que otras tardes se ven engullidos por su prepotencia. Ha habido una reacción unánime, gracias a Dios. Y con ese sencillo gesto ha dejado a los "sabios" intransigentes, a los integristas-fundamentalistas en el mayor de los ridículos. Resultan aburridos, repetitivos y hasta patéticos con sus descalificaciones y protestas de costumbre. Cansinos  a más no poder estos del grupúsculo reventador, ignorantes en el fondo, como tantas veces he dicho, malos aficionados en realidad, que solo quieren imponer su minoritario criterio a la inmnesa mayoría, y que muchas veces disfrutan con el fallo de algunos toreros cuyos nombres sabemos de memoria porque los tienen en su punto de mira, para así alimentar sus enfermas mentes fóbicas. Ir así a la plaza es, para mi, de pésimo aficionado, no me cansaré de repetirlo. 

Ayer por la tarde un sencillo gesto les descubrió, les dejó las vergüenzas al aire y les puso en evidencia, haciendo el mayor de los ridículos que jamás se hayan visto en el coso venteño. Si no saben disfrutar de la Fiesta, si no saben apreciar lo bueno, si son tan sabios que no soportan la ignorancia de la gran mayoría, ¡que se vayan y no vuelvan nunca a Las Ventas!. Nos tienen hasta los mismísimos.

Antonio Vallejo

2 comentarios:

  1. Un placee contar con aficionados como Antonio, que usa su tiempo en acercarnos lo que ocurre cada tarde en Las Ventas.
    Además su escfitura es direcat y agradable.
    Sigue así

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  2. Un placee contar con aficionados como Antonio, que usa su tiempo en acercarnos lo que ocurre cada tarde en Las Ventas.
    Además su escfitura es direcat y agradable.
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